Cerca
del anochecer, el autobús se detuvo en lo que debía de corresponder el hotel de
Northampton. Un gran edificio de cuatro pisos y planta baja con un espacioso
jardín y terraza nos daba paso al lugar dónde pasaríamos una única noche.
Cuando
las chicas bajamos del autobús acompañadas de James, Matt y Dylan, Lucy y Sam ahogaron
gritos eufóricos al observar el hotel. Sus bolsas cargadas de Dios sepa qué
amenazaron con caer al suelo cuando, entre brincos, se acercaron a la terraza
inferior. Georgia, mohína, se dedicó a sonreír por su alegría y seguirlas.
-Vaya
–Susurré al ver a modelo rubia alejarse -. Si que está triste.
-Es
normal, Kay –Me susurró Mic a la oreja -. Pero no sientas conmiseración. No
tienes nada que ver.
Dude
de sus palabras, pero enmudecí. Seguí arrastrando mi maleta con cierta
aflicción que supe descubrir, mientras los comentarios de sorprendidos y
satisfecho de las demás chicas y ambos hombres rondaban en nuestro grupo.
Decoración
rústica y perfectamente amueblada con salones formaban el hotel Northampton.
Una luz proyectada por lámparas de puestas de sol le daba un toque cálido a
aquel encantador moblaje. Un olor a café que perfumaba cada pasillo, salón y
salas de estar contrastaban con la noche que se filtraba entre los amplios
ventanales. Una mujer de cabello corto y pelirrojo nos atendió, y respondiendo
a nuestras reservas, nos condujo hasta el tercer piso. Nuestras habitaciones
estaban continuas.
-¿Quieres
que te ayude con las maletas? –Se propuso Dylan, robándomela antes de conocer
mi respuesta.
-Me
parece que seré la que menos equipaje llevará –Dije con una carcajada y mirando
a Micaela quién en aquel momento luchaba por arrastrar las maletas por los
pequeños escalones -. Algunas no pueden con todo el peso del suyo.
-No
tardará en ser ayudada –Justo nada más calló, James se detuvo para ayudarla. Le
sonreí a Dylan, quién se dedico a guiñarme un ojo y atravesar los escalones
como si apenas lo hiciese -. ¿Irás al concierto de mañana de los chicos?
-Sí,
claro que sí. Todos irán.
-Si,
tienes razón. Además, creo que han dicho que hay una nueva canción escrita –Me sonrió,
achinando sus ojos verdosos -. La que has hecho con Danny, ¿no?
Apreté
la mandíbula. No sabía cómo se había descubierto aquello, pero la idea y el
tono en que la gente parecía pronunciar aquello no me gustaba.
-Es extraño –Prosiguió Dylan sin
esperar mi respuesta -. Quiero decir… No tienes ninguna carrera musical. No me
malinterpretes; me parece algo nuevo y bueno para el grupo.
-Bueno.
Poder escribir una canción, todos podemos, ¿no?
-Sí
claro –Una sonrisa torcida se formó en sus labios. La chica guía desapareció,
dejándonos delante de nuestras habitaciones. -. ¿Y cómo es que os pusisteis a
escribir juntos?
-Es
una canción. Ni siquiera la letra merece la pena. Les ayudé, y ya está –Pronuncié
tajante. No me gustaba aquel tema-. Será mejor que vayas a tu habitación a
prepararte antes de cenar, ¿no Dylan?
-Esa
es la idea –Frunció el ceño, pero se apoyó en el marco de la puerta -. ¿Puedo
invitarte a cenar, al menos?
-¿Por
qué tendría que decir que sí? –Pregunté impasible.
-Porque
llevo intentando profundizar y conocerte mejor desde el día de la exposición de
arte, y no he logrado mucho con simples conversaciones de dos minutos. De modo
que exijo una cena, para complacerme.
Sonreí.
Había conseguido apartarme la irritación de la cabeza.
-Más
motivos.
-¿Más
motivos? –Carcajeó -. ¿No puedo pedirle a una amiga una cena? Además, no te
arrepentirás. Este sitio es agradable. Solo pido intimidad. Conversación más
allá de temas que te hagan morder el labio o apretar la mandíbula con
irritación –Me guiñó un ojo ante mi azoramiento -. ¿Qué me dices? ¿Puedo
hacerte sonreír, al menos?
-Ya
lo estás haciendo, ¿no lo ves?
-Pues
déjame que perdure un poco más. Cuando cierres la puerta, en dos minutos,
volverás a tu estado sereno. Permíteme hacerla durar un poco más.
Mi
sonrisa se amplió, Cabizbaja, asentí con cuidado. La sonrisa de Dylan se
amplió, y separándome del marco de la puerta, me arqueó las cejas de forma
aliciente.
-A
las nueve menos cuarto paso a por ti. No te olvides de esa sonrisa.
Y
dando media vuelta, me dejó aún confusa.
Dando media vuelta y
recapacitando sobre lo ocurrido, cerré la puerta con mi espalda y miré a la
ventana con la cortina corrida. La habitación estaba sumida en un tonó amarillo
apagado, con sombras a cada esquina y un silencio que apenas lo rompían los
coches del exterior. Unas hormigas subieron por mis piernas hasta mi estómago,
y en aquel momento, un único pensamiento hizo romper mi sonrisa aún
permaneciente.
Danny, sin saber por qué.
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