El
corazón se me salía del pecho cuando por fin mis pasos se detuvieron enfrente
de acanelada iglesia. El tráfico iba y venía, nervioso, ansiosos de salir del
atasco lo antes posible o de quitar los pocos aparcamientos libres que
quedaban. Dylan había tenido que hacer milagros para encontrar uno cercano a la
iglesia, pero aún así, mis pies parecían haber sido martillados con una
taladradora.
Un
suave y nítido cielo azul encapotado de blancas nubes cubría aquella mañana de
boda. La gente comenzaba a abandonar la calle, entrando a la iglesia entre un
griterío nervioso e impaciente.
Miré
a Dylan, preocupada, pero una vez más este me dedicó una aterciopelada sonrisa.
Un suave movimiento de cabeza suyo volvió a avisarme de que tocaba correr, y
tal como intuí, sus pasos se adelantaron a grandes zancadas, en dirección a la
multitud.
-Si
cierran las puertas de la iglesia haremos el cuadro jamás visto –Dije entre
jadeos y aferrándome el corazón con la mano. Podría haber jurado que los
latidos se escuchaban incluso a la distancia -. ¡Tom y Gio nos matan!
-Entonces
deja de dar esos saltitos minucioso y corre como es debido. Pero cuidado con el
vestido; el viento sopla con fuerza y esa telita no aguanta en su sitio.
Una
vez más, una sonrisa pícara se formó en sus labios y el guiño apareció. Su
humor, a diferencia de muchos, era agradable y gentil, dulce y a la misma vez
picante, pero perfectamente tolerable.
Dos
segundos antes de que las puertas mayores de la iglesia se cerraran, Dylan y yo
nos deslizamos por ellas hacía dentro tan suavemente como el viento. Nuestros
pasos se situaron a los lados de la iglesia más disipados, buscando caras
desconocidas, pero entre la cantidad de gorros, maquillaje y trajes de la
gente, allí todas las figuras eran irreconocible.
-Danny,
Doug y Harry estarán junto a Tom, en el altar, y supongo que Lara, Izzy y
Georgia estarán en los primeros asientos –Dije intentando mirar por encima de
las cabezas.
La
boca de Dylan se abrió suavemente, pero justo cuando su cabeza ladeó a un
costado y sus ojos verdosos se fijaron en la gran puerta, sus labios sellaron
al igual que el de todos los demás.
La
presión cayó sobre todos los presentes. Hacía años que no había asistido a una
boca, pero ese momento de tensión, de nervios y emoción por ver a la novia
recorrer su último pasillo de soltera, camino al matrimonio era algo digno de
ver. Sin preguntar, ni siquiera sin vergüenza, aferré la mano de Dylan y le
arrastré hasta más cerca del corredor. Justo en aquel momento, la orquesta
comenzó a tocar la marcha nupcial.
Mis
ojos, impacientes y azorados observaron justo en aquel momento como la puerta
se abrió. El suave cabello rizado de Giovanna brillaba a través de los finos
halos soleados que se filtraban por los grandes ventanales, y su figura y cada
movimiento suyo, pasó a ser el centro de atención. Un largo, precioso y
resplandeciente vestido blanco hondeaba por el suelo, con tanta gracia que
aquello parecía irreal. Ver a Giovanna caminar hacía el altar era algo aún
inimaginable para mí, excepto hasta aquel momento.
Entonces,
mis ojos rodaron hasta Tom, más lejos, al fondo junto al cura, pero tan
perfectamente visible. Una sonrisa amplia y feliz se embozaba en su rostro, y
el hoyuelo más carismático que jamás había visto en él iba dedicado únicamente
a su novia. Sus ojos cafés no parecían ver otra cosa que la blanquecina figura
de Giovanna, y a pesar de las contracciones de su cara por los nervios, aquella
mañana Tom estaba igual de hermoso que su futura mujer.
Los
pasos de Giovanna no tardaron en encontrarse enfrente de Tom. Bastó sólo una
mirada entre ellos dos, la mirada de reencuentro para saber que aquella boda no
podía haber sido mejor preparada y acta de presencia. Con sumo cuidado y
dulzura, Tom echó hacía atrás el velo de su novia, y por un momento, parecieron
anticiparse al sí quiero con la mirada.
Entre
ellos dos existía un amor que jamás hubiese podido ver en ninguna otra pareja.
-Fíjate
–Me susurró suavemente la voz de Dylan a mi oído. A pesar del escalofrío al
notar su aliento tan cerca de mi cuello, no desvié mi mirada de la escena
matrimonial -. La madre de Tom está a punto de romper a llorar de la alegría.
Me
concedí solo un segundo para apartar la mirada. Tal como había dicho Dylan,
Debbie resistía el llanto y las lágrimas con solo un suave pañuelo de tela en
el rostro. Su cuerpo crispado prestaba toda la atención posible a la escena,
mientras pequeños gimoteos hacía convulsionar el ligero cuerpo.
Una
suave y blanca mano le acarició desde atrás el hombro. Su cabeza solo se volteó
suavemente para ver de quien se podría tratar, y en aquel momento, reconocí la
voluminosa y fascinante cabellera dorada de Georgia. Un vestido rojo hacía
resaltar cada curva de la modelo, dándole toda la elegancia que podría haberse
concedido.
-Vaya,
ahí está Georgia –Volvió a susurrar Dylan. Aparté un momento mis ojos para
mirarle, confusa -. Creo que ahora ha sido el único momento en que se ha fijado
en la madre de Tom. Lleva todo el rato sin percatarse.
-Es
normal, todo el mundo está atento del momento –Dije aprovechando el momento
antes del gran paso de la boda para murmurarle -. Seguramente muchos no
olvidarán este momento, sobretodo Debbie.
Una
carcajada se ahogó en la garganta del rubio mientras de nuevo la sonrisa
perfecta se formó en sus labios. Sus ojos miraron enfrente, ignorando mi mirada
mientras arqueaba una ceja, como obligándome a prestar atención. Obedecí, pero
tan pronto como volví a mirar al altar,
susurró su última frase.
-Se
nota la alegría de Georgia en su comportamiento
tan efusivo –Asentí, suavemente y casi ignorando sus palabras -. Después
de su compromiso hace unos pocos meses, dentro de nada ella también estará
sobre el altar a punto de convertirse en la señora Jones.
En
aquel momento todo se difuminó en mi mirada y mis oídos ignoraron la sinfonía,
suaves cuchicheos y cualquier mínimo detalle. Boquiabierta, creí no haber oído
bien mientras ignoraba todo lo demás a mi vista.
-Sí
quiero –Terminó de decir Tom con una gran, mientras impaciente todo el mundo
parecía romper a vítores inaudibles para mí y aplausos con ahínco de felicidad.
En aquel momento, el beso entre el nuevo matrimonio pareció darme el permiso
necesario para mirarle.
Noté
un pinchazo en el corazón, de nuevo y tras muchos meses cuando por primera vez
lo vi allí, cerca del altar pero aún así
lejano, aplaudiendo con vigor mientras sonreía ampliamente.
No
podía ser cierto; Danny estaba comprometido con Georgia. Se iban a casar…