Con
destellos seguidos, la discoteca oscurecía y volvía a alumbrar en una milésima
de segundo. La música retumbaba como tambores en mis oídos, y un fino chirrido
me ensordecía. Seguí entre la gran multitud a Giovanna, quién parecía saber
dónde se encontrarían los chicos.
Aquella
misma noche, habíamos quedado todos de acuerdo en tomarnos una pequeña fiesta
durante el tour. No era que me desilusionase la idea, pero con mis pensamientos
ambiguos rondando por mi cabeza, prefería alejarme de música que rallara aún
más mi cabeza.
Noté
un suave brazo atraparme de entre la multitud de personas borrachas, drogadas o
simplemente locas. Mis ojos se tomaron con los verdosos de Dylan, mientras una
sonrisa suya se embozaba, dedicada a mí pero saturada de estrés.
-Dime
que sabes dónde se dirigen –Dijo casi de imploro.
-Giovanna
parece que sabe dónde va –Le sonreí. Su mano atrapó la mía, entrelazada, y
comencé a llevarme entre la multitud.
Poco
a poco, el gentío se fue disipando. La barra, luminosa y abarrotada de jóvenes
en los taburetes descansaba. El ruido de las botellas agitarse y de las risas
sobre temas de cotilleo sustituyeron al bullicio ensordecedor.
La
figura de Harry se alzaba cerca de la barra. Un brazo suyo rodeaba a Izzy,
quién miraba su rostro con una sonrisa ensimismada en sus labios. Aquella
escena me enterneció, al igual que encendió. Hermosamente odiables.
Tom
se levantó de uno de los sofás que se apilaban en línea. Casi corrió hasta el
reencuentro de su novia, y con un abrazo acompañado de un beso, la saludó entre
círculos suspendidos en el aire. Lograban darle una intensidad a la relación
cada día, que resultaba envidiable.
-¿Quieres
una copa? –Susurró de nuevo Dylan, con la impertinencia de acercar sus labios
demasiado a mis oídos.
-¿Pretendes
emborracharme?
-¿Se
nota mucho mis intenciones? –Bromeó. Una sonrisa aflojó en su garganta -.
Simplemente quiero traerte una copa. Tal vez acompañada de algún decoro que
mejore la presentación.
-Bueno,
está bien –Sonreí mientras le daba un momento la espalda a los demás -. Vodka
azul con lima.
-¿No
es demasiado ligero?
-No
pretendo que me emborraches.
Una
sonrisa volvió a asomarse en sus comisuras. Su cabello rubió se removió al
ladear su cuerpo, mientras su figura erguida fue desapareciendo de nuevo entre
la cantidad de multitud que apilaba en la barra. Di media vuelta, acercándome a
los demás.
Micaela
se había sentado en uno de los sofás. Parecía conversar abiertamente con James,
quién la escuchaba embozando una sonrisa y rodeándola de un brazo. Charlie, a
su lado, jugueteaba callado con su pajita ya usada de su copa vacía. Parecía no
tener permiso de unirse a la conversación.
Un
poco más lejos, Danny descansaba en uno de los sofás. Compartido únicamente por
una morena desconocida, parecía absorto pero sin conocimiento en lo que ésta le
decía. Noté mi pecho arder, mientras mis ojos y sentidos analizaban a aquella
muchacha. Veinte y pocos, pantalones cortos y camiseta escotada. Mi cabeza le
asignó su respectivo adjetivo, mientras me obligaba a apartar la mirada de
todos ellos.
Dylan
me sorprendió detrás de mí. Una sonrisa volvía a saludarme. Alzó mi copa
azulada, con una rodaja de limón suspendida en uno de los bordes. Acercó la
pajita a mi boca, mientras me permitía darle un sorbo.
Tenía
buen saber. Muy buen sabor.
-Gracias
–Le dije apoderándome de ella -. Un trajo de esto no me vendría mal ahora.
-¿James
y Mic se traen algo? –Dijo de pronto. Su ceño se frunció en mi espalda, pero no
me volteé. Me encogí de hombros, dando otro sorbo -. James parece estar muy
apegado a ella.
-He
notado algo, pero Micaela aún no me ha contado nada -Le guiñé un ojo -. Te mantendré
informada si me entero de algo.
Una
carcajada volvió a salir aflote. Sus ojos se desviaron a la pista de baile,
dónde todos se amontonaban. La música tentaba en salir, pero mi pensamiento
comenzó a crearse sus historias. No quería salir, y deseaba que Dylan no me
pidiese hacerlo. Sinó, un no sería difícil de pronunciar.
-¿Quieres
bailar? –Dijo ignorando mis peticiones silenciosas.
Cerré
los ojos lentamente. Intenté dibujar el no en mi pared negra del cerebro, pero
esta se repelía cuando lo intentaba. No quería ser tan egoísta de ignorarle; no
quería decir que no ha algo que yo misma quería decir que sí. A fin de cuentas,
no quería pasarme toda la noche
sujetando un cubata de vodka azul viendo a los demás divertirse.
-¡Di
que sí! –Oí a mi lado. Ladeé la cabeza, sobresaltada a tiempo de ver a Danny
apoderarse de mi pajita y darle un sorbo a mi copa. Sus ojos azules resaltaron
desde abajo, en silencio, mientras arrastraba a su compañera hacía la música -.
Natasia y yo vamos ahora allí.
Mis
ojos se arrastraron hacía los color miel de Natasia. Una sonrisa pícara parecía
analizarme, al igual que yo a ella. Noté mi cara arder furiosa. Estaba furiosa,
y no quería estarlo. “Te ignora. Querías eso, Kay”, me dije. Pero yo misma me
desmentí.
Días
atrás había insistido en no dejarme a solas con Dylan. Hoy, acompañada de una
chica de malas pintas, me incitaba a hacer lo contrario. Podía oír a mi corazón
gritar furibundo, queriéndolo ahogar.
Pero
reprimí una sonrisa mientras él me la devolvía con soberbia.
-¿No
te parece mala idea irte a bailar con…? –Fruncí el ceño, ironizando -.
¿Natasia, se llamaba?
Su
sonrisa desapareció y su ceño de frunció. Su paso se detuvo cerca de nosotros,
mientras ampliaba mi sonrisa.
-¿Mala
idea? –Repitió, incitándome a seguir.
-Creo
que tengo que hablar de algo serio contigo, Dan –Quise pedir. Su sonrisa
reapareció sinuosa, mientras notaba su enmarañada confusión a mi alrededor -. Nada
en especial.
Pareció
ignorar mis últimas palabras. Su mano se soltó de Natasia, sus ojos se
encontraron medio segundos con los de Dylan, quién parecía tan absorto en la
confusión del tema que no se percató de las intenciones de Danny. Su mano
encontró la mía, azorándome, mientras comenzaba a arrastrarme lejos de todo el
mundo.
-Un
segundo. Hablemos ahora –Dijo para
nuestros acompañantes.
Me
dejé arrrastrar en silencio sin mirar atrás. Sonreí maliciosamente, mientras
veía sus prisas en saber del tema aquel. Sus pasos se pararon en compañía de
los míos, en el revuelco de sombras en la esquina más apartada. Su cuerpo dio
media vuelta, situándose delante de mí mientras sus ojos me observaron con
firmeza, serenos.
Sus
pecas adornaban su rostro con cierto aspecto lóbrego, resaltando el azul
grisáceo.
-¿Celosa?
–Cuestionó. Una sonrisa de lado afloró con picardía.
Sonreí
superando la suya. Bien se equivocaba; bien acababa de revelar su aún atención
por mí.
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