miércoles, 5 de junio de 2013

Capítulo 74 - Amar no es querer, al igual que querer no es gustar.


Holaaaaaaaaaaa :) Estoy dispuesta a adelantar mucho más del fic y animarlo un poco,a  tiempo de que lo termino. Gracias a las visitas que dejáis claro que leéis el fic en anónimo ^^:

                No caí en la cuenta de que finalmente mi cansancio podría conmigo. Un escalofrío en la piel me sobresaltó en la cama, pero noté una mano ahogar mi grito. Desperté sobresaltada y confundida, para encontrarme a Danny sentado de cuchillas a mi lado. Una sonrisa tímida se escapaba en sus labios.
                -Vente.
                -Es tarde Danny, y Dylan puede despertar en cualquier momento.
                Su ceño se frunció suavemente, pero su sonrisa no desapareció.
                -¿Quieres quedarte?
                Le miré queriendo decirle que sí. No quería contar la de veces que le había visto rodeado de otras chicas. Podría llegar a la decena, y sabía que un número elevado a ese superaba su lista de mujeres “ya usadas”. Sabía cómo era Danny, sabía sus métodos, pero no sabía por qué, confiaba en él. Una confianza sin raíces, pero que me impedían negarle. A él.               
                -¿Y si se despierta? –Pregunté. Su mano se entrelazó en mis dedos, cuidadosamente.
                -¿Qué más da?
                Una sonrisa atrevida aceptó por mi. Dejé que su fuerza me sacase de la cama, y caminando de puntillas por el frío suelo, me puse las primeras manoletinas que vi. Danny abrió con sigilo la puerta de la habitación, y entre ruidos huecos de la madera, la puerta se cerró a nuestra espalda.
                Sus ojos me encontraron. Sus pasos frenaron poco a poco, mientras parecíamos querer comunicarnos sin palabras. Y de alguna manera, tenía que admitir que aquellos ojos podrían haberme hecho creer la falacia más inverosímil del mundo.
                Dejé que su fuerza me arrastrara por el pasillo. Apenas unos pasos en el piso superior rompían el silencio, en compañía de nuestras zancadas que avanzaban dirección a las escaleras. Dirección contraria a las habitaciones.
                -¿Dónde vamos?
                Sus ojos me encontraron mientras una sonrisa pícara se embozaba en su labios.
                -¿Tantas ganas tienes de que vayamos ya a la cama?
                Fruncí el ceño.
                -No creo que haya ni las más mínimas ganas.
                Una sonrisa provocadora se asomó por la comisura de sus labios con cuidado. Su mano se soltó de la mía mientras su brazo se dejaba caer sobre mis hombros y su boca se acercaba a mi oreja, susurrándome:
                -No puedo decir lo mismo.
                Reprimí una sonrisa. Su poco rubor al decir las cosas aún lograban erizarme la piel, mientras su perfume parecía seguir atrayéndome más y más a él. El pequeño vestíbulo apareció delante suya, y situándose delante de mí, empezó a subir los escalones de dos en dos. Para cuando llegué al último piso, noté el gélido aire congelarme la piel mientras las luces se perdían en las escaleras.
                -¿Qué hacemos aquí?
                -Me apetece estar esta noche aquí, contigo –Sonrió, y abrió la entrecerrada puerta de plomo para salir a la terraza.
                Aquello estaba desierto. Apenas unos pocos rascacielos lograban verse entre el manto de nubes negras que oscurecían el cielo, y los livianos filtros de la luna bañaban de forma plateada la terraza. No había ni una sola bombilla, pero aquel aspecto mohíno y sosegador resultaban atrayentes.
                Sus pasos se adelantaron varios centímetros, girándose para verme. Analicé el alrededor con un poco más de cuidado, hasta que finalmente, mis ojos observaron a Danny, sonriéndole.
                -No sabía que Danny Jones tenía un lado romántico, vaya.
                -Me incitas a sacarlo –Sonrió. Sus ojos se achinaron en dos pequeñas bolsas, mientras su pasos se detenían. Poco a poco, muy lentamente comencé a avanzar hacía él -. ¿Te gusta?
                -Me encanta. Gracias por traerme aquí.
                Sonrió suavemente. Nuestras voces se convertían en susurros conforme las distancias se rompían.
                -¿Puedo preguntarte que vas a hacer ahora? –Me preguntó, seriamente. Me detuve a varios centímetros de él, confusa.
                -¿Respecto a…?
                -Dylan.
                Desvié la mirada de él. No lo sabía. ¿Qué demonios debía hacer ahora? Me había acostado con él, debido a las hormonas. Nada de sentimientos, o al menos eso quería creer yo.
                Suspiré. No, no debía de haber nada de sentimientos.
                -¿Debería salir con él, ignorarte e intentar serte indiferente mientras ahogo mi vida con él? –Dije de pronto. Dan frunció el ceño, sin pillar el doble sentido -. Cómo hiciste tú con Georgia.
                -Rectifiqué demasiado tarde, Kay –Rodó los ojos -. ¿Me lo vas a recordar siempre?
                -¿Hasta cuando puedo recordártelo?
                -Pon tú fecha final.
                Sonreí. Di un paso más hacía él, captando de nuevo su perfume mientras lograba aturdirme. Oh, maldito perfume. Era potente pero suave, pero lo suficiente efectivo como para amordazarme e impedirme alejarme de él.
                De pronto, actué por instinto. Aprisioné su cuerpo con mis brazos, atrayéndolo a mí con suavidad mientras acariciaba su espalda. Escondí mi oreja en su pecho, oyendo el primer latido mientras le abrazaba con dulzura.
                Noté como mi cuerpo me dio las gracias por aquello. Su corazón comenzó a bombardear a oídos míos, mientras sus brazos me correspondieron con cariño al abrazo y atrayéndome a él. Podría haberme quedado así días, semanas, meses y años. Podía haberme acostumbrado a aquella seguridad y bienestar sin problemas; podría aceptar depender de él en mi día a día, si me prometía seguir estando ahí.
                -Te amo, Kay –Oí de repente sobre mí.
                Noté como el corazón me dio un revuelco. Aquella palabra era algo supremo a mi lenguaje habitual. Amar no era lo mismo que querer, como querer no es gustar. Amar era algo que no sabía si quiera si era alcanzable para mí, o si para alguien lo era. Para mí, aquella palabra era tan hermosa, como dolorosa.
                -No quiero que me digas eso.
                -¿Por qué no?
                -Porque en el momento en que sea verdad, ya estaremos condenados a sufrir por cada roce que tengamos y pasarlo mal. Nos rebajaremos a lo que tú has dicho que sientes por mí, y entonces, ahí todos perdemos.
                Una carcajada se mofó de mi con suavidad. Su cuerpo se convulsionó con suavidad, mientras notaba el calor de su cuerpo disiparme todo pensamiento de mi cabeza.
                -Entonces, te amo –Reiteró.
                Sonreí contra su camisa. Mis labios se despegaron con suavidad, arriesgándose a cometer el riesgo y el propio suicidio cuando un golpe seco amenazó con detener a mi corazón.
                La puerta de plomo se abrió de golpe, a tiempo de que mis brazos, como los de Danny se separasen de nuestros cuerpos. Las altas figuras, esbeltas y delgadas de Mike y Georgia aparecieron por la puerta, rojos y sofocados.
                Pero lo que fue nuestro miedo principal, ellos no parecían avisparse. Las lágrimas caían por sus mejillas y el hecho de habernos encontrado abrazados en la terraza parecía no tener ni la más mínima importancia.
                Algo gordo había ocurrido.
                -¿¡Dónde demonios estabais!? –Gritó sofocado Mike -. ¡Joder, vámonos!
                -¿Qué ha pasado? –Saltó Danny, completamente adusto y con el rostro contraído. Yo permanecí en el sitio, ambigua y desorientada -. ¡¿Por qué estais llorando?!
                Los ojos de Georgia encontraron los de su ex novio, cargados de dolor. No me hacía falta ser muy lista para notar toda la presión y ansiedad que parecía sufrir la modelo. Un gimoteo carraspeó su garganta mientras su llanto se rompía a tiempo que Danny le abrazaba.
                -El coche de Tom a tenido un accidente, Danny –Su voz era difícil de entenderse, pero noté como aquellas palabras perforaron mi más profundo yo -. Y  Tom no está aquí.
                Entonces, tras terminar aquellas palabras, noté que mi mundo se caía en un abismo.

                No, Tom no.

martes, 4 de junio de 2013

Capítulo 73 - En el armario empotrado.

                Creí despertar en un mismo sueño. La cabeza me daba vueltas, la oscuridad se convertía en un torbellino de sombras y notaba la culpa y desazón recorriendo como polillas sucias mi cuerpo. No recordé que había pasado, hasta que lo hice.
                Su respiración a mi lado verificó mi duda. Noté como el corazón se me convertía en hielo, sensible y frío, sin vida. Mierda, me dije entre un suave susurro. Qué coño había hecho.
                Volteé la cabeza, cargada de miedo para confirmar mi peor conclusión. Dylan dormía semidesnudo a mi lado. Y yo no me alejaba mucho de aquello. Noté como los ojos me ardían reteniendo lágrimas, e intenté justificarme. Yo no era así, no podía haber hecho esto. No sabía por qué demonios lo había hecho.
                Un suave golpe en la puerta me sacó de mi pesadilla. El golpe se repitió, más persistente y un suave susurro atravesó la puerta.
                Mi corazón de hielo quebró un poco al oír la voz de Danny.
                Lancé una mirada rápida a la hora. La una de la mañana. Habrían pasado dos horas desde la discusión. Me levanté todo lo rápido posible, mientras los golpecitos persistían. Me vestí tan rápido como pude, y con mi corazón bombardeando alerta, entre abrí la puerta con cautela.
                El rostro de Danny, esta vez más sobrio, me saludó con una gran sonrisa.
                -¿Qué haces aquí, Dan?
                -Lo siento por lo de antes. Pero quería hablar contigo… -Su rostro se frunció -. Me apetecía estar contigo.
                Noté como la gravedad me azotaba en la cara. Había sido demasiado cruel.
                -Es tarde, Danny.
                -¿Quieres que me vaya? –Me preguntó. No me atreví a mentirle -. ¿Ocurre algo, Kay?
                No me salían las palabras. Mis ojos bajaron hasta sus labios, donde el corte se había secado junto a la sangre. No podía ser tan egoísta y cruel de decírselo.
                -Por qué ahora.
                -Porque antes estaba equivocado. Hacía cosas sin pies ni cabeza. Pero ahora ya pasó.
                -¿En serio? ¿Eres capaz de dejar de emborracharte y enviar todas las mujeres que se te acerquen a un lado, siendo indiferente? –Carcajeé -. ¿Tienes calentura, Danny?
                Su risa se profundizó suavemente.
                -Por ti soy capaz.
                Mi sonrisa se fue rompiendo poco a poco. No podía soportar tantos cambios y tanta presión. Y tampoco podía soportar mentiras.        
                -Dylan está dentro, Danny.
                Sus ojos se congelaron. Su entrecejo se frunció, intentando no tergiversar  lo que acababa de decir, pero su rostro se oscureció en dolor poco a poco. No fui si quiera capaz de reaccionar.
                -Ven conmigo –Dijo de pronto. Su mano rozo la mía suavemente, pero sin llegar a aferrarla.
                -¿No te molesta esto que…?
                Su dedo se posó en mis labios, obligándome callar.
                -Lo veo justo. Yo he hecho cosas peores,  y menos justificadas.
                Sonreí suavemente. Notaba como mi cuerpo se aligeraba liberando presión, y su sonrisa correspondió a la mía. Aún así, tenía miedo de que se estropease aquello.
                Su sonrisa se amplió. Un paso suyo cortó distancias, obligándome a alejarme hacía la habitación mientras él me pisaba las puntas. Los suaves ronquidos de Dylan se mezclaron entre nuestro silencio, pero no me  importó. Danny seguía cortándome distancias entre sonrisas.
                La fría madera del armario empotrado acarició mi espalda. Miré a Danny como si realmente no estuviera a menos de dos centímetros, y sus ojos azules encontraron los míos. Por una vez, ambos parecíamos estar de acuerdo en corresponderse.
                Su respiración se mezcó con la mía. Profunda, cálida y entrecortada. Su aroma se perdía en su cuerpo, incitándome aún más. Podía notar mi corazón bombardear violentamente, cada vez más cerca del suyo. Las piernas comenzaron a temblar a traición, cuando, a escasos milímetros uno del otro, oí el carraspeo dormido de Dylan.
                -¿Kay…? –Su voz parecía estar despertándose.
                Dejé de respirar viendo de soslayo a través del cuerpo ladeado de Danny. La espalda de Dylan se levantaba cansada la cama, con el torso descubierto y bocabajo. Aún no nos había visto. Mi mirada se entrecruzó con Danny, temerosa y excitante mientras una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. En apenas unos segundos, habíamos hecho más ruido que en todo este rato junto.
                Mi cuerpo reaccionó solo. Aprisioné la camisa de Danny con firmeza, y su cuerpo se dejó llevar sorprendido por mis impulsos. Supe que creyó mal, pero me dediqué a sonreír con burla mientras habría el armario con rapidez. Dejé que sus pasos se escondieran dentro, cubriéndolo de oscuridad mientras su cuerpo volvía a recuperar la firmeza.
                Una sonrisa pícara se despidió entre ambos.
                -¿Qué… haces.. des.. pierta? –Susurró levantando la mirada entrecerrada y sensible hacía mi posición.
                Respiré profundamente. Aún notaba mis piernas temblar nerviosas.
                -Micaela. Me había pedido que le llevase un preservativo, ya que no tenía –Dije lo primero que se me ocurrió. Noté el ardor como ruborizó mi rostro, cargado de miedo.
                -Ven a dormir, es tarde.
                No respondí. Me separé lentamente del armario, temiendo dejarlo descuidado. Danny seguía dentro, pero no podía hacer nada si no quería meter el pie en el charco.
                No pude decir que no sin levantar sospecha. Con cuidado, volví a acostarme. La figura de Dylan se giró de espaldas a mí de nuevo, y su respiración se profundizó poco a poco, a cada minuto como si se tratase de horas. Finalmente, el primer ronquido volvió a hacer aparecer la libertad.