viernes, 26 de abril de 2013

Capítulo 66 -Un simple roce


Un sinfín de sombras comenzaron a oscurecer todo el restaurante. Un chico de pecas pelirrojo nos dio el último aviso para que abandonar la estancia, dejando nuestras carcajadas halladas en la sala, nos apresuramos para entrar al vestíbulo. Detrás nuestra, el restaurante se cerró siendo nosotros sus últimos visitantes, y ni el más mínimo fulgor de las velas iluminaba la estancia.
                Los pasos de Dylan se detuvieron cerca de la escalera. Miré hacía la gente turista que desaparecía a los salones, mientras el encargado nos dedicaba una última mirada y desaparecía por el pasillo. Miré a Dylan, quién se mantenía ausente, frunciendo el ceño.
                -¿Ocurre algo? –Pregunté.
                Su mirada me encontró y una sonrisa torcida se embozó en sus labios, alejando sus pensamientos.
                -¿Te quedas un rato conmigo? –Susurró, acercándose a mi oído.
                Le miré, analizando la situación. Apenas murmullos a lo lejos se escuchaban, y el ruido de los coches ahogados en el exterior tensaban la situación. Carcajeé suavemente con ironía,, arqueando las cejas y tomándome aquellas palabras de broma. Ladeé la cabeza, e intentado dar media vuelta, mi mano se vio aferrada.
                Me estaba deteniendo. Miré su mano mientras la entrelazaba con la mía, y con cuidado, subí mi mirada hasta sus ojos, los cuales ya me observaban. Intenté pensar pero un nudo se formaba en mi vientre impidiéndome siquiera actuar con claridad. Temía lo que pudiese ocurrir después.
                Su brazo comenzó a arrastrarme hacía él. El aire gélido erizaba mi piel, y sin saber si se debía al frío o la gravedad de la situación, mi piel se equizó.
                Y como si me persiguiera acompañado de remordimientos, sus risas, su risa pecualiar se filtraron del exterior. Di un paso hacía atrás, creando distancias mientras la mirada de Dylan se ausentaba de la mía, visiblemente molesta por la interrupción.
                Quizás si hubiese sido él otra persona, quizás si hubiese sido el mismo que carcajeaba en aquel momento, las voces se hubiesen ahogado en mis oídos y no me hubiera alejado.
                No tardaron en llegar; la mirada de Danny fue la primera con la que me encontré. Seguido, Tom, Harry y Dougie captaron nuestra presencia nada más ladearon las cabezas hasta nosotros.
                Sus carcajadas se fueron ahogando poco a poco. Dougie lanzo un pequeño grito en señal de saludo, a lo que le respondí con una sonrisa, seca. Frunció el ceño, pero se aproximó un poco a nosotros.
                -¡Buenas noches, chicos! –Saludó Dougie saltando hacía nosotros. Un brazo suyo rodeó mi cuello, haciéndome tambalear con él -¿Qué tal la noche? ¿Sabéis dónde está Lara?
                -Ya ha subido con Micaela –Le contesté -. ¿Cómo ha ido el concierto?
                -Genial, A las fans les ha gustado vuestra canción.
                Sonreí. “Nuestra” canción era un término que conseguía hacerme vibrar los sentidos; me gustaba, pero al mismo tiempo me horrorizaba. Miré detrás suya, y los ojos de Danny volvieron a encontrarme rápidamente. Por otra parte, la presión de la situación con Dylan seguía golpeándome, y su misma mirada perforaba mi nuca.
                -Te acompaño a tu habitación –Dijo de pronto Dylan.
                Vi como Dan fruncía el ceño, desconcertándose. Le imité, igual de confusa viendo como el rubio se despedía y comenzaba a subir las escaleras. Una iniciativa de contradecirle me incitó, pero pensé mis palabras. Estaba sacándome de un momento incómodo, para meterme en otro. Suspiré y me limité a seguirle.
                -Ya nos vemos más tarde, chicos –Dije, alzando la mano para despedirme –Buenas noches.
                Los cuatro me respondieron, y les di la espalda mientras me apresuraba para alcanzar a Dylan. Creí que el silencio nos rodearía, cuando de repente, unos sonidos huecos producido por pisadas en las escaleras sonaron detrás de mí. Me giré, sorprendida para descubrir a Danny.
                -¿Dónde vas? –Pregunté. Una sonrisa se limitó a sonreírme.
                -¿No puedo subir a las habitaciones?
                Me encogí de hombros. Noté como mi estómago se comenzaba a estrujar con más malicia.  Rehuí de su mirada, a la derecha, y de la de Dylan, a mi izquierda. Ambos eran dos problemas, ambos me estaban estrujando juntos. Noté como la situación se me escapaba de entre las manos mientras avanzábamos el pasillo del tercer piso, yo cabizbaja y con Danny y Dylan a mis lados.
                -¿Qué tal ha ido la noche? –Preguntó Danny, rasgando el silencio. Le miré incrédula, como si aquella pregunta hubiese sido la más estúpida del mundo. Él se limitó a sonreírme con picardía.
                -Bastante bien. Ha sido agradable –Contestó el otro siguiendo su juego -. Kay y yo hemos cenado juntos; me las ingenié para tener privacidad.
                Bajé la mirada. Deseaba desmayarme en aquel momento, que la tierra me tragase.
                -Lo máximo que puedes aspirar, ¿no?
                -¿Cómo? –Se fue deteniendo Dylan, cerca ya de mi habitación. Su mirada se enfrontó a la de Danny, cómo si ambos se desafiaran -. Una parte de a dónde llegaré. Es agradable. Una lástima que no hayas podido disfrutar de la noche por tocar en el concierto.
                Los ojos se Danny se achinaron un poco, creando rendijas. Su azul grisáceo me encontró, airado mientras parecían encenderse poco a poco. Apreté el entre cejo, rogándole en silencio que se callara.
                Sus labios se tensaron. Suspiré aliviada. No iba a proseguir la disputa. Miré a Dylan, quién le sonreía con soberbia. Hasta comprendiendo la situación, aquella imagen del rubio me irritó. Ambos permanecieron callados, enfrente de mi habitación, esperando el abandono del otro.
                -¿Y bien? –Dije de pronto, alterada por la situación.
                -¿No tenía que ir a tu habitación, Daniel?
                -¿No tenías que acompañarla únicamente?
                El ceño de Dylan se frunció. Ambos estaban encendiéndose con pequeñas chicas, con pequeños ataques, y no tardarían en encender la llama de la disputa.
                -¿Qué haces? –Cuestionó de pronto Dylan, confuso y tal vez, decepcionado -. ¿Qué te estás tramando, Jones? Hace apenas unos días cortaste con Georgia. Me impresiona lo impasible que puedes llegar a resultar –El ceño del pecoso es frunció -. En serio, deberías centrar la cabeza e ir a arreglar tu relación con Geo lo antes posible. Sería lo más maduro, en vez de ir jugando por ahí.
                Y dicho esto, irritado, dio media vuelta y se fue a su habitación. Un suave portazo nos dejó en silencio.
                -Te juro que me han entrado ganas de cerrarle la boca de un puñetazo –Vociferó Danny removiéndose el cabello, furioso -. Le hubiese callado esa bocaza inútil.
                -¿Y por qué no lo haces? –Le desafié, enfadada.
                -Por ti, por qué va a ser –Dijo suavemente con una carcajada -. ¿Por qué has cenado con él?
                Le miré exasperada. Saqué mis llaves, y apresurándome para abrir la puerta, me callé e intenté dejarle fuera. Pero cuando fui a cerrar, su cuerpo se deslizó suavemente bloqueado mi portazo y quitándome el contacto con la puerta, se encargó de cerrarla con cuidado. Cogió mis manos antes de que le apartaran de un empujón, y situándolas sobre su torso, me echó hacía atrás, hacía la pared.
                La habitación estaba sumida en sombras y el suave parpadeo de las farolas encendidas de la noche alumbraba sutilmente su medio rostro.
                -Me debes, entonces, una cena.
                -No te debo nada, inútil –Le dije haciendo fuerza para alejarme. Sus manos apretaron las mías, inmovilizándomelas -. ¿Qué coño haces, Dan?
                Una sonrisa se limitó a exasperarme más. La cara me ardía de rabia, pero de nervios también. Una parte efusiva quería detenerle y dejar vivir el momento, pero la rabia me consumía, queriéndolo alejar. Lograba hacer de mí lo que yo misma no me permitía.
                Su sonrisa se acercó a mis labios. Noté su suave respiración en mi boca, a lo que callé y dejé de apretar los dientes. Me aturdió, sí, y sus labios se fueron aproximando poco a poco. Noté la rabia se consumía por el momento, el cual me estaba atrapando a medida que sus labios se aproximaban. Bastó un simple roce para evadir toda irritación, pero cuando dejé de hacer fuerza para evitarle, cuando dejé de resistirme esperando el momento, sus labios se apartaron triunfantes. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios, y mi turbamiento se manifestó ostentosamente.
                -No te me puedes resistir, Kay.

1 comentarios:

Mica dijo...

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! continuá!

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