Creí
despertar en un mismo sueño. La cabeza me daba vueltas, la oscuridad se
convertía en un torbellino de sombras y notaba la culpa y desazón recorriendo
como polillas sucias mi cuerpo. No recordé que había pasado, hasta que lo hice.
Su
respiración a mi lado verificó mi duda. Noté como el corazón se me convertía en
hielo, sensible y frío, sin vida. Mierda,
me dije entre un suave susurro. Qué coño había hecho.
Volteé
la cabeza, cargada de miedo para confirmar mi peor conclusión. Dylan dormía
semidesnudo a mi lado. Y yo no me alejaba mucho de aquello. Noté como los ojos
me ardían reteniendo lágrimas, e intenté justificarme. Yo no era así, no podía
haber hecho esto. No sabía por qué demonios lo había hecho.
Un
suave golpe en la puerta me sacó de mi pesadilla. El golpe se repitió, más persistente
y un suave susurro atravesó la puerta.
Mi
corazón de hielo quebró un poco al oír la voz de Danny.
Lancé
una mirada rápida a la hora. La una de la mañana. Habrían pasado dos horas
desde la discusión. Me levanté todo lo rápido posible, mientras los golpecitos
persistían. Me vestí tan rápido como pude, y con mi corazón bombardeando
alerta, entre abrí la puerta con cautela.
El
rostro de Danny, esta vez más sobrio, me saludó con una gran sonrisa.
-¿Qué
haces aquí, Dan?
-Lo
siento por lo de antes. Pero quería hablar contigo… -Su rostro se frunció -. Me
apetecía estar contigo.
Noté
como la gravedad me azotaba en la cara. Había sido demasiado cruel.
-Es
tarde, Danny.
-¿Quieres
que me vaya? –Me preguntó. No me atreví a mentirle -. ¿Ocurre algo, Kay?
No
me salían las palabras. Mis ojos bajaron hasta sus labios, donde el corte se
había secado junto a la sangre. No podía ser tan egoísta y cruel de decírselo.
-Por
qué ahora.
-Porque
antes estaba equivocado. Hacía cosas sin pies ni cabeza. Pero ahora ya pasó.
-¿En
serio? ¿Eres capaz de dejar de emborracharte y enviar todas las mujeres que se
te acerquen a un lado, siendo indiferente? –Carcajeé -. ¿Tienes calentura,
Danny?
Su
risa se profundizó suavemente.
-Por
ti soy capaz.
Mi
sonrisa se fue rompiendo poco a poco. No podía soportar tantos cambios y tanta
presión. Y tampoco podía soportar mentiras.
-Dylan
está dentro, Danny.
Sus
ojos se congelaron. Su entrecejo se frunció, intentando no tergiversar lo que acababa de decir, pero su rostro se
oscureció en dolor poco a poco. No fui si quiera capaz de reaccionar.
-Ven
conmigo –Dijo de pronto. Su mano rozo la mía suavemente, pero sin llegar a
aferrarla.
-¿No
te molesta esto que…?
Su
dedo se posó en mis labios, obligándome callar.
-Lo
veo justo. Yo he hecho cosas peores, y
menos justificadas.
Sonreí
suavemente. Notaba como mi cuerpo se aligeraba liberando presión, y su sonrisa
correspondió a la mía. Aún así, tenía miedo de que se estropease aquello.
Su
sonrisa se amplió. Un paso suyo cortó distancias, obligándome a alejarme hacía
la habitación mientras él me pisaba las puntas. Los suaves ronquidos de Dylan
se mezclaron entre nuestro silencio, pero no me
importó. Danny seguía cortándome distancias entre sonrisas.
La
fría madera del armario empotrado acarició mi espalda. Miré a Danny como si
realmente no estuviera a menos de dos centímetros, y sus ojos azules
encontraron los míos. Por una vez, ambos parecíamos estar de acuerdo en
corresponderse.
Su
respiración se mezcó con la mía. Profunda, cálida y entrecortada. Su aroma se
perdía en su cuerpo, incitándome aún más. Podía notar mi corazón bombardear
violentamente, cada vez más cerca del suyo. Las piernas comenzaron a temblar a
traición, cuando, a escasos milímetros uno del otro, oí el carraspeo dormido de
Dylan.
-¿Kay…?
–Su voz parecía estar despertándose.
Dejé
de respirar viendo de soslayo a través del cuerpo ladeado de Danny. La espalda
de Dylan se levantaba cansada la cama, con el torso descubierto y bocabajo. Aún
no nos había visto. Mi mirada se entrecruzó con Danny, temerosa y excitante
mientras una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. En apenas unos segundos,
habíamos hecho más ruido que en todo este rato junto.
Mi
cuerpo reaccionó solo. Aprisioné la camisa de Danny con firmeza, y su cuerpo se
dejó llevar sorprendido por mis impulsos. Supe que creyó mal, pero me dediqué a
sonreír con burla mientras habría el armario con rapidez. Dejé que sus pasos se
escondieran dentro, cubriéndolo de oscuridad mientras su cuerpo volvía a
recuperar la firmeza.
Una
sonrisa pícara se despidió entre ambos.
-¿Qué…
haces.. des.. pierta? –Susurró levantando la mirada entrecerrada y sensible
hacía mi posición.
Respiré
profundamente. Aún notaba mis piernas temblar nerviosas.
-Micaela.
Me había pedido que le llevase un preservativo, ya que no tenía –Dije lo
primero que se me ocurrió. Noté el ardor como ruborizó mi rostro, cargado de
miedo.
-Ven
a dormir, es tarde.
No
respondí. Me separé lentamente del armario, temiendo dejarlo descuidado. Danny
seguía dentro, pero no podía hacer nada si no quería meter el pie en el charco.
No
pude decir que no sin levantar sospecha. Con cuidado, volví a acostarme. La
figura de Dylan se giró de espaldas a mí de nuevo, y su respiración se
profundizó poco a poco, a cada minuto como si se tratase de horas. Finalmente,
el primer ronquido volvió a hacer aparecer la libertad.
0 comentarios:
Publicar un comentario