-Kay, lleva estos cortados a la mesa trece, deprisa –Me ordenó Evan, sereno.
Evan era mi jefe. Rondaría los treinta y pocos años, tenía un cabello castaño y pocas veces lograbas verle de buen humor. Pero era bondadoso y generoso, y sobre todo, paciente. Combinaciones que no terminaba de entender.
Sin decir nada, asentí para mi misma y agafé con torpeza las tres tazas. Peligraron durante el viaje, esquivando clientes que venían y salían, pero finalmente llegaron a su destinatario. Con un suspiro, comencé a limpiar las mesas que iban quedando libres.
Los lunes eran odiosos. Eran los días laboriosos en los que más gente parecía querer pasarse por una cafetería. En cierto modo, era mejor, pero en mi cabeza solamente pasaba el cansancio y dolor de espalda que conseguía darme aquella clientela.
En aquel momento, Micaela llegó a mi posición. Me golpeó suavemente con el codo, haciéndome seguir su mirada. Me incorporé, y no tardé en descubrir que era lo que quería decirme. Mike había llegado; sus gritos diciendo buenos días a todo el mundo eran inconfundibles.
-Con esas pintas su apariencia de gay queda oculta, ¿no crees? –Le susurré a mi amiga, y con una carcajada, volvimos a la barra. En aquel momento, Mike abría la nevera para colocar la carne.
-¡NO! –Gritó Mic, lanzándose hacía él -. Mike, te dije que no ordenaras tu la carne, que la colocas mal.
-Pues hazlo tú –Dijo a regañadientes mi amigo, y se apartó de la nevera. Sin que la rubia le viera, le enseñó la lengua en señal de burla -. ¿Hay buen ritmo hoy, no Kay?
-Demasiado para mi gusto –Dije. Abrí la boca para seguir hablando, pero entonces descubrí la mirada de Evan, a lo dejos, observándome tensamente. Con un suspiro, me encogí de brazos -. Tengo que trabajar.
El homosexual asintió y despidiéndose de mi con la mirada, me di la espalda. En aquellos pocos segundos de mi ausencia, la barra ya se había llenado de decenas de cafés y otras infusiones.
-Kay, lleva estas últimas tazas a la mesa cinco –Me volvió a ordenar Evan.
Varios compañeros y compañeras mías comenzaron a ponerse en marcha al mismo tiempo que yo. Agarré las cuatro tazas que podía sujetar, y una compañera más que conocía simplemente del trabajo, agafó otras tres tazas. Seguí sus pies, concentrada únicamente en las tazas. En aquel momento, la seguridad de su contenido era lo más importante para mi.
-Si no miras te chocarás contra la mesa –Dijo con una carcajada una conocida voz.
Las tazas tambalearon en mis manos. Levanté medio segundo la vista, lo suficiente para que, boquiabierta, depositara las cuatro tazas en la mesa. Mi compañera desapareció antes de que me diera cuenta, ignorando aquel comentario, pero mis pies permanecieron sellados junto a la mesa.
-Me alegro de verte, Kay.
James había vuelto a acudir al bar, pero esta vez iba más acompañado que nunca. Despegué la vista de sus pícaros ojos, y me centré en los demás. Tres chicos y tres chicas estaban sentados a su alrededor. A uno de ello ya le conocía: Charlie me miraba sonriente, mientras acercaba su infusión hacía él.
-Te he traído clientela, ¿ves que generoso soy?
-Sí, muchas gracias James. Pero los lunes son los días más estresantes.
-Al menos he traído a alguien, ¿no? –Asentí, con una sonrisa -. Bueno, ya conoces a Charlie. Estas son Giovanna –Señaló a la más próxima a él. Tenía ojos y cabello castaños, repletos de rulos y una sonrisa embozada en un bello rostro -, Frankie –Morena, de ojos negros y pelo corto. Me sonrió levemente pero no tardó en apartar la mirada de mí, indiferente – y Carrie –Esta se sentaba al lado de Giovanna. Tenía rulos como ella, pero más vivos. Su cabello era de un rubio natural, precioso, y unos ojos cafés le adornaban su cara afable.
-Encantada. Soy Kay.
-La chica de la que os he hablado –Añadió James. Le miré confusa, pero no tardó en acabar las presentaciones -, y estos son mis amigos Charlie, como bien conoces, Dougie –Un chico rubio, con ojos más azules intensos que los de James me sonrió amablemente. No pude evitar devolverle la sonrisa. Su cara conservaba ciertos detalles infantiles – y Tom.
No pude evitar fruncir el ceño cuando centré mis ojos en el rubio de cabello levantado que me sonrió. Sus ojos cafés, muy parecidos a la tal Carrie se fruncieron cuando descubrieron mi confusión. Un hoyuelo se formó en la comisura de sus mofletes, y sin evitarlo, cambié mi faceta de confusa a una sonrisa.
-¿Eres Tom? –Él asintió -. Vaya, James me ha hablado de ti.
-Le conté la historia de Busted –Contrarrestó James cuando Tom le miró.
-Oh, pues encantado. Yo también creo haber oído hablar de ti –Fruncí el ceño, pero esta vez mi mueca no se vio respondida -. James nos ha hablado bien de ti.
-Y que lo digas. Insistió mucho en que viniéramos a desayunar aquí –Dijo con una sonrisa Carrie. Sonrió, al igual que Tom, y encontré más detalles de semejanza en ella y aquel nuevo conocido.
-¿Te sientas con nosotros? –Preguntó James, señalando con una mirada a la única silla libre.
-Oh, no puedo, estoy trabajando, pero gracias. Si tengo tiempo libre lo haré, pero ahora…
No pude terminar. De nuevo, aquel chillido que ya no dudaría de saber de quien se trataba inundó el bar. El bullicio de voces enmudeció, y logré girarme a tiempo de encontrarme la cabellera pelirroja corriendo como una fiera hacía nosotros.
-CHARLIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE.
Mike llegó, más rojo de lo habitual a nosotros. Miró estupefactazo al castaño de cejas, que se había incorporado un poco en su asiento, pero sus ojos comenzaron a mirar incrédulos a James y él. Sabía que venía ahora. El momento de fangirleo.
-¡Kay, lo has conseguido! –Me gritó, dándome un beso en la mejilla. Las voces del bar aparecieron de nuevo, desinteresadas por las palabras del homosexual -. ¡Qué rapidez, Dios mío! Aquí están… -Sus ojos brillaron maravillados, pero de pronto, frunció el ceño -. ¿Y Matt?
-Em, no ha podido venir… -Habló James. En aquel momento, un suspiró emocionado y completamente acusador de su homosexualidad hizo que mi recién amigo se callara.
-James Bourne… ¡no me puedo creer que te tenga delante! Busted alegró mis días más de lo que os pensáis, ¡pero os separasteis! Creí que no tendría la oportunidad de veros pero aquí estáis, frente a mí, tan…
-¡Kay! –Oí un grito a mi espalda. Cerré con fuerza los ojos, y con un movimiento suave de talón, me giré.
-Tengo que irme, chicos. Hay mucho trabajo –Murmuré. James, Charlie y los nuevos desconocidos asintieron, y las palabras de emoción del pelirrojo se reiteraron.
POV TOM
Vi como aquella camarera se marchaba. Fruncí el ceño, confuso, y algo nervioso se removió en mi interior. Intercambié una mirada con Giovanna, que me bastó para saber que ella pensaba igual que yo. Lo compartía todo con ella, más que con nadie.
*Flashback*
Observé como la puerta de la tienda se cerraba en un golpe seco, lleno de rabia y confusión. No me moví del sitio. Esperé a confirmar como la figura de Danny se apoyaba contra el cristal, esperando que saliera de la tienda, mientras la lluvia caía con fuerza. Una vez seguro, me volteé y miré a la pitonisa.
-¿Qué más sabes de esa chica?
-¿Crees en esto, Thomas? –Preguntó Karen. Me encogí de hombros, apretando los labios, y esperando que siguiera -. No creía que lo más conveniente fuera que Daniel lo escuchara todo. No es bueno saber tu propio futuro, ¿sabes?
-¿Y yo puedo saber el suyo? –Me levantó una ceja -. Es mi amigo, uno de mis mejores amigos. Y sé que él está feliz con Georgia, por eso me asusta un poco la idea de esa chica… sea o no sea verdad.
-El destino se puede cambiar, Thomas. Y esa chica no es ningún monstruo, ni arpía ni nada. Según parecer, es una chica bastante normal, fuera de lo que siempre se ve. No llamará la atención, no pretenderá hacerlo. No será ni siquiera de Londres, y estará aquí de vacaciones.
-¿Cuándo?
-No lo sé concretamente, señorito Thomas. Tal vez un año, o poco más. Llegará conforme el invierno se acerqué, y tendrá un puesto como camarera en un bar no muy lejos de aquí. Siete u ocho manzanas.
-¿Y nada más? ¿Ni cómo la conocerá, o que ocurrirá con ellos? Me gustaría saber reconocerla cuando la viera.
-La reconocerás de sobra con esta información. Tu la conocerás en su puesto de trabajo, gracias a un amigo tuyo que trabajó contigo, pero que no tardasteis en separaros. Sabrás quién será por su forma de ser, o su peculiar personalidad. No tengas miedo de no reconocerla.
-¿Y Danny sabrá reconocerla?
-Daniel se interesará por ella antes de lo que él se cree. Pero todo a su debido tiempo, Thomas.
En aquel momento, las palabras de la pitonisa Karen se vieron interrumpidas con varios golpes en la puerta. Me giré, y vi como la figura impaciente de mi amigo esperaba. Su mirada atravesaba el cristal, nervioso, y con un suspiró, escondí una mano en mi abrigo.
-¿Cuánto le debo?
-No hace falta que pagues esta consulta. Alguien acabará volviendo a verme –Levanté una ceja, confuso -. Ya nos veremos, Thomas. Que te vaya bien con tu pareja.
Me detuve en seco cuando la sacó al tema. La mirada de Karen bajó, divertida, y sin ganas de reiterar el tema, me dirigí hacía la salida de la tienda. Aquello era una tontería, una completa tontería que seguramente fallaba en su visión, pero los pequeños detalles que acertaba hacían dudar. Zarandeé la cabeza, y sacando mi paraguas, salí de la tienda. Danny ya se había escondido en su capucha.
-¿Qué te ha dicho?
-Nada en especial. Tonterías –Sonreí. Danny asintió, y cómo pudo, sonrió. Pero sabía que seguía nervioso -. Dan, la mitad de estas mujeres fallan en su trabajo.
-Ya lo sé, Tom. No me creo sus palabras. Yo con Geo me veo un futuro, ¿sabes? Y eso es lo único en lo que creo.
Suspiré, asintiendo, y comencé a caminar en silencio por las frías calles de la ciudad. La duda de si debía creer o no en las palabras de la vidente me comían la cabeza.
**Fin Flashback**