Holaaaaaaaaaaa :) Estoy dispuesta a adelantar mucho más del fic y animarlo un poco,a tiempo de que lo termino. Gracias a las visitas que dejáis claro que leéis el fic en anónimo ^^:
No
caí en la cuenta de que finalmente mi cansancio podría conmigo. Un escalofrío
en la piel me sobresaltó en la cama, pero noté una mano ahogar mi grito.
Desperté sobresaltada y confundida, para encontrarme a Danny sentado de
cuchillas a mi lado. Una sonrisa tímida se escapaba en sus labios.
-Vente.
-Es
tarde Danny, y Dylan puede despertar en cualquier momento.
Su
ceño se frunció suavemente, pero su sonrisa no desapareció.
-¿Quieres
quedarte?
Le
miré queriendo decirle que sí. No quería contar la de veces que le había visto
rodeado de otras chicas. Podría llegar a la decena, y sabía que un número
elevado a ese superaba su lista de mujeres “ya usadas”. Sabía cómo era Danny,
sabía sus métodos, pero no sabía por qué, confiaba en él. Una confianza sin raíces,
pero que me impedían negarle. A él.
-¿Y
si se despierta? –Pregunté. Su mano se entrelazó en mis dedos, cuidadosamente.
-¿Qué
más da?
Una
sonrisa atrevida aceptó por mi. Dejé que su fuerza me sacase de la cama, y
caminando de puntillas por el frío suelo, me puse las primeras manoletinas que
vi. Danny abrió con sigilo la puerta de la habitación, y entre ruidos huecos de
la madera, la puerta se cerró a nuestra espalda.
Sus
ojos me encontraron. Sus pasos frenaron poco a poco, mientras parecíamos querer
comunicarnos sin palabras. Y de alguna manera, tenía que admitir que aquellos
ojos podrían haberme hecho creer la falacia más inverosímil del mundo.
Dejé
que su fuerza me arrastrara por el pasillo. Apenas unos pasos en el piso
superior rompían el silencio, en compañía de nuestras zancadas que avanzaban
dirección a las escaleras. Dirección contraria a las habitaciones.
-¿Dónde
vamos?
Sus
ojos me encontraron mientras una sonrisa pícara se embozaba en su labios.
-¿Tantas
ganas tienes de que vayamos ya a la cama?
Fruncí
el ceño.
-No
creo que haya ni las más mínimas ganas.
Una
sonrisa provocadora se asomó por la comisura de sus labios con cuidado. Su mano
se soltó de la mía mientras su brazo se dejaba caer sobre mis hombros y su boca
se acercaba a mi oreja, susurrándome:
-No
puedo decir lo mismo.
Reprimí
una sonrisa. Su poco rubor al decir las cosas aún lograban erizarme la piel,
mientras su perfume parecía seguir atrayéndome más y más a él. El pequeño
vestíbulo apareció delante suya, y situándose delante de mí, empezó a subir los
escalones de dos en dos. Para cuando llegué al último piso, noté el gélido aire
congelarme la piel mientras las luces se perdían en las escaleras.
-¿Qué
hacemos aquí?
-Me
apetece estar esta noche aquí, contigo –Sonrió, y abrió la entrecerrada puerta
de plomo para salir a la terraza.
Aquello
estaba desierto. Apenas unos pocos rascacielos lograban verse entre el manto de
nubes negras que oscurecían el cielo, y los livianos filtros de la luna bañaban
de forma plateada la terraza. No había ni una sola bombilla, pero aquel aspecto
mohíno y sosegador resultaban atrayentes.
Sus
pasos se adelantaron varios centímetros, girándose para verme. Analicé el
alrededor con un poco más de cuidado, hasta que finalmente, mis ojos observaron
a Danny, sonriéndole.
-No
sabía que Danny Jones tenía un lado romántico, vaya.
-Me
incitas a sacarlo –Sonrió. Sus ojos se achinaron en dos pequeñas bolsas,
mientras su pasos se detenían. Poco a poco, muy lentamente comencé a avanzar
hacía él -. ¿Te gusta?
-Me
encanta. Gracias por traerme aquí.
Sonrió
suavemente. Nuestras voces se convertían en susurros conforme las distancias se
rompían.
-¿Puedo
preguntarte que vas a hacer ahora? –Me preguntó, seriamente. Me detuve a varios
centímetros de él, confusa.
-¿Respecto
a…?
-Dylan.
Desvié
la mirada de él. No lo sabía. ¿Qué demonios debía hacer ahora? Me había
acostado con él, debido a las hormonas. Nada de sentimientos, o al menos eso
quería creer yo.
Suspiré.
No, no debía de haber nada de
sentimientos.
-¿Debería
salir con él, ignorarte e intentar serte indiferente mientras ahogo mi vida con
él? –Dije de pronto. Dan frunció el ceño, sin pillar el doble sentido -. Cómo
hiciste tú con Georgia.
-Rectifiqué
demasiado tarde, Kay –Rodó los ojos -. ¿Me lo vas a recordar siempre?
-¿Hasta
cuando puedo recordártelo?
-Pon
tú fecha final.
Sonreí.
Di un paso más hacía él, captando de nuevo su perfume mientras lograba
aturdirme. Oh, maldito perfume. Era potente pero suave, pero lo suficiente
efectivo como para amordazarme e impedirme alejarme de él.
De
pronto, actué por instinto. Aprisioné su cuerpo con mis brazos, atrayéndolo a
mí con suavidad mientras acariciaba su espalda. Escondí mi oreja en su pecho,
oyendo el primer latido mientras le abrazaba con dulzura.
Noté
como mi cuerpo me dio las gracias por aquello. Su corazón comenzó a bombardear
a oídos míos, mientras sus brazos me correspondieron con cariño al abrazo y
atrayéndome a él. Podría haberme quedado así días, semanas, meses y años. Podía
haberme acostumbrado a aquella seguridad y bienestar sin problemas; podría
aceptar depender de él en mi día a día, si me prometía seguir estando ahí.
-Te
amo, Kay –Oí de repente sobre mí.
Noté
como el corazón me dio un revuelco. Aquella palabra era algo supremo a mi
lenguaje habitual. Amar no era lo mismo que querer, como querer no es gustar.
Amar era algo que no sabía si quiera si era alcanzable para mí, o si para
alguien lo era. Para mí, aquella palabra era tan hermosa, como dolorosa.
-No
quiero que me digas eso.
-¿Por
qué no?
-Porque
en el momento en que sea verdad, ya estaremos condenados a sufrir por cada roce
que tengamos y pasarlo mal. Nos rebajaremos a lo que tú has dicho que sientes
por mí, y entonces, ahí todos perdemos.
Una
carcajada se mofó de mi con suavidad. Su cuerpo se convulsionó con suavidad,
mientras notaba el calor de su cuerpo disiparme todo pensamiento de mi cabeza.
-Entonces,
te amo –Reiteró.
Sonreí
contra su camisa. Mis labios se despegaron con suavidad, arriesgándose a
cometer el riesgo y el propio suicidio cuando un golpe seco amenazó con detener
a mi corazón.
La
puerta de plomo se abrió de golpe, a tiempo de que mis brazos, como los de Danny
se separasen de nuestros cuerpos. Las altas figuras, esbeltas y delgadas de
Mike y Georgia aparecieron por la puerta, rojos y sofocados.
Pero
lo que fue nuestro miedo principal, ellos no parecían avisparse. Las lágrimas
caían por sus mejillas y el hecho de habernos encontrado abrazados en la
terraza parecía no tener ni la más mínima importancia.
Algo
gordo había ocurrido.
-¿¡Dónde
demonios estabais!? –Gritó sofocado Mike -. ¡Joder, vámonos!
-¿Qué
ha pasado? –Saltó Danny, completamente adusto y con el rostro contraído. Yo
permanecí en el sitio, ambigua y desorientada -. ¡¿Por qué estais llorando?!
Los
ojos de Georgia encontraron los de su ex novio, cargados de dolor. No me hacía
falta ser muy lista para notar toda la presión y ansiedad que parecía sufrir la
modelo. Un gimoteo carraspeó su garganta mientras su llanto se rompía a tiempo
que Danny le abrazaba.
-El
coche de Tom a tenido un accidente, Danny –Su voz era difícil de entenderse,
pero noté como aquellas palabras perforaron mi más profundo yo -. Y Tom no está aquí.
Entonces,
tras terminar aquellas palabras, noté que mi mundo se caía en un abismo.
No,
Tom no.
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