miércoles, 29 de agosto de 2012

Capítulo 5:


-Kay, lleva estos cortados a la mesa trece, deprisa –Me ordenó Evan, sereno.
Evan era mi jefe. Rondaría los treinta y pocos años, tenía un cabello castaño y pocas veces lograbas verle de buen humor. Pero era bondadoso y generoso, y sobre todo, paciente. Combinaciones que no terminaba de entender.
        Sin decir nada, asentí para mi misma y agafé con torpeza las tres tazas. Peligraron durante el viaje, esquivando clientes que venían y salían, pero finalmente llegaron a su destinatario. Con un suspiro, comencé a limpiar las mesas que iban quedando libres.
        Los lunes eran odiosos. Eran los días laboriosos en los que más gente parecía querer pasarse por una cafetería. En cierto modo, era mejor, pero en mi cabeza solamente pasaba el cansancio y dolor de espalda que conseguía darme aquella clientela.
        En aquel momento, Micaela llegó a mi posición. Me golpeó suavemente con el codo, haciéndome seguir su mirada. Me incorporé, y no tardé en descubrir que era lo que quería decirme. Mike había llegado; sus gritos diciendo buenos días a todo el mundo eran inconfundibles.
        -Con esas pintas su apariencia de gay queda oculta, ¿no crees? –Le susurré a mi amiga, y con una carcajada, volvimos a la barra. En aquel momento, Mike abría la nevera para colocar la carne.
        -¡NO! –Gritó Mic, lanzándose hacía él -. Mike, te dije que no ordenaras tu la carne, que la colocas mal.
        -Pues hazlo tú –Dijo a regañadientes mi amigo, y se apartó de la nevera. Sin que la rubia le viera, le enseñó la lengua en señal de burla -. ¿Hay buen ritmo hoy, no Kay?
        -Demasiado para mi gusto –Dije. Abrí la boca para seguir hablando, pero entonces descubrí la mirada de Evan, a lo dejos, observándome tensamente. Con un suspiro, me encogí de brazos -. Tengo que trabajar.
        El homosexual asintió y despidiéndose de mi con la mirada, me di la espalda. En aquellos pocos segundos de mi ausencia, la barra ya se había llenado de decenas de cafés y otras infusiones.
        -Kay, lleva estas últimas tazas a la mesa cinco –Me volvió a ordenar Evan.
Varios compañeros y compañeras mías comenzaron a ponerse en marcha al mismo tiempo que yo. Agarré las cuatro tazas que podía sujetar, y una compañera más que conocía simplemente del trabajo, agafó otras tres tazas. Seguí sus pies, concentrada únicamente en las tazas. En aquel momento, la seguridad de su contenido era lo más importante para mi.
        -Si no miras te chocarás contra la mesa –Dijo con una carcajada una conocida voz.
Las tazas tambalearon en mis manos. Levanté medio segundo la vista, lo suficiente para que, boquiabierta, depositara las cuatro tazas en la mesa. Mi compañera desapareció antes de que me diera cuenta, ignorando aquel comentario, pero mis pies permanecieron sellados junto a la mesa.
        -Me alegro de verte, Kay.
James había vuelto a acudir al bar, pero esta vez iba más acompañado que nunca. Despegué la vista de sus pícaros ojos, y me centré en los demás. Tres chicos y tres chicas estaban sentados a su alrededor. A uno de ello ya le conocía: Charlie me miraba sonriente, mientras acercaba su infusión hacía él.
        -Te he traído clientela, ¿ves que generoso soy?
        -Sí, muchas gracias James. Pero los lunes son los días más estresantes.
        -Al menos he traído a alguien, ¿no? –Asentí, con una sonrisa -. Bueno, ya conoces a Charlie. Estas son Giovanna –Señaló a la más próxima a él. Tenía ojos y cabello castaños, repletos de rulos y una sonrisa embozada en un bello rostro -, Frankie –Morena, de ojos negros y pelo corto. Me sonrió levemente pero no tardó en apartar la mirada de mí, indiferente – y Carrie –Esta se sentaba al lado de Giovanna. Tenía rulos como ella, pero más vivos. Su cabello era de un rubio natural, precioso, y unos ojos cafés le adornaban su cara afable.
        -Encantada. Soy Kay.
        -La chica de la que os he hablado –Añadió James. Le miré confusa, pero no tardó en acabar las presentaciones -, y estos son mis amigos Charlie, como bien conoces, Dougie –Un chico rubio, con ojos más azules intensos que los de James me sonrió amablemente. No pude evitar devolverle la sonrisa. Su cara conservaba ciertos detalles infantiles – y Tom.
        No pude evitar fruncir el ceño cuando centré mis ojos en el rubio de cabello levantado que me sonrió. Sus ojos cafés, muy parecidos a la tal Carrie se fruncieron cuando descubrieron mi confusión. Un hoyuelo se formó en la comisura de sus mofletes, y sin evitarlo, cambié mi faceta de confusa a una sonrisa.
        -¿Eres Tom? –Él asintió -. Vaya, James me ha hablado de ti.
        -Le conté la historia de Busted –Contrarrestó James cuando Tom le miró.
        -Oh, pues encantado. Yo también creo haber oído hablar de ti –Fruncí el ceño, pero esta vez mi mueca no se vio respondida -. James nos ha hablado bien de ti.
        -Y que lo digas. Insistió mucho en que viniéramos a desayunar aquí –Dijo con una sonrisa Carrie. Sonrió, al igual que Tom, y encontré más detalles de semejanza en ella y aquel nuevo conocido.
        -¿Te sientas con nosotros? –Preguntó James, señalando con una mirada a la única silla libre.
        -Oh, no puedo, estoy trabajando, pero gracias. Si tengo tiempo libre lo haré, pero ahora…
No pude terminar. De nuevo, aquel chillido que ya no dudaría de saber de quien se trataba inundó el bar. El bullicio de voces enmudeció, y logré girarme a tiempo de encontrarme la cabellera pelirroja corriendo como una fiera hacía nosotros.
        -CHARLIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE.
Mike llegó, más rojo de lo habitual a nosotros. Miró estupefactazo al castaño de cejas, que se había incorporado un poco en su asiento, pero sus ojos comenzaron a mirar incrédulos a James y él. Sabía que venía ahora. El momento de fangirleo.
        -¡Kay, lo has conseguido! –Me gritó, dándome un beso en la mejilla. Las voces del bar aparecieron de nuevo, desinteresadas por las palabras del homosexual -. ¡Qué rapidez, Dios mío! Aquí están… -Sus ojos brillaron maravillados, pero de pronto, frunció el ceño -. ¿Y Matt?
        -Em, no ha podido venir… -Habló James. En aquel momento, un suspiró emocionado y completamente acusador de su homosexualidad hizo que mi recién amigo se callara.
        -James Bourne… ¡no me puedo creer que te tenga delante! Busted alegró mis días más de lo que os pensáis, ¡pero os separasteis! Creí que no tendría la oportunidad de veros pero aquí estáis, frente a mí, tan…
        -¡Kay! –Oí un grito a mi espalda. Cerré con fuerza los ojos, y con un movimiento suave de talón, me giré.
        -Tengo que irme, chicos. Hay mucho trabajo –Murmuré. James, Charlie y los nuevos desconocidos asintieron, y las palabras de emoción del pelirrojo se reiteraron.

                                                                              POV TOM

Vi como aquella camarera se marchaba. Fruncí el ceño, confuso, y algo nervioso se removió en mi interior. Intercambié una mirada con Giovanna, que me bastó para saber que ella pensaba igual que yo. Lo compartía todo con ella, más que con nadie.

                                                                              *Flashback*


Observé como la puerta de la tienda se cerraba en un golpe seco, lleno de rabia y confusión. No me moví del sitio. Esperé a confirmar como la figura de Danny se apoyaba contra el cristal, esperando que saliera de la tienda, mientras la lluvia caía con fuerza. Una vez seguro, me volteé y miré a la pitonisa.
        -¿Qué más sabes de esa chica?
        -¿Crees en esto, Thomas? –Preguntó Karen. Me encogí de hombros, apretando los labios,  y esperando que siguiera -. No creía que lo más conveniente fuera que Daniel lo escuchara todo. No es bueno saber tu propio futuro, ¿sabes?
        -¿Y yo puedo saber el suyo? –Me levantó una ceja -. Es mi amigo, uno de mis mejores amigos. Y sé que él está feliz con Georgia, por eso me asusta un poco la idea de esa chica… sea o no sea verdad.
        -El destino se puede cambiar, Thomas. Y esa chica no es ningún monstruo, ni arpía ni nada. Según parecer, es una chica bastante normal, fuera de lo que siempre se ve. No llamará la atención, no pretenderá hacerlo. No será ni siquiera de Londres, y estará aquí de vacaciones.
        -¿Cuándo?
        -No lo sé concretamente, señorito Thomas. Tal vez un año, o poco más. Llegará conforme el invierno se acerqué, y tendrá un puesto como camarera en un bar no muy lejos de aquí. Siete u ocho manzanas.
        -¿Y nada más? ¿Ni cómo la conocerá, o que ocurrirá con ellos? Me gustaría saber reconocerla cuando la viera.
        -La reconocerás de sobra con esta información. Tu la conocerás en su puesto de trabajo, gracias a un amigo tuyo que trabajó contigo, pero que no tardasteis en separaros. Sabrás quién será por su forma de ser, o su peculiar personalidad. No tengas miedo de no reconocerla.
        -¿Y Danny sabrá reconocerla?
        -Daniel se interesará por ella antes de lo que él se cree. Pero todo a su debido tiempo, Thomas.
En aquel momento, las palabras de la pitonisa Karen se vieron interrumpidas con varios golpes en la puerta. Me giré, y vi como la figura impaciente de mi amigo esperaba. Su mirada atravesaba el cristal, nervioso, y con un suspiró, escondí una mano en mi abrigo.
        -¿Cuánto le debo?
        -No hace falta que pagues esta consulta. Alguien acabará volviendo a verme –Levanté una ceja, confuso -. Ya nos veremos, Thomas. Que te vaya bien con tu pareja.
        Me detuve en seco cuando la sacó al tema. La mirada de Karen bajó, divertida, y sin ganas de reiterar el tema, me dirigí hacía la salida de la tienda. Aquello era una tontería, una completa tontería que seguramente fallaba en su visión, pero los pequeños detalles que acertaba hacían dudar. Zarandeé la cabeza, y sacando mi paraguas, salí de la tienda. Danny ya se había escondido en su capucha.
        -¿Qué te ha dicho?
        -Nada en especial. Tonterías –Sonreí. Danny asintió, y cómo pudo, sonrió. Pero sabía que seguía nervioso -. Dan, la mitad de estas mujeres fallan en su trabajo.
        -Ya lo sé, Tom. No me creo sus palabras. Yo con Geo me veo un futuro, ¿sabes? Y eso es lo único en lo que creo.
        Suspiré, asintiendo, y comencé a caminar en silencio por las frías calles de la ciudad. La duda de si debía creer o no en las palabras de la vidente me comían la cabeza.

                                                               **Fin Flashback**

martes, 28 de agosto de 2012

Capítulo 4:


Los fines de semana siempre pasarán más deprisa cuando te espera un lunes cargado de trabajo y estrés.
El domingo cayó antes de que apreciara la libertad del sábado. Libertad de pasear libremente por Londres, tranquila y apreciando la fría ciudad. Pero al día siguiente, aquel nubloso domingo que amenazaba con lluvia, había decidido pasarlo junto a mis amigos. Un poco de desconexión nunca viene mal.
        Mike, cómo siempre, fue el último en llegar. Había decidido reunir a aquellos tres amigos con los que más amistad compartía desde el casi mes que llevaba en la ciudad inglesa.
        Cómo ya conocéis, estaba Micaela, tan arreglada como siempre pero con la pesadumbre de que fuera domingo. A ella era a quien peor le sentaban aquel día, pero su sentido del humor no faltó por la tarde.
        Mike, el muchacho pelirrojo y homosexual con el que hice amistad la primera semana de encontrar trabajo, fue el último en llamar a mi timbre. Era extraño no verle con el cabello revuelto en un remolino y su camisa blanca sucia por la sangre de la carne. Aquel día, volvió a cambiar su look de carnicero por el de minucioso.
        Y por último, y la más puntual de todas, está Lara. La conocí el mismo día en que encontré aquel piso en alquiler. Vivía dos pisos más arriba, y casualmente coincidimos sacando la basura a la noche. Ella se había detenido enfrente del cubo de basura, pensativa, y yo sin haberlo podido evitar le había preguntado que le ocurría. Fue entonces cuando descubrí su profundo interés por el arte. Era de un moreno aliciente, ojos grandes y castaños y cabello marrón oscuro, con el cual siempre lograba hacerse cabellos extravagantes pero que sin duda, a ella le paraban bien. Tenía también una forma extravagante de vestir, pero su buen humor, extraño incluso más que el de Micaela y un poco atrevido. Pero sin duda, podría hacerte reír con cualquier semejanza.
        -Está conversación está tan apagada como mi vida amorosa –Murmuró Mike, casi acostado en el sofá cuando entré al salón, con el cuenco lleno de palomitas -. Y encima esta maldita lluvia nos aleja de la vida social.
        -¿Qué tu vida social? –Se extrañó Mica, acoplándose en su butaca -. Mike, hace menos de una semana que tuviste tu último ligue. Por Dios, ¡soy yo la que morirá sola como siga a este paso!
        -Me parece que antes que tú acabará Kay –Contradijo Lara, dejándome espacio en el sofá. Fruncí el ceño y la miré azorada -. Kay lleva menos tiempo que tú sin un hombre en su vida.
        -Eso es verdad.
        -Gracias, chicos, sois muy… -Intenté agradecer con ironía entre una carcajada, pero Micaela no me dejó terminar.
        -Me parece que no estáis actualizados. Ayer mismo vuestra querida Kay tuvo una cita, ¿sabéis?
Las miradas castañas de Lara y Mike se giraron como metralletas, exigiendo un resumen del día. Negué con la cabeza con una carcajada, mientras miraba a mi amiga, que había comenzado a zampar palomitas.
        -¿Con quién? –Preguntó Lara acercándose a mí. Mi pequeño espacio de libertad desapareció.
        -No Mic, no fue una cita. Simplemente me invitó a un café…
        -Se pasó toda la tarde con él y a saber hasta que hora estuvo –Ignoró mi comentario.
        -¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene? –Empezó Lara.
        -¿Es guapo? ¿Tiene abdominales? ¿Color de ojos? ¿Simpático? ¿Bisexual tal vez? –Terminó Mike.
        -Según sé –Contestó Mica por mí, sonriendo abiertamente. Boquiabierta yo, me limité a escuchar sus exageraciones -, sé llama James, le pidió una cita a punto de terminar su turno el jueves y el viernes apareció cómo si nada en la puerta. Es bastante mono, hay que admitir. ¿No? –Su mirada buscó mi opinión.     
        -Es sólo un amigo, chicos –Aclaré intentando calmar la situación -. Y me quita muchos años, ¡tiene veintiocho! –Las bocas de mis amigos se abrieron como platos -. Es castaño, con un buen sentido de humor, algo extraño a veces pero consigue hacer reír. Se gana enseguida la confianza, tiene ojos azules y es músico. Tenía una banda de música hace años, pero sé lo dejó por..
        -¿Cómo se llamaba su grupo? –Preguntó curioso Mike, aferrando el cojín con fuerza.
        -Creo que me dijo que… Busted tal vez.
Bastó con que murmurara la última palabra para que Mike explotara a chillar. Sus gritos eran agudos y refinados, y no fui la única que se obligó a taparse los oídos para evitar el dolor. El pelirrojo comenzó a caminar por la sala, moviendo sus manos con fuerza como si necesitara aire, y cuando terminó de calmarse, corrió hacía mí.
        -JAMES BOURNE.
        -No sé como se apellida, Mike –Dije entrecortadamente. Miraba a mis ambas amigas antes que a él. Ambas no entendíamos la situación -. ¿Qué sucede con él?
        -¿Qué que sucede? Que es James Bourne, Kay. ¡Has conocido a James Bourne! –Ahogó un nuevo gritito y comenzó a morderse las uñas, mientras se sentaba en el suelo -. Necesito que me lo presentes. A él y a Matt y Charlie.
        -Ni siquiera conozco a sus amigos.
        -¡Pero sí a él! –Me agarró por los hombros con fuerza, obsesionado -. Kay, estuve siguiendo a su grupo desde el principio, ¡Charlie era mi preferido! Puede que hayan pasado años, ¡pero yo sigo queriendo conocerles!
        -Está bien, está bien, ¡pero cálmate! –El homosexual asintió, y respirando profundamente, regresó a su lugar -. Haré lo que pueda para que le conozcas. A él y a sus dos amigos.
        El pelirrojo aplaudió suavemente, y apretando los dientes, comenzó a zampar palomitas. Era extraño verle comer; normalmente era estricto ante su dieta vegetariana.

__________________________________________________________________________________
Me deprimo yo misma viendo lo sosos que están siendo estos capítulo, pero prefiero hacer escenas diferente por cada chapter.

lunes, 27 de agosto de 2012

Capítulo 3:

Con un suave golpecito, hice resbalar la última gota de zumo de melocotón al vaso, y con un suspiró me bebí el último sorbo. Alcé un poco la vista, serena, y observé la mesa repleta de botellitas de zumo de melocotón. Sonreí para mi misma, y me recosté en la silla. Llevaba 2 horas hablando con James, y durante el periodo habíamos hecho el concurso de haber quien bebía más zumos de melocotón. Desgraciadamente él se había llevado la victoria.
        -¿Por ser el ganador me merezco un premio, no? –Dijo de repente con una carcajada.
Alcé la mirada hasta sus ojos azules y fruncí el ceño. La noche ya había caído, oscureciendo su rostro y dando a mi entorno una imagen más triste. No me gustaba la noche. Todo parecía más melancólico para mi vista.
        -Que no se te suba a la cabeza –Dije cruzándome de brazos -. Dime que premio quieres y te diré si te lo concedo –Alcé una ceja, esperando su respuesta.
        -Mmm, está bien –Sonrió -. Pero primero dime, ¿soy yo o parece que ya tienes confianza conmigo?
        -¿Quieres como premio mi nombre?
        -Saber tu nombre al final de la velada no era mi premio. Simplemente tengo curiosidad, desconocida.
        -Dime qué premio quieres y luego te diré si quiero mi nombre –Le sonreí victoriosa.
        -Está bien, lo que usted diga –Suspiró, y apoyó sus codos en la mesa -. ¿Puedo pedir cualquier cosa?
        -No.
        -De acuerdo… -Apartó la mirada de mi, pensativo –. Si pidiera una cita cómo premio, ¿Qué me dirías?
        -No tengo tiempo para citas.
        -¿Ni cómo regalo de un premio?
Suspiré. Una vez más, observé a James. Apenas le conocía del día anterior, de unas pocas palabras y de dos horas como “amistad”. Pero por el momento, había sido agradable. Tenía que admitir que cierto toque suyo me resultaba aliciente, pero de aquello no pasaba. No era una chica muy abierta a citas y al amor, pues todas las veces que me había arriesgado a aquel sentimiento o alguno parecido, la cosa ha acabado en lágrimas. Y James no era una de las personas por que querría llorar y menos aún, perder algún tipo de amistad si la tuviéramos en el futuro.
        -Te podría dar una cita con Micaela, que sin duda, es mucho mejor que yo –James frunció el ceño -. Mira James, eres un tipo muy alegre y amable, pero evito el tema de las citas y los hombres. Simplemente estoy en Londres buscando unas vacaciones tranquilas, sin problemas, y me gustaría seguir así. Si quiero citas, no es en este momento.
        -Está bien, lo comprendo –Aceptó libremente. Di un suave respingo, sobresaltándome. Aquello había resultado muy fácil -. ¿Y tú número de teléfono?
        -¿Sólo eso? –Él asintió -. ¿Estás seguro?
        -¿Quieres que te pida otra cosa o qué? –Preguntó con mirada pícara. Negué con la cabeza rápidamente.
        No pude evitar sonreír. Desgarré un trozo de papel de la mesa, y aceptando el bolígrafo que me ofreció James de la nada, apunté mi número. Frunció levemente el ceño, pues aquel número era el mío de España, pero pareció recordar mi procedencia.
        Y de repente, silencio.
Era un silencio incómodo. Miré a través de la ventana, con un suspiró, y me impresioné cuando descubrí las gotas de lluvia caer sobre el cristal. El vaho me nublaba la vista, pero sabía que ya era hora de cenar.
        -Será mejor que me vaya a casa. Tengo que cenar.
        -Si no tengo suficiente confianza contigo, reitero la cita para ganar más “puntos” de…
        -Nada de citas –Recordé con el dedo índice.
Esperé a que el camarero de antes llegara, y obligando a James a que yo pagase mi parte de zumo, salimos juntos del bar. Nos cubrimos rápidamente del toldo, resguardándonos de la lluvia. Me volví hacía él, alegre, y descubrí que estaba más cerca de lo que pensaba. No lo demasiado cómo para que debiera alterarme, pero lo estaba. Con un rápido paso, me separé de él.
        -¿Quieres que te lleve a casa? –Me propuso arqueando las cejas.
        -Oh, no, mejor no. Prefiero coger un taxi.
        -Desconocida, no me es molestia. Además, así sabré donde vives y podré ir a molestarte.
        -Muy tentador, sí –Dije carcajeando -, pero gracias de verdad. Un taxi me llama más la tentación –Él suspiró, aceptando -. Tal vez la próxima vez.
        Salí de la protección del toldo, y como balas de fuego, las gotas comenzaron a mojarme entera. Corrí hacía el final de la acera, y estiré mi dedo pulgar para llamar a un taxi. Pero James no había dejado ahí el tema. Sin alejarse de la protección del toldo, gritó por encima del ruido de la lluvia:
        -¿Habrá próxima vez?
        -Creo que ni tu ni yo sabemos el futuro –Me encogí de hombros. En aquel momento, un taxi comenzaba a disminuir la velocidad delante mía -. ¡Me alegro de haberte conocido, James!
        -¡Espera! –Me volvió a llamar, saliendo del toldo y poniéndose al alcance de la lluvia -. ¿No me merezco algo?
        Volví a reír, alegre de verdad, y abriendo la puerta del taxi pero sin entrar, dije con un último grito.
        -Kay, me llamo Kay.
Y me escondí dentro del taxi.
        James se perdió entre las gotas de lluvia tan rápido como cuando el coche arrancó. Suspiré, cansada, y me intenté secar mi ropa húmeda, a pesar de que fuera en vano. Di mis dirección, y apoyando mi cabeza sobre el cristal, comencé mi lucha contra Morfeo. 

__________________________________________________________________________________

Holaaa Ü bueno, con esta nueva plantilla para el fic aún no he descubierto como responder comentarios, porque lo he intentado y no sé .____. pero bueno, muchas gracias a esas pocas personitas que me comentaron... ¡al menos he comenzado con seguidores! Pero he cambiado de opinión :3 Creo que prefiero que sigáis el fic antes que tener comentarios (cuanto más de todo mejor, jojoj), así sabré cuanta gente se lo lee *-* pero bueno, no os obligo a nada.
Muchas gracias a todos Ü Espero que os esté gustando
~Eva

domingo, 26 de agosto de 2012

Capítulo 2:


Me despojé de la última prenda que formaba mi oscuro uniforme de camarera y esperé a Micaela. Aquel viernes por la tarde, el bar estaba completamente vacío. Ni la mesa de chicas ni chicos del día anterior habían vuelto al bar, y en el fondo, lo agradecía. Había estado el día entero preocupada de que las palabras de aquel tal James fueran verdad, pero con la seis en punto sonando en el reloj de la entrada, me confirmé yo misma de que habían sido meras palabras, y que no aparecería. Ni él ni sus amigos.
        El bar se fue vaciando poco a poco, dejándonos a mi y a mi amiga las últimas, cómo siempre. Durante mi espera, me arriesgué a mirar por la gran ventana. Sonreí al no encontrar el cristal bañado de gotas de lluvia. Estaba nublado, como la mayoría de días en Londres, pero el cielo no amenazaba con llover y menos con una tormenta. Iba a poder ir a casa tranquila y sin peligro a resbalarme.
        -Mike había vuelto a dejar la carne desordenada en el frigorífico –Se excusó la rubia cuando salió de la cocina -. Le he dicho mil veces que me lo deje al lado, así yo misma me encargo de hacerlo.
        Mike era nuestro carnicero, el chico gay que tan desesperado estaba. Era pelirrojo, con un tupé de cabello que contrastaba con su forma extravagante pero moderna de vestir. Tenía la cara repleta de pecas rojizas, y unos ojos castaños claros que las resaltaban más. Tenía veintiún años y además de ser nuestro carnicero, era también un buen amigo nuestro.
        -Debes estar atenta. Sabes como es y da igual que se lo repitas mil veces; lo seguirá haciendo.
Mic suspiró, haciendo entender que ya sabía. Cogió su pequeño bolso, y colgándoselo del hombro, me dio permiso para poder abandonar aquel bar de una vez.
        Un aire frío, cómo el de siempre silbaba en la calle. Las hojas marrones caídas de los árboles formaban pequeños remolinos de viento, que acaban cayendo cómo lluvia sobre tu cabeza. El cielo era de un azul marino oscuro, pero era un día precioso comparado con los habituales anocheceres mojados.
        -¿Irás a pie o en taxi? –Me preguntó mi amiga, comenzando a caminar hacía nuestra esquina que nos separaban.
        -Creo que a pie. Prefiero gastarme el dinero en taxi cuando llueva.
Micaela asintió, callada. Supe que no podía decir mucho más para animar la conversación, de modo que seguí caminando, con la mirada fija en mis zapatillas, con los cordones ya grises saltando como ranas. De derecha, a izquierda. De derecha, a…
        Un pitido de un claxon nos hizo detenernos a las dos. Mic y yo intercambiamos miradas, seguidas de una risa por nuestro ridículo, y sin comentar nada más, intentamos disimular siguiendo andando…
        Pero nada más nuestros pasos reemprendieron la macha, el claxon comenzó a pitar de nuevo. Fruncí el ceño, y por curiosidad, me giré. Micaela me imitó.
        El corazón se me paró medio segundo cuando, de repente, vi agitarse algo en un mercedes, aparcado cerca de nosotras. Diferencié al muchacho de dentro, que pronto abrió la puerta y salió. Sus pasos comenzaron a caminar hacía nosotras, despreocupado y sobretodo, ignorando mi cara de pasmada.
        -Oh, no –Balbuceé para los oídos de Mic antes de que James llegara hasta nosotras.
        -¿Preparada? –Preguntó con una sonrisa en el rostro.
        -¿Preparada para qué? –Pregunté, cruzándome de brazos -. Te dije ayer que no.
        -Me dijiste que no tenías tiempo para citas, pero no para conocernos, desconocida.
James arqueó las cejas, incitándome de nuevo a aceptar, pero fruncí el ceño, fingiendo enfadarme.  Por otra parte, Micaela comenzó a carcajear de forma atropellada, y entre risas, dijo:
        -Vamos desconocida, no te cuesta nada desconectar un poco. Te pasas de lunes a viernes aquí encerrada, ¡sal un poco!
        -Habló –Murmuré con una risita -. Ni siquiera le conozco, Mic.
        -Y menos yo a ti –Volvió a interrumpir James. Me giré para verle, y una sonrisa alegre se dibujaba en su rostro -. Además, simplemente quiero saber al menos tú nombre.
        Volví a arquear una ceja. Miré a Micaela, desde arriba, sin decidirme, pero la rubia me alzó las cejas en señal de que aceptara. Con un suspiro, me encogí de hombros, y quitándole importancia dije:
        -Está bien…
Sofocando un gritito de emoción por parte de Micaela, cabizbaja seguí a James. Subí a su mercedes, sin comentar nada, y él no tardó en subir.
        -Escucha desconocida, si no quieres venir dímelo. No quiero que te sientas cómo “obligada” a hacerlo.
        -No, está bien –Dije con una sonrisa en los labios -. Supongo que será divertido, ¿no? Pero nada de citas.
        -Nada de citas –Entendió, y con una nueva sonrisa, arrancó el motor.
El coche atacó por algunas calles de Londres que ni siquiera me sonaba de haberlas visto. Balcones alegres lleno de flores comenzaron a aparecer, junto a pequeñas viviendas que alegraban la vista. Bajo estas, restaurantes y pequeños bares comenzaron a aparecer. Aquel era un barrio encantador.
        -¿Dónde estamos? –Pregunté cuando paró el coche en la acera.
        -Si te lo dijese perdería la gracia.
No pude evitar sonreírle. Mi sonrisa fue respondida por una suya, y callados empezamos a caminar por las calles de aquella manzana, buscando algún bar. James poseía un humor bastante curioso, y más aún curioso, un humor que incluso me divertía.
        Paró enfrente de uno de los bares más llenos del barrio. Dejándome llevar por sus pasos, entramos dentro de la cálida estancia, donde mesas expuestas en filas se alineaban. Pocas quedaban libres. Había gran cantidad de cuadros caseros, dibujados a mano y de gran calidad. Flores, paisajes rurales o simplemente retratos de personas estaban expuestos al público. Me quedé maravillada observándolos.
        -¿Te gusta el arte? –Me preguntó, sobresaltándome cuando nos sentamos en una pequeña mesa.
        -Lo sé apreciar, pero no es mi fuerte. Aunque tengo una amiga que sí estaría realmente interesada en estos cuadros.
        -¿Y la música?
        -Sin duda me gusta más que el arte. Además, ¿a quien no le gusta la música? –James rió, bajando la vista. Clavé mis ojos en él, intentando apreciar alguna mueca cuando empecé a hablar -. Puedes llamarme tonta o como quieras, pero muchas veces la música me ayuda más que incluso mis amigos. Ella siempre está ahí, siempre habrá alguna canción que te entienda a la perfección, y que te no te haga sentir sola. Puede hacerte reír, llorar o recordar, e incluso a veces llegas a querer a la música más que a las personas –Cuando levantó su mirada azul para verme, fue cuando aparté rápidamente los ojos de él -. A veces cuando les cuento esto a mis amigos no logran entenderme. Tal vez ni siquiera yo me entienda.
        -Te entiendo. –Musitó. Fue suficiente para que le mirara -. Yo trabajaba cómo cantante, ¿sabes? Tenía un grupo de música con Matt y Charlie. Pero lo dejamos hace años.
        -¿Por qué?
        -No lo sé. A veces ocurren cosas sin explicación, ¿no? –James suspiró -. Se llamaba Busted. Antes de empezar con el grupo, tuvimos que echar de él a un amigo nuestro. Nuestra discográfica pensaba que para un grupo era mejor que hubieran tres miembros, y no cuatro. Muchas veces pienso que si Tom hubiera seguido en el grupo, tal vez Busted seguiría en pie.
        -¿Tom?
        -Se llama así.
        -¿Y qué fue de Tom?
        -Consiguió formar su banda. Y eran cuatro en ella. Dos guitarristas, uno de ellos él. Un bajista y un batería. Y mira por donde, su grupo sigue triunfando después de estos años.
        -No hay que dejar que otras personas tomen decisiones por ti, James. Sino, ¿dónde está la gracia de equivocarse, entonces?
        El castaño rió. Un camarero se acercó a nuestra posición, y ambos pedimos al unísono un café. James aprovechó aquellos segundos de espera para volver a reiterar la pregunta.
        -¿Me dirás hoy como te llamas?
        -Si logras ganarte mi confianza esta tarde, te lo diré –Dije con picardía -. Si no seguirás llamándome desconocida.
        -Está bien, desconocida –Aceptó, extendiendo las manos -. Entonces intentaré ganarme tu confianza. No se contar chistes, ¿quieres oír uno?

viernes, 24 de agosto de 2012

Capítulo 1:


Terminé de secar el último vaso de cristal cuando me atreví a mirar por la ventana. Una fina llovizna arremetía contra el cristal, con suavidad, pero que pronto comenzaría a coger fuerza. Suspiré mientras miré al reloj; apenas unos minutos y mi turno terminaría. Con un poco de suerte, lograría encontrar un taxi y me ahorraría la caminata hasta mi casa.
        Levanté la vista para observar el bar casi vacío. Era un jueves por la tarde, aburrido y laboral, sin mucha clientela y en pleno otoño. Solamente dos mesas quedaban ocupadas; la silenciosa llena de chicas y la alborotadora llena de hombres. Suspiré. Tres chicos en la mesa varonil reían estruendosamente mientras se giraban a lanzarles comentarios a las chicas, que les ignoraban. Todas menos una, que según su aspecto, parecía interesada en lo que le decían los chicos.
        -Llevan más de cuatro horas aquí, y solamente se han hecho cinco cervezas –Me susurró Micaela, apareciendo a mi lado.
        Micaela, más conocida para mi como Mic, era una amiga del trabajo. Comenzamos a entablar amistad cuando me mudé a Londres y encontré trabajo en el bar. Ella me ayudó a centrarme día a día, y a lograr que no me despidiesen. Rodaba los veinticinco años, cinco años mayor que yo, pero sus facetas alegres conseguían darle una apariencia más afable. Era bajita pero delgada, de cabello rubio y ojos negros. Tenía un sentido del humor muy abierto que le facilitaban hacer amigos, pero a pesar de su cordialidad, también había descubierto su poca paciencia, que sin suerte intentaba ocultar. Aquel pequeño defecto no había disminuido mi gran amistad con ella.
        -¿Crees que se irán pronto? –Le pregunte cruzándome de brazos.
        -Supongo que cuando esas chicas se vayan. Inútilmente están perdiendo tiempo con ellas… excepto con la que parece más bajita.
        -¿Son borrachos?
        -Oh, para nada. La última cerveza he ido a servirla yo. Simplemente parecen estar pasando la tarde, sin emborracharse. Pero son un poco descarados.
Mantuve la vista puesta un poco más en ellos, hasta que me obligué a quitarla cuando una mirada desde la mesa de los chicos se dio cuenta de la mía. Intentando disimular, Micaela y yo nos dimos la vuelta, pero pronto un silbido llamando nuestra atención nos estropeó la disimulación. Fue Mic la que se giró, pero pronto su voz corrió a socorrerme.
        -Llévales tú una cerveza más, Kay.
Kay, así me llamaba.
        -¿Por qué yo?
        -Creo que se les ha subido un poco la tontería a la cabeza. Si voy yo no podré parecer amable, y menos apunto de terminar mi turno.
Suspiré y asentí. Cogí el tercio que me había pedido mi compañera llevar, y cabizbaja, me dirigí hacía la mesa más cercana a la barra; la de los chicos. Levanté un segundo la mirada para observarles, y añadí a mente la información de que se trataba de tres varones. Ambos estaban volteados, mirando a la única chica que reía.
        Volvamos a mí. Mi nombre, cómo ya he añadido, es Kay. Actualmente me mudé a principios de otoño a Londres, con mis veinte de edad. Al principio buscaba unas simples vacaciones, pero no tardé en adaptarme al idioma, aunque no ha la perfección, y a mi nuevo trabajo como camarera. Había dejado España como un asunto pendiente, pero me había hecho prometer a mi misma que volvería para Navidades. Al fin y al cabo, lo único que me unía a este preciado país eran unos poquísimos amigos, un trabajo sin contrato y un piso en alquiler. Y refiriéndonos a mi aspecto, podría concretar que no soy de ese tipo de chicas que te fijas ni en su forma de vestir tan genial, ni en su cabello sedoso, ni en su belleza irradiante ni nada en concreto. Soy castaña, cabello no muy corto no muy largo, ojos verdosos y una forma de vestir tan normal que me dejaría en evidencia.
        -Aquí tiene –Musité con un hilo de voz dejando la cerveza en medio de la mesa. No levanté la vista hacía ellos; quería evitar cualquier comentario posible.
        -¿Me haces un favor? –Dijo de repente un chico cuando me proponía dar la vuelta. Levante de manera fugaz la mirada, para encontrarme con el mismo que parecía haber pedido la cerveza. Cabello negro, mirada oscura y una sonrisa pícara en su rostro. Entendí porque Mic no quiso venir -¿Puedes darle esta nota a la chica de allá? –Preguntó señalando a la única jovencita -. Dile que de parte de Matt.
        Sin comentarios y evitando la mirada de los otros tres, anduve callada hasta la mesa de las chicas. Les superaban el doble de número. Cinco miradas peligrosas me miraron con descaro cuando llegué y le extendí el papelito a la joven, que según sus facetas desde cerca, debería estar aún en la adolescencia.
        -Si vienes a cómo lechuza mensajera de parte de esos cerdos, puedes largarte –Me espetó una rubia alta con descaro. Fruncí el ceño, y me ahorré alguna palabra que otra como contestación ofensiva.
        -Solamente traigo una nota para la chica –Les dije secamente -. De parte de Matt, por cierto.
Todas rodaron los ojos, ignorándome, y volviendo a coger la nota en la que había escrito la adolescente, volví a caminar hacía la mesa llena de risas. Los tres se callaron cuando extendí el papel, en silencio y rezando en irme ya.
        -¿Algo más? –Pregunté.
        -No, no, nada m… -Habló Matt, pero enmudeció cuando terminó de leer -. ¿Pero qué…?
El chico de cabello negro giró la cabeza hasta la mesa de las chicas. Los otros dos muchachos y yo seguimos su mirada, azorados, y vimos como las seis jovencitas se levantaron entre risas burlonas y abandonaban el bar.
        -Era un poco joven para ti –Dije aguantando las ganas de reír.
        -Matt, querido, creo que te han tomado el pelo –Dijo el chaval más cerca de mí, con voz profunda.
        Me fijé en él. Cabello castaño con alguna que otra mecha, cejas un poco gruesas y cierto atractivo. Su mirada no se fijó en la mía en ningún momento.
        -Cállate Charlie.
Reí por lo bajo, apartando la mirada y recogiendo las cervezas, y dándome la vuelta a pesar de notar la mirada del trío, me propuse en alejarme de ellos. Pero de nuevo, la única persona que no había hablado en aquel momento me hizo detenerme.
        -Disculpa –Me llamó. Me detuve, tambaleante, pero no me giré para verle -. Em, ¿trabajas aquí?
Mi risa y la de los otros dos chicos, que correspondían a los nombres de Matt y Charlie rompimos en mofa. Intenté parecer serena, pues sabía perfectamente el sentimiento de hacer el ridículo. Me giré justo en aquel momento para contestarle con lógica:
        -Va a ser que no. Por eso te he traído la cerveza, llevo este ridículo uniforme que me ensancha las caderas y estoy recogiendo vuestras cervezas, ¿sabes?
        Aquel último desconocido era el más atrayente, para mi gusto. Tenía un cabello castaño y un poco ondulado, cierta barbita por la barbilla y sobre todo, unos ojos azules que llamaban la atención, a diferencia de sus dos amigos.
        -Oh, claro –Dijo con una sonrisa ruborizada -. Pero para nada te para mal ese uniforme. Al contrario, te sienta muy bien –Levanté una ceja, mientras Matt y Charlie reían por lo bajo. En momentos así, no sabía si tomarme comentarios así reales o no reales -. Me llamo James.
        -Encantada James –Me giré, dándole la espalda. No soportaba a la gente como él, a pesar de que no pareciera mal tipo.
        Siendo indiferente a sus palabras que me llamaban, me escondí de nuevo tras la barra, mientras en aquel momento Micaela se sacaba su delantal negro. Me miró con picardía, haciéndome entender que lo había visto todo, pero no comentó nada más.
        Me despojé del grueso delantal y la chaqueta, la dejé en su lugar correspondiente, y volviendo a salir a la barra, me despedí de mis otros compañeros y me propuse a salir del bar, mientras ya la noche se asomaba por la ventana. Pero justo en el momento en que me acercaba a la puerta, mi mirada se fijó en la de los tres chicos que descansaban apoyados en la puerta.
        -Vaya Kay, ¿quieres que me vaya sin ti? –Me preguntó Mic con una sonrisa picantota cuando llegamos a la puerta. Le lancé una mirada asesina, y sin pararme a mirar a los tres, intenté adelantar.
        -No, gracias –Le dije, y con fuerza la aferré de la muñeca.
Pero justo en aquel momento, alguien se situó a mi lado. Levanté la mirada, suponiendo de quien se trataba, y no me equivoqué. James me miraba sonriente.
        -No me has dicho tu nombre.
        -Yo no te he pedido el tuyo.
        -Pero yo si te pido el tuyo.
La fina llovizna comenzó a caer en mi cabello. James se situaba a mi lado, casi rozándome, mientras que Micaela iba siguiéndome desde atrás. No sabía donde se situaban Charlie y Matt, pero sabía que estaban cerca. Sus risas eran delatadoras.
        -Pues entonces déjame invitar a esta desconocida sin nombre a una cita –Levanté mi mirada hacía el, sobresaltada y sorprendida.
        -No tengo tiempo para citas.
        -¿Y tú número de teléfono?
        Me paré en mitad de la calle, estresada y miré a James bajo la llovizna. Él seguía alegre, divertido, sin parecer importarle mi indiferencia. Negué con la cabeza suavemente, y en aquel momento sus amigos estallaron en risas.
        -James, tío, te dije que no lo conseguirías  -Espetó Charlie en aquel momento.
        -Mañana a esta hora, cuando salgas de trabajar te recojo, ¿de acuerdo? –Me dijo alejándose de mí.
        -He dicho que tengo tiempo para citas.
        -¿Pero si para conocernos, no? –Fui a negar de nuevo, enfadada, pero me interrumpió -. De acuerdo. Mañana a las ¿seis? Estaré aquí.
        -¡He dicho que no! –Grité mientras veía como se alejaba rápidamente entre la lluvia, seguida de sus amigos que reían a grandes carcajadas -. ¡Oye!
        Pero su silueta acabó desapareciendo en la niebla. La suave risita de Micaela me alertó de que había hecho el ridículo.
        -Creo que ya me caen un poco mejor –Me dijo mientras comenzaba a caminar deprisa, buscando taxi en la carretera -. Por cierto Kay, ¿cómo se llama?
        -James.
____________________________________________________________________________________________

Hola queridos Muggles! Aquí tenéis el primer capítulo, ya narrado desde el POV de la protagonista, Kay. Me he sentido muy rebajada al escribir este capítulo, cómo si realmente fuera una mierda mierda .____. y aunque lo sea, espero que os guste. Ya sabéis, algún comentario ahí abajo :P
PD: El nombre de Micaela se lo he puesto a la compañera por la chica que me comentó en el prólogo. No pude ponérselo a la potagonista porque ya lo tenía elegido, pero aquí tienes tu nombre en el fic. ¡Gracias!

miércoles, 22 de agosto de 2012

Prólogo:

La lluvia caía con presión sobre las calles Londinenses. Una densa niebla se levantaba por el mojado asfalto, tan peligroso que incluso, las únicas dos personas que caminaban por la acera, tenían que ir con precaución de no resbalar. Sus pisadas retumbaban en el silencio de la noche, iluminados por los halos que de las farolas que apenas iluminaban sus rostros.
        Eran dos varones. Uno de ellos, vestido con un abrigo de lana negro, y con el paso firme y seguro. Mantenía sujeto un paraguas con una mano, abrigada con un guante, dejando al descubierto solamente las yemas de los dedos. Su cuello y parte de su boca estaba tapada por una bufanda roja, resguardando su piel de más mínimo frío. Un corto flequillo rubio se escapaba por debajo de su gorro de lana, que adornaba su cabeza, casi oculta en la sombra del paraguas.
        Una segunda figura, de la misma altura que este, camina a su lado. Su paso resultaba menos centrado, y caminaba con más descaro. Tenía ambas manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, y su cabello también era tapado por la capucha de su sudadera. Respiraba profundamente, dejando escapar el vaho que salía de su aliento. Unos claros ojos azules miraban a su alrededor, cómo si deseara no estar allí.
        -Podríamos ir por la mañana –Dijo volviendo la cabeza para observar a su amigo. Pronunció aquellas palabras con voz ronca y profunda.
        -Por las mañana habría que hacer cola, Dan –Dijo el chico rubio, bajando su mirada hasta sus zapatos -. Además, has sido tú el que ha insisto en ir hoy.
        -Pero era porque los chicos me habían incitado, Tom –Respondió el llamado Danny con una carcajada. Resultó contagiosa, a pesar de que los únicos seres vivos que había a su alrededor fueran su amigo, y los pequeños arbustos de los jardines -. Además, todo esto es mentira.
        -Dougie dice que con él acertó. Además, es bastante famosa en este barrio.
        -¿Y? –Danny arqueó una ceja -. Sabes que diga lo que diga, no será verdad, y menos aún, me lo creeré. Tal vez coincidiera en lo de Frankie, pero todos sabemos que ella acabaría volviendo con Dougie.
        -¿Qué más da? Es una vidente, y tú has aceptado venir. Cállales la boca a Harry y Doug y oye lo que te diga la mujer, a pesar de que no diga nada más que mentiras.
        El chico de la capucha negó suavemente la cabeza, más tranquilo y con cierta picardía, y llegando hasta el final de la calle, sus pasos se detuvieron en compañía de su amigo. Tom sonrió tenuemente, mostrando un pequeño hoyuelo que se asomó por la rojiza bufanda, y observando el cristal empapado, miró una vez más a su amigo. Este se encogió de hombros, dando a entender que no tenían otra opción que entrar.
        Un cartel situado a la vista de todos descansaba clavado en el cristal. Pitonisa Karen anunciaba el pequeño cartel con letra elegante. El muchacho del abrigo de lana fue el primero en entrar, empujando la puerta casi sin fuerza y entrando a la tienda.
        Decenas de estanterías descasaban en los lados de la tienda. Todas estaban llenas de bolas de cristal, baraja de cartas con extraños símbolos y complementos que a simple vista parecían normales. Indiferente, apreciaron la calefacción del lugar, y caminaron varios pasos hasta el final de la sala. Una anciana, de cabello corto y canoso y envuelto con un pañuelo azul, jugueteaba con unas cuantas cartas, clavando una mirada verde en ella.
        Tom y Danny se detuvieron una vez llegaron a la mesa, y sin que la señora levantara aún la vista, murmuró:
        -¿No creéis en mi trabajo, verdad?
Danny intercambió una mirada con Tom, serena, y dejando que su amigo hablara por él, esperó.
        -Me llamo Karen, cómo bien indica mi cartel de la entrada, y esta es mi tienda. No me suena haberos visto antes, ¿me equivoco?
        -Hemos venido porque un amigo nuestro nos aconsejó sobre… su precisión para ver el futuro –Tom frunció el ceño, confundido por sus palabras -. Y nos hemos acercado a ver que nos depara.
        -¿Queréis ambos una consulta? –Por primera vez, Karen alzo la mirada. Sus ojos verdes oscuros se clavaron en el chico de cabello castaño y corto, aunque un poco rizado, que se había quitado la capucha.
        -No, solamente yo –Habló el chico, sereno. Se sentó en la silla con un suspiro, incrédulo de que estuviera allí, mientras su amigo lo imitaba -. Me llamo Danny.
        -Encantada. ¿Puedo llamarte Daniel? –El pecoso asintió, confuso. No acostumbraba a que le llamaran por su nombre completo, y no le gustaba -. No me gustan las abreviaturas.
        -Yo soy Thomas –Se presentó Tom con una sonrisa, que, para sobresalto de este, la pitonisa le devolvió.
        -Tú crees más en estás cosas, ¿Verdad Thomas? –El rubio no supo que contestar -. Daniel duda por completo de que pueda adivinar el futuro, y solamente habrá venido porque su amigo le ha insistido.
        Nadie contestó. Ambos chicos se dirigieron una mirada más, azorada, y volvieron a mirar a Karen. La pitonisa había comenzado a barajar las cartas, mientras se acercaba cuidadosamente una bola de cristal hasta ella.
        -¿Sobre que quieres que te hable, Daniel?
        -Me da igual. Lo que usted prefiera –Dijo el castaño con una sonrisa desconfiada en los labios.
Karen terminó de barajar las cartas, y frunciendo el ceño y concentrando su mirada en la bola de cristal, no se molestó a mirar a los chicos.
        -Hablemos sobre el amor. Parece que es el tema más intranquilo de tu futuro.
        -¿Amor? –Volvió a carcajear, sin creerse una palabra -. Ahora mismo tengo una relación de más de un año con Georgia Horlsey, ¿la conoce?
        -Oh, claro. Miss Inglaterra 2007. Una chica muy guapa, sí. ¿Crees que realmente tu destino es acabar con Georgia?
        -No sería mi novia si no quisiera un futuro con ella –Habló secamente Danny.
        -Habrá una más, aparecerá una más que hará peligrar tu relación con la modelo –Dijo sin preámbulos Karen. El cuerpo del pecoso se crispó, ofendido, pero mantuvo la relación -. No queda mucho para que aparezca.
        -¿Quién es? –Preguntó Tom con curiosidad.
        -No puedo averiguar la vida de gente que no conozco, Thomas –Habló Karen, volviéndolo a sonreír y mirándolo con ternura. Volvió a acariciar la bola, con dulzura, y girando una de las carta, dijo: -Será joven, más que cualquier amigo cercano. Aparecerá cómo si nada, tal vez en dos años, o uno, o quién sabe –Frunció el ceño -. Te asustará, te atraerá su presencia. Ella será amable contigo, vergonzosa, generosa con todos y buena persona, y su simple intención de hacer amistad contigo te hará enamorarte de ella poco a poco. Será castaña, con un extraño sentido del humor y…
        -Basta –Gritó Danny, exasperado. Se levantó de golpe de la silla, y miró desafiante a la pitonisa.
Karen dejó de hablar. Miró desde abajo al castaño, con una sonrisa en sus labios y su amabilidad de naturaleza. Su comportamiento no la había molestado, pues ella misma se lo esperaba. Tom miraba a su amigo asustado por su comportamiento.
        -… incluso el destino te junte para siempre con ella.
        -Yo quiero un futuro con Georgia, y lo tendré con ella –Habló el pecoso, intentando tranquilizarse.
        -También puedes terminar con la modelo para siempre. Es difícil cambiar el destino, pero no imposible, Daniel.
        -Pues ya está –Se dio la vuelta vehementemente -. No hace falta que una pitonisa chiflada me diga cosas incoherentes sobre algo que no pasará, y menos, sobre una chica que no conoceré jamás.
        Y sin esperarse a que su amigo se moviera, salió de tienda, envolviéndose de nuevo en la fría niebla que oscurecía su silueta y su miedo.