jueves, 27 de diciembre de 2012

Capítulo 31 - Dylan


Con paso lento, atravesamos una gran puerta abierta para el público pero atestada de gente que deseaba entrar frenética a las exposiciones. Una larga, amplia y nítida sala se tapiz blanco se extendía delante nuestra, abarrotada de amantes del artes y cuadros. Un bullicio que apenas nos permitía oír nuestras voces flotaba en el entorno, y fulgor de los rayos del extraño sol Londinense de aquel día se filtraba a través de las altas copas de los árboles hasta las cristalinas ventanas de aquella sala.
                Nuestros pasos se mantuvieron apegados en todo momento. Nuestras cabezas iban volteando para otear todos los cuadros, al igual que para buscar los de nuestra amiga. Nuestros cuerpos se veían obligados a soslayar para poder avanzar, mientras a medida que nuestra búsqueda se alargaba, nos olvidábamos de nuestras posiciones. Mis pasos se detuvieron en la explicación de uno de los cuadros. Un señor, de barba oscura y apenas cabello en la cabeza, decía palabras ininteligible para mí pero ostentosas para los demás,  sobre un cuadro de un gran valle. Ignoré las palabras, y por un momento, desconecté de los demás para centrarme en el arte. Algo en aquella pintura alegraba mi interior.
                -La ha pintado mi hermano –Oí una aliciente voz a mi lado. Mis ojos se apartaron rápidamente del cuadro para observar al desconocido que me había hablado -. Es mi favorito. ¿Te gusta?
                Un chico de cabello rubio oscuro al igual que un verde ópalo adornaban su rostro. Sus ojos se habían achinado al hablarme, y una sonrisa embozada a una desconocida que se dedicaba a observar una incomprensible obra de arte me saludaban. Sin evitarlo, mis labios le respondieron a su gentil sonrisa, y mis ojos volvieron a voltear hasta el cuadro tras haber analizado a aquel chico de veinti pocos años.
                -Es bastante bonito, pero –Arqueé las cejas, sincerándome –yo no puedo opinar. No entiendo de arte.
                -¿Entonces que hace una chica como tú en un sitio como este? –Su voz, amable y aterciopelada me hablaban con dulzura. Inevitablemente, volví a sonreírle, pero aún sin observarle.   
                -¿Tan extraño es? ¿No es igual que si ahora te pregunto que hace un chico cómo tú –Le lancé una mirada ostentosa de arriba abajo - mirando una obra de arte y atendiendo a unas palabras científicas-técnicas? –Carcajeé, y mis ojos se encontraron con los suyos -. He venido a ver la exposición de una amiga.
                -Mi situación no se aleja mucho a la tuya. Mi primo ha presentado unos cuadros y me ha pedido que venga, salvo que me parece que debo entender más de arte que tú, ¿me equivoco? –Con una nueva sonrisa, negué con la cabeza -. Por cierto, me llamo Dylan.
                -Yo Kay, encantada –Me presenté. Acepté la mano que alzó para saludarme, e impetuosamente se la estreché.
                -Un placer –Su cuerpo se volteó completamente hacía mí, ignorando el cuadro y su explicación –. En fin, ¿quién es la artista de tu amiga?
                -Se llama Lara Carew-Jones. Su cuadros son contemporáneos y a decir verdad, aún no he hallado donde se encuentra… -Me desvié del tema, recordando a que había venido. Mi mirada se perdió entre la multitud de gente que iba de un extremo de la sala hasta otro -. ¿Por casualidad no sabrás donde se encuentra?
                -Desgraciadamente no. Hay decenas de artistas aquí. Tal vez haya oído hablar de tu amiga, pero no sé dónde se ubica –Sus ojos se volvieron a posar en mi tras un corto silencio -. Si quieres puedo aco…
                -¡Kay, al fin te encuentro! –Oí gritar a mi lado. Inevitablemente mi cuerpo dio un respingo al oír la aguda voz de Micaela, quien empujaba codos con furor -. ¡Os había perdido! Vamos, Lara ya ha empezado su exposición –Me aferró de la muñeca, y sus ojos en aquel momento se pararon en Dylan -. Luego ya tendrás tiempo de hablar con él. Encantada, por cierto –Su cejas se arquearon pícaras, pero no tardó en volver a la situación -. ¡Hasta luego!
                -Adiós –Dije mientras mi voz se arrastraba en el aire ante el empujón de Mic que me adentraron entre la multitud. La esbelta figura de Dylan se perdió entre cabezas y espaldas, y me dejé llevar por la orientación de mi amiga -. ¿Está lejos?
                No respondió. Como respuesta, sus pasos se detuvieron delante de otra exposición. En aquel momento, reconocí un cuadro que ya había visto antaño. Una pareja de mediana edad paseaba por un camino, perfectamente representados. A su lado, la arreglada figura de Lara explicaba con las mejillas sonrojadas el tema de aquel cuadro, mientras su voz tambaleante balbuceaba por los nervios. Le sonreí cuando mi mirada me encontró, y callé para intentar entender su explicación. Gracias a Dios, aquellas palabras no eran dificultosas para mis oídos.
                La figura de Mike no tardó en llegar a nosotras. Una gran multitud se había formado alrededor de los cuadros y su ya rojiza tez estaba aumentada de colorete por la presión.
                -¿Y Dougie? –Preguntó Micaela, mirando por detrás de la espalda del pelirrojo. Nadie le seguía -. ¿Lo has perdido?
                -Ah, no, tranquila. Ya lo había encontrado aquí antes de llegase incluso yo. Está bastante atento a la explicación de Lara. Impresionante –Dijo, señalándonos disimuladamente hacía una esquina de la pared.
                Allí, tal como nos había dicho, Dougie se erguía con mirada curiosa y oídos atentos hacía Lara. Su mirada delataba tu atención, sus ojos parecían brillar al escucharla. En algunos momentos, estos eran desviados hacía un cuadro que aún no había sido explicado. Una gran lagartija se mantenía colgando de una fina rama y entonces, sus ojos se achinaron alegres. Una sonrisa se embozó en su rostro, y alzó de nuevo los ojos hacía la morena como si no hubiese nada más en aquel mundo. 


Hiyaaaaa ^^ En fin, espero que los capítulos estén gustando :) He puesto una encuesta aquí, a la derecha y más arriba para que me deis opiniones, y si puede ser sinceras :D Le agradezco mucho a la gente que me lee, y ante cualquier detalle que no agrade o que quieran que mejoren, no duden en comentarlo :) Felices fiestas!

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Capítulo 30 - Sentimientos no descubiertos


Apenas cuando la puerta se cerró tras la salida de Dougie y Danny, noté como unos fríos dedos alargados me aferraban de la muñeca y me estiraban hasta una esquina de la barra. Mike me conducía hasta un lugar apartado de oídos curiosos, pero a cambio, no objetó nada cuando Micaela se acercó a nosotros, curiosa. La clara mirada de Mike me miraba pícara.
                -¿Y esa forma de mirarle?
                -¿De mirar a quién? –Exclamé anonadada.
                -Oh, por Dios chica, ¡a quien va a ser! –Dijo con una risita, y añadió bajando la voz: -A Danny. Me he fijado.
                -¿Mi forma de mirar a Danny? ¿Cómo se supone que le miro? –Balbuceé impresionada mientras mi garganta se secaba. Algo en mi interior se alteró de nuevo, y no entendí por qué.
                -Evitas su mirada cuando te mira, pero cuando la aparta de ti aprovechas para mirarle. Le miras como si cada palabra que dijese fuese un descubrimiento y a veces te quedas mirando tus manos cuando él ha dicho algo.
                -Y tu voz se vuelve más tranquila cuando parece que le hablas a él o está él delante –Añadió Micaela con una gran sonrisa, como si no se hubiese percatado de aquello antes -. Es cierto, Mike.
                Fruncí el ceño. En ningún momento me había parado a pensar en estos detalles, pero no podía negarlos. Algo había en Danny que provocaba que me ruborizase o simplemente que mis piernas temblasen, algo extraño de mí.  Medité sobre el asunto, azorada. Este comportamiento lo había tenido desde un principio, pero había que admitir que había incrementado a medida del tiempo. No entendía el por qué. Danny era para mí un chico como otro cualquiera, pero no podía negar que tal vez su olor, su voz o simplemente su mirada me alteraban silenciosamente. El descubrimiento de aquello me confundió al mismo tiempo que alteró. Un furibundo sentimiento se despertó en mí para mí. Odiaba reaccionar así ante una persona, de toda la vida.
                -No… no me había dado cuenta.
                -¿Te gusta? –Preguntó sin preámbulos Micaela mientras abría sus castaños ojos como platos.
                -No –Declaré segura -. Puede que tal vez tenga ese algo que algunos tienen, pero no me gusta. No soy fácil de colarme por alguien así de rápido.
                -Lo sé, pero no sé, tal vez el pecoso te llegase a gustar… -Se encogió de hombros -. En fin, mejor así. Él está con Georgia, y al fin y al cabo es normal que reacciones así ante un hombre. Suele pasar, a mí con más frecuencia, así que tranquila.
                Sonreí tenuemente, poniendo punto final a la conversación. Ambos amigos ignoraron el tema, embozándome otra sonrisa. Micaela se trasladó hasta una mesa que pedía la cuenta, mientras que Mike, con paso firme y peculiarmente seductor que él tenía, volvió a su mesa de apuntes. Me apoyé con un suspiro en el congelador de metal, y medité las palabras. Aquel nuevo descubrimiento de sentimientos que sabía perfectamente que habían estado ahí pero no los había sabido ver o no quería, había logrado captar toda mi atención. Danny, por palabras mías, era gracioso, único, alegre, y con gustos parecidos. Pero como prejuicio que no me había parado a pensar en ningún momento, debía añadir su aún desconocida inmadurez, tal vez su libertad de expresión y para anotación personal, miradas que atravesaban como dagas y que me alteraban.
                El chismorreo inaudible de reprimenda proveniente de la puerta de la cocina me sacó de mi pequeña burbuja. Evan me miraba con ojos degolladores, a lo único que le respondí fue una liviana sonrisa y rápidamente, me escabullí ordenando las pilas de platos.


                El coche de Micaela aparcó en el estrello espacio con casi deformando el auto. Dejé de aferrar con firmeza el posa manos cuando el motor se apagó, y lancé un suspiro aliviado. Ella carcajeó, pero seguidamente me miró con lástima.
                -No conduzco tan mal, Kay.
                -Podría mejorar, la verdad. El motor se te ha apagado unas cuantas veces en unos semáforos. Un momento muy embarazoso para mi sistema nervioso.
                -Son mis primeras semanas, es normal. Ya cogeré práctica, ¡además, ahora he aparcado bien! Ni un solo golpe, sí señor.
                Rodé los ojos mientras abría la puerta. La fuerte y gélida brisa me azoró la piel, obligándome a escabullirme en la bufanda de lana que me protegía con más firmeza de un resfriado. Corrí todo lo rápido que pude hasta la puerta, con cuidado, pues el asfalto de la calle aún estaba húmedo por la llovizna de la pasada noche. Aporreé el timbre todo cuanto pude,  y sin evitarlo, sonreí al oír los quejidos agudos del propietario de la casa.
                -¡Ya voy, ya estoy preparado! –Gritó Dougie abriendo la puerta de golpe. Me sonrió, como siempre, y sin evitarlo le saludé con una sonrisa más. En las últimas semanas, el carácter del rubio había mejorado notablemente, pero aún podía apreciarse fácilmente tristeza en sus sentimientos -. ¿Entras?
                -Oh no, no hay tiempo. Lara nos matará en cuanto lleguemos, si es que lo logramos con Micaela conduciendo –Dije, y lo aferré con firmeza de la muñeca para estirar de él. Seguidamente, él cerró de un portazo la puerta.
                En comparación con nosotras dos, aquella vez Dougie iba formalmente arreglado. Una camisa fina y con estampado de rallas finas y azules, perfectamente abrochada apenas le protegía del frío. La camiseta blanca interior se le escapaba disimuladamente por el cuello y su despampanante flequillo se veía aquella vez perfectamente peinado, dándole un aire de niño bueno más de lo habitual.
                Sin llegar a tiempo, Dougie me arrebató el sitio de copiloto en el coche. A regañadientes, me metí en los asientos de atrás a tiempo de que Micaela encendiera el motor de nuevo y sin esperar, saliera del aparcamiento de una sacudida. La rubia lanzó una exclamación cuando miró al rubio de arriba abajo.
                -¡Vaya, Dougie! Quien hubiera dicho que tenías tanto sentido de moda. Estás verdaderamente sexy, vaya –Soltó un requiebro ella mientras se lanzaba a reír.
                -Me ha ayudado mi hermana Jazzie. Dice que la exposición de arte de una chica es importante para ella, de modo que hay que ir arreglados. Ella me ha elegido prácticamente toda la ropa –Murmuró ruborizado.
                -Lara se alegrara de que un desconocido se tome su exposición con mas decoro –Dije sonriendo a escondidas -. Creo que si hubiera sido por nosotras, pareceríamos unas vagabundas apreciando algo desconocido.
                -¿Se llama Lara, no? –Preguntó Dougie, mirando a Mic pero volteándose para esperar mi respuesta -. La chica de los cuadros. Es para un parecer un impresentable… ¿le caeré bien?
                -Oh, desde luego. No lo dudo –Dije con total obviedad y sonriéndole pícara -. Más que bien, seguro. Tiene gustos parecidos a los tuyos.
                Unas patas de gallo y ojos achinados se formaron en el rostro del rubio al oír mi respuesta. Asintió, taciturno, y de nuevo su mirada volvía a la posición correcta.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Capítulo 29 - Un nuevo acompañante:


Comments, please. I'm feel alone u.u sé que me falta algo fundamental a la hora de escribir, pero no viene. En fin, intentaré dejar a un lado todas las tareas y escribir un poco más. ¡Quiero ir más deprisa! Gracias a todos los que leen. ¡Feliz navidad!
______________________________________________________________________________

Oí el agudo chisteo proveniente de la ventana y desplacé mi mirada de la fila de cervezas hasta la ventana. Allí, apoyada sobre los codos en el alféizar, Micaela  miraba al exterior, con ojos curiosos e impresionados. Miré a Mike quien también había oído su chisteo, curioso, y sus ojos alternaban de la rubia a mí. De nuevo, ella nos chistó y nos hizo ademán para que fuéramos, y con una risita, ambos nos acercamos hasta el alféizar. Apenas unos pocos clientes había en el tranquilo bar, de modo que salí de mi pequeña burbuja de trabajo.
                -¡Venid! Mirad quien ha venido.
                -¿James? –Dije intentado adivinar. Siempre que venía alguien, era él. Mic no me contestó, y observando a través del cristal empapado de vaho, mis ojos observaron un gran coche negro. Me resultaba familiar, y mucho -. ¿Ese no es…?
                -Danny –Me respondió la rubia, sonriente -. Y viene con Dougie. ¡Qué sorpresa! –Mis ojos se convirtieron en dos pares de rendijas finas, curiosas, y algo recorrió mis dedos de los pies hasta mis brazos. Una sutil sonrisa se embozó en mis labios inevitablemente al observarles -. Es muy raro que hayan venido.
                -Oh, chicas, por Dios –Nos llamó la atención Mike separándonos de la ventana con una sacudida -. ¡A sus puestos de trabajo! Sería conveniente que parecieseis personas normales y no unas cotorras mirando con ojos salidos a través de la ventana.
                Mi amiga y yo reímos, y con largas zancadas, volvimos a escondernos dentro de la barra. Mike corrió hasta una de las mesas, sacó una su libreta de apuntes y un bolígrafo al que apenas tinta le quedaba, y fingía hundirse entre cuentas. Micaela arrancó un trozo de papel y comenzó a disimular limpiar un vaso ya perfectamente reluciente, y yo, entre traspiés, mis pies indecisos corrieron hasta la máquina de café y comenzaron a limpiarla de mala forma.
                Justo en aquel momento del silencio aburrido del bar, el tintineo de la puerta se abrió. Mirando disimuladamente, volteé mi cabeza pero sin fingir una sonrisa, y mi mirada se encontró medio segundo con la de mi amiga. Ambas sonreímos más aún, y en aquel momento, las altas figuras del castaño y rubio entraron con grandes sonrisas al bar, hablando de algún tema en concreto entre susurros. De nuevo, algo recorrió mi interior pero aquella vez mi voz pareció congelarse. Aquella sensación, por el contrario, me alteró.
                -¿Chicos? –Habló por las dos Micaela -. ¡Vaya, que sorpresa! ¿Cómo es que os habéis pasado?
                -Bueno, nos hemos tomado un pequeño descanso en la discográfica y hemos decidido pasarnos. Harry estaba ocupado con unos temas de una canción y su batería y Tom ha aprovechado para conectarse a Twitter –Habló Danny con su ronca voz mientras ambos se sentaban en los taburetes, enfrente de Micaela. Mis pies no respondieron y un poco apartada, me mantenía sonriente, observándolos -. ¿Cómo estáis vosotras?
                -Oh, bien, trabajando, ya sabéis –Volvió a hablar la rubia -. Nos hubiésemos esperado a James, no ha vosotros sinceramente, pero ¡más que bien! Al menos así no nos aburriremos en los próximos minutos.
                -Hablando de James –Murmuró Dougie sonriendo tenuemente -. Me ha pedido que os salude. Últimamente está un poco ajetreado con unos temas y no tiene tiempo para pasarse, pero dice que en cuanto acabe vendrá a veros –La mirada pícara de Dougie nos recorrió a mi amiga y a mí -. La verdad es que me lo dijo con bastante.. mm, interés, digamos. ¿Algo que añadir, chicas?
                -Bueno, aquí la que más relación tiene con él es Kay –Añadió a lo lejos la voz mequetrefe de Mike, quien comenzó a andar hasta nosotros -.Por cierto, puedes acercarte a ellos, no muerden.
                Noté como mi color aumentaba y evité miradas. Con una sonrisa obedecí como un perro, y con las piernas temblando anduve hasta el lado de Micaela. Mi mente, entonces, se llenó de preguntas sobre mi comportamiento y me absorbieron de la realidad. No me percaté de que todos esperaban que hablase hasta que el carraspeo de Mike me alejó de la realidad.
                -Somos bastantes amigos –Dije ociosa, con voz ausente aún.
                -¿Seguro? –La voz de Dougie, aguda y pícara como siempre despertaron carcajadas por parte de Micaela. Le miré con mirada severa pero bromista, y sin darme cuenta, mis ojos voltearon hasta los de Danny, quien estaba atento a mis palabras, observándome sonriente -. La verdad es que él habla bastante bien de ti.
                -Ay, no, Doug no saques conclusiones –Pedí mientras dejaba escapar un suspiro -. ¡Tú sacas conclusiones de todos!
                -Eso también es verdad –Apoyó Danny quitando de una vez su molesta mirada grisácea y observándole -. Aunque últimamente no se puede hacer lo mismo contigo. ¡Apenas sales de casa!
                -Tengo cosas que hacer –Se defendió con su aguda voz mientras comenzaba a reír; aquello delató su  mentira.
                -Sí, como… ¿qué nos habías dicho? Ah, si. ¿ Una exposición de arte? Por Dios Dougie, no iríais solo a una exposición de arte nunca.
                -Bueno, tal vez pero puede que me apetezca ir. ¿Pasaría algo?
                -Pues podrías venirte con nosotros –Corroboró Micaela, interrumpiendo serena -. Este sábado una amiga nuestra hace una exposición de sus cuadros, y tal vez te gustaría venirte. ¡Tiene cuadros muy extravagantes que te gustarían!
                -Es buena idea –Dije mirándole con una sonrisa malévola -. ¿No ha dicho bien Danny que irías solo a una? Pues ya tienes con tres con quién ir.
                -Ah, ya, sí, pero no quiero molestar –Comenzó a balbucear, pero la ronca voz pícara de Danny le interrumpió.
                -¡Nada de molestar! Ya tienes plan, ¿ves? Esto si que es una buena escusa, y no vas a escaquearte. No se deben decir mentiras, capitán Dougwash.
                Fruncí el ceño al igual que Micaela y nos observamos confusas. Nuestras bocas sellaron cuando el suspiro de Dougie se adelantó para decirnos:
                -Está bien, iré si eso es lo que más feliz le hace a Danny.
Una carcajada de Danny que hizo que se me dibujara una sonrisa en el rostro apareció. Mis ojos observaron mis manos, temblorosas aún, y poco después como si se tratase de una bala, noté el peso de una mirada. Alcé la cabeza para descubrir a un curioso Mike que me miraba sonriente. Sabía algo que quería decirme, y aquello removió mi estómago. Mike nunca te comunicaba de algo bueno si no iba para su favor o tu incomodidad.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Capítulo 28 - Miradas encontradas:


                -Sí, supongo que me hice una imagen errónea tuya cuando me tiraste al agua hace unas semanas –Dije mientras mis piernas temblaron bajo mis pesas. Tambaleante, me puse de pie de nuevo.
                -Sabes que fue sin querer –Me dijo con una sonrisa mientras imitaba mi acción -. Aunque fue una peculiar forma de conocernos.
                Carcajeé mientras Asentía silenciosamente. No sabía si el notaba la misma incomodidad que yo en el aire, pero mis piernas temblaban sin entender por qué. El único ruido de la comida masticada por los animales y las manecillas de un lejano reloj creaban un suspense en el momento que sabía que no podría soportar mucho tiempo más.
                Pero desatendiendo mi incomodidad, mis ojos encontraron los de Danny. Me hubiera sido imposible describir lo que querían decir, tan azules grisáceos que me observaban como si pretendieran descubrir algo que no dejaba ver. Noté como me ruborizaba poco a poco, pero aquella vez no quise recrudecer la situación. Había algo en aquella mirada que me impedía apartarla de ella, algo que removía mi estómago.
                -Los cafés se estarán enfriando –Dijo de pronto Danny, rompiendo la conexión visual. Actuó como si los segundos de antaño no hubieran sucedido, pero  cuando me dedicó de nuevo una de sus cotidianas sonrisas, a esta le faltó algo -. ¿Nos vamos?
                -Sí, claro –Dije con un hilo de voz. Carraspeé, intentando concentrarme en el presente -. Adiós Bruce y Ralphie.
                Un ladrido por parte de los dos me respondió, lo que me dejó anonadada. Danny simplemente se limitó a reír por mi cara de asombro, mientras de nuevo, me daba el primer paso a la salida abriéndome las puertas.
                El coche era el único lugar donde podía encontrarme mediocremente cómoda. Una fina capa de incomodidad que creía perdida se había vuelto a crear entre nosotros, pero durante el camino de vuelva a casa se mantuvo apartada. El tema de lo que podía ocurrir entre Harry fue el único y soporífero tema que se formó.
                Antes de que pudiera darme cuenta, el vaho me permitió ver de nuevo la casa Fletcher. Agarré de nuevo como pude los vasos, y me ralenticé a salir del coche. El frío afectó peor a mi cuerpo cuando, para mi sorpresa, unas suave llovizna comenzó a caer sobre mi cabeza.
                Taciturnos, corrimos hasta la puerta de Tom. Miré al frente, donde parecía que el camino de la acera hasta el umbral se había multiplicado por dos. El suelo, resbaladizo y húmedo comenzaba a hacer peligrar mi estabilidad a cada zancada que daba, hasta que los resbalones y patinazos comenzaron a aparecer. Noté como lo que parecía la mano de Danny me aferró del brazo para sujetarme, y de nuevo, algo me embriagó hasta la garganta. Apenas unos metros más, y mi vida dejaría de peligrar.
                Pero en el último segundo, noté como mi pie fallaba y en un doloroso quejido, se doblaba. Aferré con fuerza los cuatro cafés que llevaba, y notando como mi cuerpo se suspendía en el aire como si fuese a cámara lenta, mi orientación falló. Cuando caí al suelo, un fuerte dolor recorrió mi columna de arriba abajo, acompañado del dolor de mi doblado tobillo. Me mordí el labio, reprimiendo un nuevo gemido, y mis ojos se cerraron con fuerza.
                -¡Kay! Oh por Dios, ¿te has hecho daño? –Oí la voz ronca de Danny arriba mía. Valientes, mis ojos se abrieron para descubrir como intentaba encontrar la forma de prestarme una mano para ayudarme -. Sujétate a mí.
                -Estoy bien, ha sido un suave resbalón- Dije aferrando a los dos dedos que únicamente podía ofrecerme. A duras penas, conseguí levantarme, y cuando mi pie se apoyó en el suelo, un quejido asomó por la comisura de mis labios -. Me he doblado el pie.
                -Oh, mierda. Corre, entra antes de que cojas un resfriado –Me ofreció apegándose a mí, y noté como una risita se escapaba de él. Sonreí ociosamente.
                El tintineo del timbre apenas fue audible para nuestros oídos. La suave llovizna de apenas unos segundos antes iba convirtiéndose en un diluvio con fuerza. Por suerte, aquella vez un sonriente Tom nos abrió la puerta, despreocupado.
                -¡Quince minutos, señor!  ¿A qué parte de Londres habéis ido a buscar los cafés?
                -Tom, ayúdame. Kay se acaba de dejar la cabeza en la acera de tu jardín –Murmuró Danny. Noté como con una mano Tom me quitaba los cafés, y con otra, posaba su brazo en mi cintura -. Vas coja, Kay.
                -Estoy bien, es normal. Ha sido un torpe resbalón, nada más –Siseé intentando alejarme de la ayuda del rubio. No quería entrar al salón siendo el centro de mayor interés y fingiendo un simulacro -. Puedo caminar sola, tranquilos.
                Dedicándome una mirada no muy convencida, ambos me soltaron. Miré los cafés que Tom me había usurpado, y para mi horror descubrí que dos de ellos habían perecido en la caída. Ahora eran unos simples trozos de cartón aplastados y húmedos con olor a café.
                -Oh, no –Dije mientras miraba amedrentada  las tazas -. Lo siento, chicos.
                -No te preocupes por eso, Kay –Quitó importancia Tom, comenzando a caminar hacía el salón -. Preocúpate por la mancha de tu chaqueta.
                Miré hacía abajo, horrorizada y con miedo a encontrarme con lo que se refería. Para mi susto, una gran mancha marrón en forma de círculo estaba perfectamente visible en la chaqueta. Resoplé, mientras que a pequeños pasos y cojos a pesar de mis esfuerzos, comencé a seguirles.
                -Te va a costar quitar ese manchón –Oí la suave voz de Micaela. Levanté los ojos para descubrirla acercándose a mí -. ¿Se puede saber como demonios caminabas para conseguir resbalarte?
                -Lo raro es que no lo haya hecho Dan también –La voz de fondo de Dougie acompañado de una risita se unió -. ¿No la habrás tirado adrede al suelo para evitar tu caída, no?
                -Por Dios, canijo, no soy tan perverso –La estruendosa voz de Danny seguía a mi lado -. Por cierto… antes de que se enfríen del todo, ¿alguien quiere café tibio?
                Levanté la mirada para encontrarme a una multitud que caminaba hacía el pecoso para calentarse con la bebida. Mi mirada se centró en la rubia cabellera que se había mantenido al fondo, con el ceño fruncido y mirando a su novio con confusión; Georgia parecía preocupada. Sus ojos grandes y azules no tardaron en darse cuenta de mi curiosa mirada, pero sin esperármelo, una sonrisa se dibujó en su rostro como si no hubiera estado meditando sobre algo, a pesar de su cara de molesta.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Capítulo 27 - La comida de Bruce y Ralphie:


Aferré con mis entumecidas manos todos los vasos que pude de café, haciendo un esfuerzo por que mi torpeza no hiciera perecer estrellados en el suelo. Un gentil Danny me abrió la puerta, y azorada, entre a tambaleos. Cuando el pecoso entró, me hizo cargo de sus tazas mientras encendía el motor. Una leve sonrisa por lo de antaño aún estaba embozada en su rostro.
                -Un momento… -Murmuró mientras se detuvo. Su mirada se posó un momento en mí, hasta que se sobresaltó -. Oh, mierda. Se me ha olvidado darle la comida a Bruce.
                -¿Bruce? –Dije extrañada, sin entender nada.
                -Mi perro –Se mordió el labio inferior -. Si quieres puedo dejarte en casa de Tom y luego yo me pasó por mi casa, así te resguardas del frío de una vez –Propuso, mirándome esperando una respuesta.
                -Ah, no importa.  Si te viene más cerca pasarte ahora por tu casa, a mi no me importa tardar más; siempre mientras dejes encendida la calefacción, claro está.
                -Sí pretendes que mis dedos no puedan conducir por hacerse hielo… -Murmuró, e inevitablemente y una vez más, nuestras carcajadas rieron al unísono.
                Me esperaba un trayecto más largo desde aquella cafetería hasta la casa Jones. Apenas tardamos unos cinco minutos en llegar, mientras el silencio volvía a apoderarse, pero aquella vez la incomodidad había desaparecido. Nuestros recientes descubrimientos de gustos comunes parecía haber aumentado notablemente nuestra barra de confianza, lo cual parecía ser también el motivo de nuestras sonrisas en el rostro.
                El coche se detuvo en una gran casa blanca, con un espacioso jardín. Danny suspiró, mientras sacaba con dificultad las llaves debido a sus guantes. Escudriñó su casa un momento, y de nuevo, sus ojos azul grisáceo se detuvieron en mí.
                -¿Entras o te quedas?
                -Me gustaría conocer a ese perro tuyo al que le has llamado Bruce –Dije con una sonrisa que imploraba -. Si puede ser, claro.
                Él asintió, añadiendo una vez más una gran sonrisa y salió del coche. Le imité, y pronto mi cuerpo se crispó ante el frío. Miré a lo alto de las farolas, que servía como punto de sujeción de los adornos Navideños. Una sonrisa se asomó por la comisura de mis labios, y con los pies congelados, seguí a grandes zancadas los pasos de Danny.
                Nada más abrir la puerta, unos ladridos asomaron por ella. El pecoso exclamó algo, lo que aumentó la emoción del animal, y tan pronto como la puerta de hubo abierto del todo, una masa grande con pezuñas embistió contra mí. Mi cuerpo cayó con un golpe seco contra la fría acera, y pronto, al mojado y andrajoso me lamió toda la cara.
                -¡Bruce! ¡Estate quieto! –Oí como gritaba Danny pero acompañado de una risa. El peso de la mascota se quitó de encima de mí, dejándome ver a un Danny que lo sujetaba de una mano mientras que con la otra me la entendía para ayudarme -. ¿Estás bien, Kay?
                -Oh, sí –Dije mientras empezaba a reírme. Acepté la ayuda de Danny, y tan pronto como recuperé la compostura, me arrodillé y comencé a acariciar al perro que me había embestido -. ¿Con qué tu eres Bruce, no? No me esperaba menos de ti siendo mascota de Danny Jones.
                -No es para tanto –Dijo con falsa modestia -. Pues aún te falta conocer a Ralphie.
                Fruncí el ceño, mientras me alejaba de Bruce, un Beagle que comenzó a pisarnos los talones. Conforme comenzamos a recorrer la oscura casa, el perro iba lanzando algún que otro ladrido para que le prestáramos atención. Nuestros pasos se detuvieron en lo que parecía el salón, y cuando Danny encendió las luces, lo confirmé. Lancé  una mirada a Bruce mientras sonreía, pero lanzó un ladrido más que se vio respondido.
                Alcé la mirada hacía los sofás negros. No me había percatado del bulto negro que había sobre ellos, y que en aquel momento, me miraban con ojos cansados.
                -¡Ralphie! –Saludó Danny con un grito.
Un ladrido más hosco salió del bullador que descansaba en el sofá, y de un saltó, se levantó. Corrió hacía mí, mientras asustada, di pasos hacía atrás que de poco sirvieron. Al igual que con Bruce, el cuerpo negro de Ralphie saltó hacía mí, pero aquella vez Bruce se animó a imitarlo. Tan pronto como me di cuenta, estaba tendida en el suelo, con dos grandes y pesados cuerpos que chupaban mi cara cortándome la respiración.
                -Les has caído bien –Oí a Danny acercarse, riéndose de nuevo -. El primer día que Geo piso mi casa hicieron lo mismo, y por casi los mata cuando se dio cuenta de que su cara era un mar de babas.
                -Es normal de los perros. Mejor que sean así de… ¿cariñosos? –Carcajeé -. A agresivos.
                -¿Te gustan, no? –Preguntó mientras se dirigía a la cocina. Le seguí tambaleante, pues ambas mascotas correteaban para ser perceptibles.
                -Sí, siempre me han llamado la atención –Dije mientras sonreía. Cuando Danny llegó de nuevo a nuestra posición, me tendió un mediano sobre de comida para perro -. ¿Qué hago con esto?
                -Ayúdame. No quiero que los dos se lancen hacía mí; esa es la comida favorita de Bruce. Yo se la pondré a Ralphie.
                -O sea, ¿quieres que también arremetan contra mí, no? –Carcajeé, y acompañada por el pecoso caminamos hasta los cuencos con las letras “R” y “B” dibujadas -. Ingenioso, Daniel, ingenioso.
                -Oh no, no me llames Daniel –Me pidió mientras sus claros ojos azules me miraban asustados -. Odio mi nombre completo.
                La callé varios segundos antes de responder. Captando mi atención, sus ojos parecían brillar más de lo usual. La poca luz del anochecer que se filtraba por la gran y cristalina ventana que daba al jardín iluminaba de forma grisácea su rostro, y las pecas se convirtieron en pequeños puntitos oscuros que adornaban su rostro. Sonriendo, me encogí de hombros.
                -Pues te llamaré Jones cuando esté resentida.
                -¿Estás enojada ahora? –Preguntó, aún observándome.
                -Claro que no, no hay motivo –Dije de forma obvia.
Nuestras miradas se mantuvieron en conexión, pero a cada segundo la incomodidad aumentaba. No sabía si él era consciente, pero sin resistirlo, desvié la mirada hacía el cuenco de la “B” y vertí la comida de Bruce, quien intentaba echarme a un lado para tener más espacio al comer.
-¿Sabes? –Volvió a murmurar Danny. Mi mirada se levantó de nuevo, pero él seguía arrodillado, mirado el cuenco de Ralphie que se iba vaciando poco a poco. Una sonrisa estaba embozada sutilmente en sus labios -. No pensé que tuviéramos tantas cosas en común.
Y sin saber por qué, algo incómodo se removió en mi estómago como si de mariposas se tratasen. El peso de la incomodidad cayó sobre mí como si se tratase de un plomo y noté como mi rubor aumentaba a gran tamaño.
_________________________________________________________________________________
Ejem e.e 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Capítulo 26 - Tougher than the rest



Danny agarró mi chaqueta del perchero con delicadeza, como si pretendiera no moverla para nada, y me la tendió. Se lo agradecí con una sonrisa, a tiempo de que me la colocaba y él abría la puerta. Un aire gélido, acompañado del vaho que empañaba los cristales surgió de la calle, y con paso ligero seguí sus pies hasta su coche.
                Al subir al coche, el frío y humedad se había calado tanto en mis huesos que di un traspié mientras me golpeaba el tobillo en la puerta del coche. Me mordí el labio, reprimiendo una exclamación cuando el dolor se multiplicó por dos debido al entumecimiento y como si no hubiera pasado nada me apresuré a sentarme en el sillón. Antes incluso que Dan encendiera el motor, parecía haber leído mi petición mental y haber encendido la calefacción.
                -El frío aumenta el dolor –Comenté mientras mi pie comenzaba a calmarse.
                -Te has dado contra la puerta, ¿verdad? –Mis ojos contestaron por mí. Él carcajeó -. Suele pasarme con frecuencia, no te preocupes.
                -¿Eres patoso?
                -Oh, si. Mucho –Asintió sin duda. Sus ojos se separaron sin curiosidad de mí, y arrancó el coche, avanzando entre las frías y nublosas  calles de Londres.
                Me sentí más cómoda en su presencia al saber tal información de semejanza. Era propio de mí; automáticamente mi nivel de confianza siempre había aumentado cuando había descubierto algún rasgo en común con alguien, ya que por el contrario, la gente solía calificar en mala posición mi torpeza, pereza o lentitud, por ejemplo.
                La radio era la única que daba vida al coche. El ruido de las gotas estrellándose contra el cristal empapado de vaho era apenas audible bajo el sonido de la música, y el motor del coche no ayudaba en ello. Ambos nos habíamos mantenido callados, sin comentario alguno y sin ideas por parte mía para animar la conversación. Ya comenzaba a impacientarme por la incomodidad mientras mis ganas de llegar aumentaban, cuando Danny rompió el silencio.
                -No lo entiendo –Dijo sin preámbulos. Le miré con el ceño fruncido, sin entender -. Porque después de haberos… besado tú y Harry, él ha ido a buscar a Izzy.
                Una exclamación por lo bajó se escapó de mis labios al ver reiterado el tema. Mi cuerpo ya tenía la suficiente tensión de la situación como para aumentarla, pero suponía que evadirme de aquel tema simplemente iba a servir para unos pocos minutos. Medité mis palabras, y aún sin estar convencida de cómo explicarme sin que mi rubor aumentara, hablé entrecortadamente.
                -Bueno… ya sabes lo que pasó entre nosotros dos y… bueno, supongo que teníamos dudas de lo que pudiéramos sentir.
                -¿Dudas de si os queríais? –Danny carcajeó, e inconscientemente hizo que una sonrisa se uniera  a mi rostro -. ¿Por eso os besasteis?
                -¿Qué método hubiera sido mejor antes de arriesgarnos? –Cuestioné -. Además, eso bastó para hacernos comprender que simplemente había amistad entre nosotros. Entonces le dije a Harry que debía luchar por salvar su relación antes de que se hundiera, y entonces salió corriendo a buscarla.
                -Vaya, de modo que tú has sido la causante de que se pusiera las pilas de una vez –Le miré confusa -. Tom le estuvo insistiendo bastante en que fuera a hablar con ella, pero él se negó.
                -Habría resentimiento, es normal. Pero en fin, supongo que arreglaran lo suyo, ¿no?
                -Supongo –Se encogió de hombros, y en aquel segundo, el coche aparcó en un estrecho espacio libre -. ¿Te bajas conmigo a por los cafés?
                -Claro, no vaya a ser de que te atraquen –Dije serena pero de forma irónica, y una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Danny.
                Solté un suspiro cuando entramos dentro del local. La calefacción inundaba el entorno, y un agradable entorno reinaba, pero con ello, una cola interminable a la que no tardamos en unirnos. El bullicio de voces acompañaba a la música de la radio, mientras el silencio reinaba entre nosotros dos.
                Hasta que de repente, la radio captó mi atención:
                -Y para rememorar un poco a nuestro artista que aún consigue éxitos, les traemos esta vieja canción de nuestro querido Bruce Springsteen, ¡tougher than the rest!
                Mis oídos prestaron toda la atención que pudieron cuando emitieron la canción, y boquiabierta, envié mi mirada a la nada y me concentré en la canción. La conocía, la había oído mil veces y al igual que a Bruce, y a pesar de su popularidad, coincidir en escucharla en la radio era todo un honor para mí. Una sonrisa se dibujó en mis labios, cuando la letra resonó en el bar, por encima del griterío.
(Por si alguien no la conoce, aquí tenéis: http://www.youtube.com/watch?v=ZVMfvVpXcnQ )
                -Well, it’s Saturday night. You’re all dressed up in blue. I been watching you awhile, maybe you been watching me too Sin evitarlo, mi voz se unió en un susurro a la de Bruce, y sin prestar atención a nada más, seguí cantando con un murmuro -. So someday ran out,left somebody’s heart in a mess.
                -¿La conoces? –Oí la voz de Danny a mi lado. Insconcientemente alcé la mirada para verme, y mis palabras se enredaron, sin dejar de tartamudear la canción en mi mente -. La canción… a Bruce.
                -Claro que sí. ¿Quién no le va a conocer? ¡Es uno de los mejores cantantes que habré oído en mi vida!
                Los ojos de Danny centellaron y una sonrisa se dibujó en sus labios. Sutilmente, se la devolví sin entender.
                -Es increíble. ¡No hubiera pensado jamás que también te gusta Springsteen! ¡Genial!
                -Oh, venga ya –Dije incrédula. Lancé una carcajada al aire mientras, cogiendo el hilo de la canción seguí. Aquella vez, el susurro de Danny me acompañó -. Some girls they want a handsome Dan, or some good-lookin Joe…
                Sin evitarlo, nuestras carcajadas salieron a flote, superando muchas voces de nuestro alrededor que nos miraron con mirada soberbia.  Indiferente, ambos seguimos cantando, ignorando al resto del mundo.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Capítulo 25 - Diferente sensación


Su mirada nos fulminó con curiosidad varios segundos, lo suficiente para que me ruborizara y el color de mi tez cambiara a un rojizo delatador. No me molesté en observar a Harry, y ni siquiera pude mover un músculo de la vergüenza.
        -Ups… em, creo que haré como si no he visto nada –Musitó con un hilo de voz. Dio media vuelta sobre sus talones, pero la voz de Harry le detuvo.
        -Espera, Dan. No pienses mal, no es lo que parece.
        -No, si no me importa –Contradijo con una carcajada -. O sea, es cosa vuestra…
        -No estamos saliendo ni nada por el estilo –Dije yo para defenderme -. No… no digas nada de esto, por favor.
        -Descuida –Sonrió tenuemente. Su mirada estuvo expuesta a nosotros dos varios segundos más, hasta que finalmente con un suspiro, declaró: -Bueno, os dejo intimidad –Y antes de que pudiéramos añadir nada más, desapareció por el salón de nuevo.
        Miré de forma inexorable a Harry. Sus ojos seguían fijos en el lugar por donde había desaparecido Danny, y parecían estar reflexionando en algo. Pero tan pronto como se dieron cuenta de que le observaba, me dedicó su mirada también.
        -Sin duda no se esperaba encontrarnos así –Dijo con una carcajada. Se acercó varios pasos más, pero mantuvo distancias -. En fín… ¿qué te ha parecido?
        Mi garganta se secó repentinamente y las respuestas se amontonaron en mi mente. Intenté pensar con claridad, pero simplemente el incómodo momento de la situación me detenía ha hacerlo. Le miré severamente, intentando adivinar su respuesta, pero únicamente una sonrisa burlona estaba embozada en sus labios.
        -¿Y a ti?
        -¿Quieres que sea franco? –Asentí lentamente -. Tal vez no sea la respuesta que te esperas, Kay…
        -No espero ningún tipo de respuesta. Y quiero la verdad, sea cual sea.
        -Está bien –Suspiró mientras comenzaba a frotarse las manos -. Seré franco. Izzy… Cuando besaba a Izzy sentía otras cosas –Le miré arqueando una ceja, exigiendo una respuesta más detallada -. Me.. me gustaba más.
        Analicé sus palabras. Intenté recordar la sensación de otros besos, y para mi sorpresa no se alejaban mucho. No había habido nada de especial en este reciente beso, y le entendía, al igual que no lo hubo en ninguno que había dado hasta ahora.
        Pensativa, levanté la mirada hasta él. Su rostro se había oscurecido un poco más conforme la caída de la noche, además de que el tema se había vuelto demasiado riguroso. Sonreí al evocar la tontería del beso y la confusión de lo que se suponía que habíamos “sentido”, y añadí:
        -No sentimos nada especial, Harry. Creo que de eso éramos conscientes incluso antes de habernos besado. Tú sigues enamorado de Izzy, a pesar de todo –Su rostro se crispó, y mis palabras se ablandaron -, y si quieres un consejo, intenta hablar con ella. Lucha por lo vuestro, enserio, aún no es tarde y no lo mandes todo a tomar narices por el orgullo.
        Sus labios se fruncieron al igual que su ceño, y meditó sobre mis palabras. Su mirada recorrió varias veces el vestíbulo oscuro, hasta que finalmente, una sonrisa se dibujó en su rostro.
        -Ahora mismo me es imposible darte las gracias, Kay –Su mirada me encontró. Sonreí tenuemente, y sin previo aviso y sobresaltándome, sus brazos rodearon mi cuerpo, abrazándome -. Muchas gracias, de verdad. No sé a donde lo hubiera mandado todo si no hubiera todo.
        -¿Entonces a qué esperas?
        -Oh, mierda. Tienes razón –Su abrazo se rompió, y antes de que me lograra situarme en el momento, Harry ya se había puesto su abrigo.
        Me sonrió con una gran sonrisa, mientras sus ojos se iluminaron, y su mano cogió mi muñeca hasta estirarla al salón. Allí, Danny seguía de pie enfrente de todos y Tom parecía hablar de algo. Calló cuando de repente Harry se detuvo en el marco de la puerta y yo seguía avanzado, y en el silencio, dijo con bastante energía:
        -Me voy, ya nos vemos chicos.
        Y desapareció de nuevo hacía el vestíbulo, abandonando la casa. Todos pasaron sus ojos a mí, buscando una explicación de su vehemencia, y con una sonrisa dije:
        -Va a arreglarlo con Izzy.
Varios segundos de silencio se formaron, pero se rompieron tan pronto Dougie soltó una exclamación de alegría a la que se le unieron todos. Miré a Danny, quien estaba a apenas unos metros de mí, de pie también. Sonría de oreja a oreja, con las manos metidas en la chaqueta e irradiando una alegría propia y única suya.
        -Vaya, ¡ya era hora de que se decantara! –Exclamó Tom levantando la mirada hacía el pecoso de nuevo -. Mira, ya tienes motivo para ir, ¡así celebramos que vaya a intentar recuperarla!
        -Oh,Tom, hace mucho frío –Renegó Danny escondiendo su rostro en la bufanda ya colocada -. Y encima voy solo, ¡ya podrías molestaros alguno en acompañarme!
        -Hace mucho frío, Dan, ya te has oído –Reiteró Georgia sonriendo a su novio con una amplia sonrisa.
        -Qué te acompañe Kay –Sugirió de pronto el rubio, mostrando su hoyuelo -. Ella al menos ya está levantada.
        -¿Acompañar a donde?
        -A por unos cafés –Dijo Dougie con una sonrisa, mientras me pedía por favor con la mirada -. A Tom no le queda, y nos estamos muriendo congelados.
        -Pues encended la calefacción –Exclamé sonriente.
        -Oh, ¿y nuestro organismo qué? ¿Pretendes realmente que nuestros órganos se paralicen por congelación? ¿HABLAS ENSERIO? –Dijo con falsa indignación Giovanna, mientras su novio la acompañaba con carcajadas.
        -Está bien, le acompaño –Acepté con un suspiro -. Pero si soy yo la que muere congelada por el camino, os estaré atormentando el resto de vuestra vida desde el más allá.
        Varias carcajadas despertaron mientras mi mirada se centraba en mi acompañante. Danny parecía analizarme con sus celestes ojos, mientras una sonrisa estaba embozada en sus labios. Inevitablemente, se la correspondí.
__________________________________________________________________________________
Las vacaciones ya están aquí, lo que quiere decir que me voy a poner a escribir con más frecuencia. Gracias a todos *-* 

martes, 4 de diciembre de 2012

Capítulo 24 - Podríamos intentarlo.


Noté repentinamente como la garganta se me secaba de un segundo a otro. La poca fulgor que lograba filtrarse era la del salón, proyectando mi sombra en gran tamaño e iluminando apenas el rostro y figura de Harry. Fuera, la noche ya había empezado a caer.
        -¿Ocurre algo? –Pregunté con un suave hilo de voz como si temiera la respuesta.
        -Oh, no es nada, no te preocupes –Una sonrisa se embozó en su rostro, pero acompañado de un fruncimiento de ceño -. Siento reiterar el tema, pero es sobre lo de, bueno, anoche.
        Noté como algo me subía vertiginosamente por el pecho y mis piernas empezaban a temblar. Aparté la mirada del batería, pero a cambio, me acerqué un poco más. Callé esperando que hablara.
        -Tengo… em, no sé como decirlo –Dijo con voz aterciopelada -. Dudas, supongo.
        -¿Dudas? –Levante con impetuosidad la mirada hacía él, sin entender -. ¿De qué? Espera… -Le pedí -. ¿Has hablado con los chicos de esto?
        -Se acaban de enterar.
        -Apuesto lo que sea a que ellos te han metido las “dudas”.
        -Parece ser que les conoces más de lo que creía –Asintió con una sonrisa. Su mirada encontró la mía, y sonrientes la mantuvimos -. Está claro que hicimos las cosas precipitadas anoche, pero bueno, yo al menos no me arrepiento.
        Fruncí el ceño. Sonreí irónicamente intentando no reírme de mi desorientación. Tartamudeé sílabas entre cortadas y sin sentido, pero finalmente pensé en mis palabras. ¿No se arrepentía? ¿Qué demonios había querido decir? Le miré intentando encontrar más detallismo, pero fue en vano.
        -Íbamos borrachos.
        -Lo sé, pero quiero decir… No siempre se puede empezar algo del modo más estable.
        -¿Empezar algo? –Exclamé aún más azorada -. ¿Empezar el qué?
        -Tal vez un sentimiento –No había rastro de sonrisas en su rostro. Hablaba sereno, buscando respuestas serias que yo en aquel momento no podía darle. Me estaba tomando el asunto con demasiada ironía -. Quiero decir… podríamos intentarlo, ¿no crees?
        -Harry, hace menos de cuarenta y ocho horas que tú e Izzy… -No terminé la frase. Pude diferenciar unas mejillas sonrojadas en su rostro, y supe que no se lo estaba poniendo fácil -. Quiero decir. ¿No crees que es demasiado pronto para empezar algo “serio”?
        -Puede ser, pero por algo se empieza –Siguió de forma ahínca -. Al fin y al cabo, algo debe de haber entre tú y yo como para que anoche..
        -No lo sé, Harry. No me he parado a pensar que siento por ti –Dije de forma más taciturna -. Osea, se supone que te das cuenta de lo que sientes tú solito, no sé si me explico.
        -Sí, pero tal vez debamos escarbar un poco para averiguarlo –Una sonrisa esporádica en aquel momento se formó en su rostro. Me fijé en sus detalles, y para mi sorpresa un cosquilleo recorrió mis dedos del pie -. Tal vez… no cuesta nada.
        -No lo sé Harry, tengo un punto de vista más severo en las relaciones que tú, al parecer –Un suspiro mohíno se escapó de él -. No me confundas. Soy muy rara para las relaciones. Además, ¡ni siquiera hemos tenido momentos de roce estando sobrios!
        -También podríamos intentar eso –Sugirió con velocidad, arqueando las cejas -. Tal vez eso aclare muchas cosas.
        -¿En qué estás pensando? –Le pregunté mirándole con atención. Aquella conversación se estaba volviendo demasiado extravagante e incómoda.
        Sus musculosos hombros se encogieron. Me miró fijamente aún, con algunos segundos de silencio por en medio, pero finalmente una sonrisa se formó en su gentil rostro. Sus pasos se acercaron lentamente, y ni siquiera mi organismo logró pensar que decirle. A cambio, mi mente le bombardeaba con preguntas mientras, cada vez que se acercaba a mi en silencio y sonriendo, mi estómago parecía estrujarse de los nervios.
        Sus pasos se detuvieron rozando mi zapatilla. De un segundo a otro, tenía enfrente mía su cuello, con su cabeza varios centímetros más arriba. Notaba su respiración sobre mi frente, mientras sus ojos se encontraban más cerca de los míos de lo que jamás me habría imaginado. Mientras, mi barriga parecía haber iniciado un concierto de rock puro incitándome a tener crispaciones inesperadas. Me mordí el labio suavemente, intentando controlar mi sistema nervioso.
        Pero fue en vano. Cuando la sonrisa de este se volvió únicamente un poco más amplia, su mano rozó mi mentón. Sabía que ya había notado el roce de su piel en otra ocasión, pero mi piel se volvió a erizar aquella vez al notarla. Nos quedamos en silencio, oyendo el bullicio proveniente únicamente del salón, y como si no existieran barreras y hubieran libres derechos, sus labios se acercaron muy lentamente hacía los míos.
        Al principio, su suave roce bastó lo suficiente como para ponerme nerviosa. Las piernas me temblaban peligrosamente y no sabía ni como actuar. Esperé a su roce se intensificara, pero para mi incómodo momento, sus labios se separaron en silencio de nuevo. Pensé que algo había salido mal, pero medio segundo después, volví a notar sus suaves y esponjosos labios sobre los míos, pero aquella vez se posaron con más firmeza.
        Para cuando quise darme cuenta, mis ojos ya se habían cerrado y mi brazo había rodeado inconscientemente su espalda. Mi estómago parecía dar un buen concierto, haciendo llegar las vibraciones de mis piernas hasta mi corazón. No sabía a que velocidad transcurría el tiempo, pero todo parecía un simple sueño, hasta que de repente, algo hizo quebrarse el momento.
        -Ups, mierda –Se oyó una voz a lo lejos, pero lo suficientemente clara como para saber que iba dirigida a nosotros.
        Y de nuevo y como si nada hubiera pasado, sus labios se separaron de mí, su piel dejó de rozarme y unos cuantos centímetros más amplios nos separaban. A cambio, mis piernas no dejaron de temblar, y menos aún cuando de repente vi quien era nuestro descubridor.
        Danny Jones estaba mirándonos, boquiabierto.