martes, 4 de junio de 2013

Capítulo 73 - En el armario empotrado.

                Creí despertar en un mismo sueño. La cabeza me daba vueltas, la oscuridad se convertía en un torbellino de sombras y notaba la culpa y desazón recorriendo como polillas sucias mi cuerpo. No recordé que había pasado, hasta que lo hice.
                Su respiración a mi lado verificó mi duda. Noté como el corazón se me convertía en hielo, sensible y frío, sin vida. Mierda, me dije entre un suave susurro. Qué coño había hecho.
                Volteé la cabeza, cargada de miedo para confirmar mi peor conclusión. Dylan dormía semidesnudo a mi lado. Y yo no me alejaba mucho de aquello. Noté como los ojos me ardían reteniendo lágrimas, e intenté justificarme. Yo no era así, no podía haber hecho esto. No sabía por qué demonios lo había hecho.
                Un suave golpe en la puerta me sacó de mi pesadilla. El golpe se repitió, más persistente y un suave susurro atravesó la puerta.
                Mi corazón de hielo quebró un poco al oír la voz de Danny.
                Lancé una mirada rápida a la hora. La una de la mañana. Habrían pasado dos horas desde la discusión. Me levanté todo lo rápido posible, mientras los golpecitos persistían. Me vestí tan rápido como pude, y con mi corazón bombardeando alerta, entre abrí la puerta con cautela.
                El rostro de Danny, esta vez más sobrio, me saludó con una gran sonrisa.
                -¿Qué haces aquí, Dan?
                -Lo siento por lo de antes. Pero quería hablar contigo… -Su rostro se frunció -. Me apetecía estar contigo.
                Noté como la gravedad me azotaba en la cara. Había sido demasiado cruel.
                -Es tarde, Danny.
                -¿Quieres que me vaya? –Me preguntó. No me atreví a mentirle -. ¿Ocurre algo, Kay?
                No me salían las palabras. Mis ojos bajaron hasta sus labios, donde el corte se había secado junto a la sangre. No podía ser tan egoísta y cruel de decírselo.
                -Por qué ahora.
                -Porque antes estaba equivocado. Hacía cosas sin pies ni cabeza. Pero ahora ya pasó.
                -¿En serio? ¿Eres capaz de dejar de emborracharte y enviar todas las mujeres que se te acerquen a un lado, siendo indiferente? –Carcajeé -. ¿Tienes calentura, Danny?
                Su risa se profundizó suavemente.
                -Por ti soy capaz.
                Mi sonrisa se fue rompiendo poco a poco. No podía soportar tantos cambios y tanta presión. Y tampoco podía soportar mentiras.        
                -Dylan está dentro, Danny.
                Sus ojos se congelaron. Su entrecejo se frunció, intentando no tergiversar  lo que acababa de decir, pero su rostro se oscureció en dolor poco a poco. No fui si quiera capaz de reaccionar.
                -Ven conmigo –Dijo de pronto. Su mano rozo la mía suavemente, pero sin llegar a aferrarla.
                -¿No te molesta esto que…?
                Su dedo se posó en mis labios, obligándome callar.
                -Lo veo justo. Yo he hecho cosas peores,  y menos justificadas.
                Sonreí suavemente. Notaba como mi cuerpo se aligeraba liberando presión, y su sonrisa correspondió a la mía. Aún así, tenía miedo de que se estropease aquello.
                Su sonrisa se amplió. Un paso suyo cortó distancias, obligándome a alejarme hacía la habitación mientras él me pisaba las puntas. Los suaves ronquidos de Dylan se mezclaron entre nuestro silencio, pero no me  importó. Danny seguía cortándome distancias entre sonrisas.
                La fría madera del armario empotrado acarició mi espalda. Miré a Danny como si realmente no estuviera a menos de dos centímetros, y sus ojos azules encontraron los míos. Por una vez, ambos parecíamos estar de acuerdo en corresponderse.
                Su respiración se mezcó con la mía. Profunda, cálida y entrecortada. Su aroma se perdía en su cuerpo, incitándome aún más. Podía notar mi corazón bombardear violentamente, cada vez más cerca del suyo. Las piernas comenzaron a temblar a traición, cuando, a escasos milímetros uno del otro, oí el carraspeo dormido de Dylan.
                -¿Kay…? –Su voz parecía estar despertándose.
                Dejé de respirar viendo de soslayo a través del cuerpo ladeado de Danny. La espalda de Dylan se levantaba cansada la cama, con el torso descubierto y bocabajo. Aún no nos había visto. Mi mirada se entrecruzó con Danny, temerosa y excitante mientras una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. En apenas unos segundos, habíamos hecho más ruido que en todo este rato junto.
                Mi cuerpo reaccionó solo. Aprisioné la camisa de Danny con firmeza, y su cuerpo se dejó llevar sorprendido por mis impulsos. Supe que creyó mal, pero me dediqué a sonreír con burla mientras habría el armario con rapidez. Dejé que sus pasos se escondieran dentro, cubriéndolo de oscuridad mientras su cuerpo volvía a recuperar la firmeza.
                Una sonrisa pícara se despidió entre ambos.
                -¿Qué… haces.. des.. pierta? –Susurró levantando la mirada entrecerrada y sensible hacía mi posición.
                Respiré profundamente. Aún notaba mis piernas temblar nerviosas.
                -Micaela. Me había pedido que le llevase un preservativo, ya que no tenía –Dije lo primero que se me ocurrió. Noté el ardor como ruborizó mi rostro, cargado de miedo.
                -Ven a dormir, es tarde.
                No respondí. Me separé lentamente del armario, temiendo dejarlo descuidado. Danny seguía dentro, pero no podía hacer nada si no quería meter el pie en el charco.
                No pude decir que no sin levantar sospecha. Con cuidado, volví a acostarme. La figura de Dylan se giró de espaldas a mí de nuevo, y su respiración se profundizó poco a poco, a cada minuto como si se tratase de horas. Finalmente, el primer ronquido volvió a hacer aparecer la libertad.

0 comentarios:

Publicar un comentario