miércoles, 27 de febrero de 2013

Capítulo 51 - Y al final del pasillo...


                El corazón se me salía del pecho cuando por fin mis pasos se detuvieron enfrente de acanelada iglesia. El tráfico iba y venía, nervioso, ansiosos de salir del atasco lo antes posible o de quitar los pocos aparcamientos libres que quedaban. Dylan había tenido que hacer milagros para encontrar uno cercano a la iglesia, pero aún así, mis pies parecían haber sido martillados con una taladradora.
                Un suave y nítido cielo azul encapotado de blancas nubes cubría aquella mañana de boda. La gente comenzaba a abandonar la calle, entrando a la iglesia entre un griterío nervioso e impaciente.
                Miré a Dylan, preocupada, pero una vez más este me dedicó una aterciopelada sonrisa. Un suave movimiento de cabeza suyo volvió a avisarme de que tocaba correr, y tal como intuí, sus pasos se adelantaron a grandes zancadas, en dirección a la multitud.
                -Si cierran las puertas de la iglesia haremos el cuadro jamás visto –Dije entre jadeos y aferrándome el corazón con la mano. Podría haber jurado que los latidos se escuchaban incluso a la distancia -. ¡Tom y Gio nos matan!
                -Entonces deja de dar esos saltitos minucioso y corre como es debido. Pero cuidado con el vestido; el viento sopla con fuerza y esa telita no aguanta en su sitio.
                Una vez más, una sonrisa pícara se formó en sus labios y el guiño apareció. Su humor, a diferencia de muchos, era agradable y gentil, dulce y a la misma vez picante, pero perfectamente tolerable.
                Dos segundos antes de que las puertas mayores de la iglesia se cerraran, Dylan y yo nos deslizamos por ellas hacía dentro tan suavemente como el viento. Nuestros pasos se situaron a los lados de la iglesia más disipados, buscando caras desconocidas, pero entre la cantidad de gorros, maquillaje y trajes de la gente, allí todas las figuras eran irreconocible.
                -Danny, Doug y Harry estarán junto a Tom, en el altar, y supongo que Lara, Izzy y Georgia estarán en los primeros asientos –Dije intentando mirar por encima de las cabezas.
                La boca de Dylan se abrió suavemente, pero justo cuando su cabeza ladeó a un costado y sus ojos verdosos se fijaron en la gran puerta, sus labios sellaron al igual que el de todos los demás.
                La presión cayó sobre todos los presentes. Hacía años que no había asistido a una boca, pero ese momento de tensión, de nervios y emoción por ver a la novia recorrer su último pasillo de soltera, camino al matrimonio era algo digno de ver. Sin preguntar, ni siquiera sin vergüenza, aferré la mano de Dylan y le arrastré hasta más cerca del corredor. Justo en aquel momento, la orquesta comenzó a tocar la marcha nupcial.
                Mis ojos, impacientes y azorados observaron justo en aquel momento como la puerta se abrió. El suave cabello rizado de Giovanna brillaba a través de los finos halos soleados que se filtraban por los grandes ventanales, y su figura y cada movimiento suyo, pasó a ser el centro de atención. Un largo, precioso y resplandeciente vestido blanco hondeaba por el suelo, con tanta gracia que aquello parecía irreal. Ver a Giovanna caminar hacía el altar era algo aún inimaginable para mí, excepto hasta aquel momento.
                Entonces, mis ojos rodaron hasta Tom, más lejos, al fondo junto al cura, pero tan perfectamente visible. Una sonrisa amplia y feliz se embozaba en su rostro, y el hoyuelo más carismático que jamás había visto en él iba dedicado únicamente a su novia. Sus ojos cafés no parecían ver otra cosa que la blanquecina figura de Giovanna, y a pesar de las contracciones de su cara por los nervios, aquella mañana Tom estaba igual de hermoso que su futura mujer.
                Los pasos de Giovanna no tardaron en encontrarse enfrente de Tom. Bastó sólo una mirada entre ellos dos, la mirada de reencuentro para saber que aquella boda no podía haber sido mejor preparada y acta de presencia. Con sumo cuidado y dulzura, Tom echó hacía atrás el velo de su novia, y por un momento, parecieron anticiparse al sí quiero con la mirada.
                Entre ellos dos existía un amor que jamás hubiese podido ver en ninguna otra pareja.
                -Fíjate –Me susurró suavemente la voz de Dylan a mi oído. A pesar del escalofrío al notar su aliento tan cerca de mi cuello, no desvié mi mirada de la escena matrimonial -. La madre de Tom está a punto de romper a llorar de la alegría.
                Me concedí solo un segundo para apartar la mirada. Tal como había dicho Dylan, Debbie resistía el llanto y las lágrimas con solo un suave pañuelo de tela en el rostro. Su cuerpo crispado prestaba toda la atención posible a la escena, mientras pequeños gimoteos hacía convulsionar el ligero cuerpo.
                Una suave y blanca mano le acarició desde atrás el hombro. Su cabeza solo se volteó suavemente para ver de quien se podría tratar, y en aquel momento, reconocí la voluminosa y fascinante cabellera dorada de Georgia. Un vestido rojo hacía resaltar cada curva de la modelo, dándole toda la elegancia que podría haberse concedido.
                -Vaya, ahí está Georgia –Volvió a susurrar Dylan. Aparté un momento mis ojos para mirarle, confusa -. Creo que ahora ha sido el único momento en que se ha fijado en la madre de Tom. Lleva todo el rato sin percatarse.
                -Es normal, todo el mundo está atento del momento –Dije aprovechando el momento antes del gran paso de la boda para murmurarle -. Seguramente muchos no olvidarán este momento, sobretodo Debbie.
                Una carcajada se ahogó en la garganta del rubio mientras de nuevo la sonrisa perfecta se formó en sus labios. Sus ojos miraron enfrente, ignorando mi mirada mientras arqueaba una ceja, como obligándome a prestar atención. Obedecí, pero tan pronto como volví a  mirar al altar, susurró su última frase.
                -Se nota la alegría de Georgia en su comportamiento  tan efusivo –Asentí, suavemente y casi ignorando sus palabras -. Después de su compromiso hace unos pocos meses, dentro de nada ella también estará sobre el altar a punto de convertirse en la señora Jones.
                En aquel momento todo se difuminó en mi mirada y mis oídos ignoraron la sinfonía, suaves cuchicheos y cualquier mínimo detalle. Boquiabierta, creí no haber oído bien mientras ignoraba todo lo demás a mi vista.
                -Sí quiero –Terminó de decir Tom con una gran, mientras impaciente todo el mundo parecía romper a vítores inaudibles para mí y aplausos con ahínco de felicidad. En aquel momento, el beso entre el nuevo matrimonio pareció darme el permiso necesario para mirarle.
                Noté un pinchazo en el corazón, de nuevo y tras muchos meses cuando por primera vez lo vi allí, cerca del  altar pero aún así lejano, aplaudiendo con vigor mientras sonreía ampliamente.
                No podía ser cierto; Danny estaba comprometido con Georgia. Se iban a casar…

martes, 26 de febrero de 2013

Capítulo 50 - Retorno


                                                               POV KAY

                Los nervios y la cuenta atrás del tiempo comenzaban a asfixiarme por dentro del vestido. Le lancé vehemente el billete al refunfuñón y minucioso conductor y salí corriendo del taxi mientras los tacones volvían a utilizar de mártir a mis pies.
                Entré con paso ligero al bar. La puerta dio un fuerte golpe al cerrarse, llamando la atención de los pocos clientes que había. Mi corazón latía con suficiente fuerza, mi respiración me ahogaba y mis sentidos parecían haberse revolucionado.
                Unas miradas detrás de la barra me miraron con despecho, pero en cuanto reconocí los conocidos ojos, una sonrisa afloró en el camarero y el jefe que atendían a un chico de cabello rubio, espaldas a mí.
                -¿¡Kay!? –La voz de Evan rompió su conversación -. ¿Qué haces aquí?
                Mi mirada recorrió toda la barra. Una camarera, Marie, con la que apenas había entablado conversación me miraba igual de azorada que Evan. Suspiré, exasperada mientras comenzaba a sudar por los nervios.
                -Una boda –Declaré únicamente -. ¿Dónde están Micaela, Lara y Mike?
                -¿Tú también les buscas? Se han ido hará diez minutos –Una sonrisa de lado se embozó en los labios de mi jefe -. Espero que vuelvas para pedir tu trabajo de rodillas, porque últimamente andamos mucho más estresados.
                -Ahora no, Evan –Dije mientras todo mi cuerpo comenzaba a calentarse, furibundo -. ¡Mierda! Si no me hubiese parado a tomar ese maldito zumo de máquina les habría pillado a tiempo.
                -¿Pero sabían que venías aquí?
                -No. He llamado a Tom esta misma mañana y me ha dicho que Dougie venía a recogerles aquí, pero entre que he tardado en prepararme en el hotel no he llegado a tiempo –Me crucé de brazos, caminando furiosa hasta la barra -. ¡Y ni siquiera sé donde está la iglesia! No tengo nada suelto para el taxi, además.
                -Oh no, no te puedo prestar nada –Se anticipó con prejuicio Evan, enseñándome las manos.
                -Me parece que estamos en las mismas. ¿Te llevo?
                Me giré al oír la desconocida voz. El rubio que se había mantenido de espaldas mías me observaba con una dulce mirada verde ópalo. Habría jurado haber reconocido aquella mirada aliciente en otro momento, pero únicamente me dediqué a observarle ambigua.
                -¿Sabes dónde es la boda?
                -Sí, claro –Una igualada y resplandeciente sonrisa se embozó suavemente en sus labios -. ¿La boda de Tom y Giovanna, no? Me habían invitado, y se supone que tenía que recoger a Lara aquí. Pero también he llegado tarde.
                -¿De qué les conoces?
                -Hará unos meses Lara me presentó en una exposición de arte a la pareja y bueno, hicimos amistad –Sus ojos parecieron intentar observar más allá de mi confusión -. ¿A qué viene esa mirada?
                -Oh, nada –Zarandeé la cabeza, aturdida -. En fin, ¿Nos vamos? –El desconocido asintió. Cogió su chaqueta del asiento, mientras comenzaba a acomodarse su camisa y corbata que se ajustaban perfectamente a su esbelto cuerpo -. Soy Kay, por cierto.
                -Sí, ya lo sé.
                Le miré confusa. ¿Cómo que ya lo sabía? Intenté adivinar por qué, pero a pesar de ello, lo único que parecía haber visto antes eran aquello ojos verdes.
                -¿De qué?
                -¿No me recuerdas? –Aquella cuestión me erizó la piel. No me fiaba de mí al no recordar a alguien que debería de haber recordado -. ¿En la exposición de arte? –Fruncí el ceño. No sabía de qué hablaba -. ¡Soy Dylan!
                Y la bombillita de mi cabeza se encendió.
                Aquellos ojos verde ópalo los había visto antaño en la exposición de arte de Lara. Aquel chico de cabello rubio oscuro era el mismo que me había hablado de un cuadro sobre su hermano , el mismo que había conseguido mi confianza tan rápido como me dedicó su primera sonrisa.
                En otras palabras, allí estaba el buenorro de la exposición de arte.
                -¡Dios, sí! –Dije sonriendo -. Vaya, no sabes el favor que me haces, ¡qué suerte! Me he gastado todo el dinero que llevaba a mano en el hotel, los taxis y un pequeño tentempié y ahora no me cunde para cogerme un taxi.
                -No te preocupes. Dylan está aquí –Dijo con tono divertido mientras me guiñaba un ojos.
                Aquel chico me iba a caer genial.

viernes, 22 de febrero de 2013

Capítulo 49 - Traje negro y corbata verde


                -¿Qué es? –Volvió a preguntar la persistente voz de Dapphy.
                -Nada –Dije intentando mantener el sosiego mientras intentaba ordenar la confusión de mi mente -. No debería de ser nada.
                -¿Es una invitación de boda? ¿De quién? –De nuevo, el ahínco de aquella pregunta me presionó. Logró situarse delante de mí, y obligándome a mirarla, volvieron sus incesantes preguntas -. ¿No será de Danny, no?
                -No es de Danny –Dije rotundamente, abriendo los ojos, impactada -. Es de Tom y Giovanna.
                -Oh –Su mirada se apartó de mí mientras se ausentaba, ensimismada y evocando quién era Tom -.  Oh, entonces es bueno –Frunció el ceño, dudando de sus palabras -. ¿No?
                -Sí, claro. Pero… -Me encogí de hombros, tirándome el cabello hacía atrás, cansada de darle tantas vueltas a lo que debía de conllevar aquello -. Me parece algo cínico mi comportamiento. Me fui de allí y dije que volvería, y aquí estoy. Y aparecer de repente como si nada para la boda de Tom…
                -No es para tanto, Kay –Dapphy rodó los ojos, quitándole importancia -. Seguro que lo entenderán, y más Tom si sabía lo que ocurrió con Danny. Además, eres de España y es normal que hayas decidido quedarte más de lo previsto.
                -Sí, supongo que lo entenderá… -Sonreí forzadamente. Aquel no era el único tema amedrentador de mi mente.
                -¿Qué pasa? –Un brazo de Dapphy cubrió mi hombro -. No me digas que también es por el tema de él.
                -Será extraño –Dije, rindiéndome a seguir callada. Necesitaba aclararme, y ya que Micaela no estaba allí, Dapphy me escucharía encantada. Su carácter era más bien diferente al de la rubia, pero siempre estaba allí cuando la necesitaba -. Me fui de allí de una forma… extraña. La conversación en el parque fue extraña, y ni siquiera sé a dónde quiso llegar. Por eso, verle de repente y hacer como si nada hubiese pasado será una cosa más complicada de lo que  ya creo.
                -¿Y le vas a dar el placer de verte confusa o asustada? –Sus ojos, firmes y seguros me observaban con atención -. No. Por eso debes aparecer allí, tener tu escusa preparada, disfrutar de la boda y hacer como si nada te preocupase u ocurriese. Y ellos también actuarán como si nada pasase.
                No me convencí del todo por sus palabras, pero me limité a sonreír mientras me intentaba dejar convencer. Aquello significaba que debía volver y afrontar todo lo que había dejado atrás.
                -Bueno, espero que todo salga bien…
                -Oh, en cuanto llegues allí te armarás de valor para hacerlo –Dijo mientras sonreía ampliamente, y una sonrisa pícara se formó en su sonrisa.


                                                                              POV DANNY

                Me miré enfrente del espejo empapado de vaho por el frío y la humedad Londinense y solté un suspiro agobiado. Llevaba semanas probándome trajes para la boda, y esperaba que aquel fuera el definitivo. Tom había acabado por optar un color verdoso, su color favorito como corbata.
                Y toda aquella indecisión y persistencia de antaño para acabar con un traje negro de corbata verde.
                -¿Este te gusta? –Le pregunté mientras me obligaba a situarme delante de él, mientras me arreglaba la corbata.
                -Sí. Me gusta el color de este verde, además de que os favorece.
                -¿Entonces este es el definitivo?
                -Necesito la opinión de Giovanna –Hice una mueca exagerada de fatiga, mientras hacía reír a Tom -. Ya sabes cómo son las mujeres con él tema de sus bodas; todo perfecto.
                -Debería de saberlo.
                Rodé los ojos, cayendo en la obviedad mientras Tom volvía a sonreír. Su cabello rubio acabado en punta que caía hasta su frente suavemente adornaba a su hoyuelo.
                -¿Ya tenéis el tema de los invitados aclarados? –Pregunté mientras Harry comenzaba a tener problemas con su corbata. Tom, de un estirón vehemente, acomodó la mía para pasar a la de Harry.
                -Sí. Gio no sabía por cuál tarjeta decantarse, pero al final optó la más romántica, la negra y rosa y ya las hemos enviado.
                -Sí, la mía me llegó el otro día. Geo se puso muy contenta con el tema de la boda –Una sonrisa pícara se escapó de mis labios -. Tanto que no quería dejar de hablar de la boda, toda la noche. Ya me entendéis.
                -Danny, joder –Vociferó Dougie con una de sus risitas y sonrisas que achinaban sus ojos de forma dulce -. Intenta controlar tus comentarios verdes en momentos especiales, como la boda.
                Carcajeé. Giovanna me había pedido un poco de seriedad el día de su boda. Mis comentarios verdes, acompañados muchas veces por la colaboración de Dougie, suponían un compromiso para ella si se me llegase a escapar en mitad de la fiesta. Según ella “dos de los tres mejores amigos del novio deben tener el mejor carácter de los demás invitados”.
                -Eso sí, no sabéis el problema que nos apareció –Tom ignoró el tema de mis comentarios. Él llevaba acostumbrado a ellos años, y por lo tanto, no suponían una impertinencia para él –cuando tratamos de enviarla a los que están fuera de Reino Unido. Nos tocó una mensajera paleta.
                -¿Fuera del país? ¿Tenéis familia fuera? –Preguntó Harry, posando inconscientemente enfrente del espejo. Su figura esbelta y corpulenta lucía con mucho más estilo bajo el traje.
                -Sí, algunos parientes lejanos o amigos. Kay, por ejemplo.
Mi mente apartó cualquier pensamiento adverso y mis ojos se fijaron rápidamente en los de Tom. Él me miró, perspicaz y atento, analizando cada uno de mis movimientos. Intenté pasar impasible mientras él proseguía.
                -¿Vendrá?  -Preguntó Doug con el ceño fruncido.
                En los últimos meses ella había sido apenas nuestro tema de conversación. No había vuelto a dar señales de vida, cosa que me alegraba y entristecía ávidamente. No verla suponía más seriedad en mi relación en Georgia y menos lujuria. Pero a cambio, aquellos acontecimientos resultaban favorables, pero tan mohínos como solo ella podía provocarlos.
                Por otra parte, Harry y Dougie se habían informado un poco más sobre el tema. Ambos sabían que entre Kay y yo podía haber habido algo, pero sin duda no sospechaban que fuese nada más. El Danny de siempre había sido así de temporal con las mujeres, pero no entendían que aquella vez yo había sentado la cabeza.
                -¿Siendo Kay? Seguro que sí –Los ojos café volvieron a analizarme, pero finalmente se apartaron indiferentes -. Lo extraño es que no haya aparecido en los últimos meses.
                -Yo tampoco aparecería después de lo sucedido –Acotó Dougie, sin la misma importancia al tema que estaba acarreando para mí.
                Miré a Tom, queriendo ansiar saber algo más del tema, lo que fuera, pero su atención estaba centrada en el traje y cualquier imperfección de Harry, al igual que este que se mantenía riguroso como un maniquí. Dougie, por otra parte, parecía no saber lo que yo debía de sentir. Todos aquellos sentimientos ambiguos.

domingo, 17 de febrero de 2013

Capítulo 48 - Aquella cartulina negra y rosa


                Empezar el dos mil doce con un sol asomándose de entre unas blancas nubes subió bastante la autoestima. El ajetreo de valencia, su gente, sus calles y su carisma alejó gran parte del tiempo cualquier preocupación que me traje de Londres. Dapphy había ocupado la mayoría de mis horas del día, mientras que mis padres, quienes se habían impresionado tanto como alegrado al verme aparecer el día de Navidad como si nada en casa, también había hecho que cualquier preocupación desapareciese.
               
                Entre cuchicheos, salí de la tienda de obsequios con paso ligero. El barrio del Carmen aquella mañana de sábado rebosaba de gente. Turistas de cualquier parte del mundo, estudiantes que disfrutaban de su único día de libertad y familias que salía a disfrutar de las últimas horas de la mañana. Sin nada más que comentarios coherentes, buscamos un banco de entre los callejones, más tranquilos y apartados del la muchedumbre y nos sentamos.
                El mes de Mayo había comenzado con buen pie. A penas tenía la menor preocupación en la cabeza, y mis días cotidianos no resultaban muy diferente al anterior o al próximo. Aún así, a pesar de que cada día fuera igual a todos los demás, el aburrimiento aún no había llegado a mi puerta y no tenía pensado cambiar de ámbitos.
                -¿Entonces te vienes o no?
                -¿Qué? ¿Adónde? –Pregunté ambigua.
                -Kay, estás embobada. ¡A la fiesta de esta noche! Pau me dijo que trajera a quien quisiera, así que obviamente quiero invitarte a ti –Una sonrisa inocente se formó en sus labios -. ¿Qué me dices? Por favor, te lo pasarás bien. Habrá chicos de toda clase, seguro que conoces a alguno.
                -Oh- Dije rodando los ojos mientras lanzaba una carcajada al aire -. Está bien, está bien, mientras me entretenga un poco… -Dapphy ahogó un grito acompañado de un vítor -. Pero no hasta muy tarde, eh.
                -Qué sí, descuida –Dijo quitándole importancia. Ella nunca tenía en cuenta el tiempo en las fiestas.
                No tardamos en dirigirnos a casa. Dapphy vivía un par de calles más lejos, pero aún así, siempre decidía tomar el camino por el que pasaba ella también por mi casa, para si acompañarme. En menos de veinte minutos, mientras hablábamos de amores y desamores del pasado, llegué a casa antes de lo que hubiera deseado.
                Aquella finca en la que vivía era provisional. Había decidido emanciparme temporalmente de mis padres, de modo que cuando regresé de Londres, alquilé un pequeño piso para una persona únicamente por el centro de la ciudad.
                Acordé la hora en que pasaría por mí casa, me despedí de mi amiga y comencé a caminar hasta el ascensor. Vivía en un sexto piso y después de toda la caminata, subirlos era lo menos que me apetecía.
                Pero la voz de Dapphy me detuvo.
                -Kay, tienes correo.
                Fruncí el ceño y me volteé para ver el buzón. Lo había registrado aquella mañana y no había ninguna nueva carta. Anduve de nuevo hasta la posición de Dapphy, quien permanecía allí, con las manos dentro de la sudadera y una sonrisa inocente.
                -Facturas, seguro –Carcajeé y comencé a abrir el buzón con tranquilidad.
                Una cartulina más grande de lo normal y que estrujaba dentro del pequeño buzón residía dentro. La saqué con cuidado y miré confusa el dibujo que estaba impreso.
                Era completamente negra, salvo por la parte superior, que se cubría de rosa formando un pequeño paisaje de árboles, con las ramas entrelazándose y una pareja besándose al medio. Fruncí el ceño, sin entender, y mis ojos bajaron un poco más debajo de las figuras de la pareja, situándose sobre las letras G y T.
                Giovanna y Tom, me grité en mi mente. Abrí tanto como pude los ojos, mirando a Dapphy que había quitado su sonrisa embozada mientras me fruncía el ceño. Unos sentimientos inefables me confundieron completamente.
                -¿Qué es eso?
                -La invitación de boda de Tom y Giovanna –Dije casi sin creérmelo. Aquello significaba que iba a volver a Londres, con todos.
                Todos, volví a repetir silenciosamente en mi mente, sin creerme la importancia de aquella palabra.

viernes, 15 de febrero de 2013

Capítulo 47 -Compromiso


                El móvil sonó en el interior de mi bolsillo. Fue suficiente para que, con un suave respingo, la mochila resbalase por mi brazo, los dedos de mi maleta se tensarán y la abandonaran y el corazón me diera un revuelco de los nervios. Refunfuñé entre dientes, haciendo malabares para recuperar la compostura, y cuando logré situar la mochila sobre mi hombro de nuevo, saqué el móvil.
                El nombre de Micaela parpadeaba livianamente. Fruncí el ceño, buscando una explicación antes de entender mientras miraba hacía delante. Quedaban apenas cinco personas para llegar al control de seguridad y diez minutos para subir al avión, y Mic me volvía a llamar. Hacía menos de dos horas que me había despedido de ella.
                -¿Mic? ¿Qué ocurre?
                -¿Kay? ¿Has subido ya al avión? –Preguntó entre gritos por el bullicio.
                -No. Estoy a punto de pasar el control de seguridad, ¿por qué?
                -Tenías que haberte quedado hasta mañana, ¡no sabes que te has perdido! Ha sido épico, y precioso –Comenzó a hablar, logran estresarme por la falta del tiempo. Cuatro personas… -. Cuando lo he visto, creía que no era real, ¡increíble!
                -Mic, ve al grano. No tengo tiempo.
                -¡Tom le ha propuesto matrimonio a Giovanna!
                Repentinamente abrí la boca, pero ni siquiera el mínimo gemido salió de ella. Analicé las palabras con determinación, intentando captar algún tono de broma, pero ni rastro. ¿Matrimonio? ¿Iba enserio? Por un momento, la imagen de Tom vestido de negro y Giovanna caminando hacía al altar con un vestido blanco, nítido y largo recorrió mi mente.  Debía de ser una broma.
                -¿Qué? ¿Cómo? –Titubeé.
                -¡Que Tom está comprometido con Giov…!
                -Lo he captado, pero detalla, ¡deprisa! –Me impacienté. Dos personas por delante y mi sistema nervioso se había disparado.
El hueco en el pecho se vio ligeramente tapado por la noticia de boda. Respiré profundamente, sonriendo y permitiéndome el placer de disfrutar del momento de alegría.
-Tom le había pedido en el primer plato, algo que nos ha parecido extrañísimo. Cuando se han ido, Danny nos ha contado todo lo que había planeado Tom, ¡y obviamente nos ha dejado patidifusos! Hace apenas unos minutos Giovanna nos ha llamado llorando de alegría, y nos lo ha confirmado… ¡Y estamos preparando la celebración!
-Oh, eso es genial –Dije sin dejar de embozar la sonrisa -. ¡Felicítales de mi parte, y diles que les deseo lo mejor! –La joven chica treintañera que iba por delante de mía dejaba su maleta en aquel momento en la cinta. Los nervios comenzaron a reaparecer de nuevo al notar la mirada severa del guardia que me decía silenciosamente que colgara -. Ahora tengo que colgar.
-Está bien Kay, se lo diré. ¡Buen viaje!
-¿Kay? ¿Es Kay? ¡Dile que…! –Oí una ronca voz embriagada de alcohol a la otra línea. No caía en la cuenta de quién podría tratarse, hasta que mi dedo apretaron por inercia el botón de colgar y la voz siguió inundando cada rincón de mimente.
Danny,  ebrio.
Me felicité a mi misma una y otra vez por colgar a tiempo. Dejé todo mi equipaje en la cinta, mientras extendía mis brazos para que una mujer castaña comenzara a cachearme. En aquel momento, mi pícara mente renunció a mi ruego de mantenerse apartado del pensamientos, y la alegría del compromiso de Tom y Giovanna pronto se vio superada de nuevo por el dolor y vacio de Danny.
Estúpido Danny.


Un grito peculiar llegó a mis oídos desde la otra punta de la habitada sala. Sonreí por impulso, a tiempo de que una cabellera ondeante castaña saliera de entre la cantidad de hombros y cabezas que esperaban mi avión. Su figura, liviana y ligera corrió hasta mi.
Dejé caer despreocupada mi mochila de una vez, separé mis dedos de la maleta y extendí mis brazos. Los suyos, largos y delgados estiraron de mi pelo dolorosamente cuando me cubrió por encima de los hombros, y el gritó me ensordó mis tímpanos. Hacía ya mucho tiempo que no había sufrido por aquel dichoso grito.
-¡¡Estás aquí, estás aquí!! –Gritó ella, exuberante de alegría mientras me aferraba por los hombros y comenzaba a saltar de alegría. Sus facciones estaban contraídas y apunto de llorar de alegría -. ¡Por fin, estúpida! ¡¡Feliz Navidad!!
-Loca, feliz Navidad –Pronuncié con más parsimonia, abrazándola aquella vez yo -.Oh, cuánto, ¡casi había olvidado el dolor de tus gritos! –Carcajeé suavemente -. ¿Qué haces aquí?
-Tu madre me chivó que venías –Sonrió -. ¿Y eso por qué? ¡Si creía que estabas genial en Londres!
Fruncí el ceño, volviendo a maldecir todo lo existente por la evocación de aquel a pesumbrado recuerdo.
Aquella chica, inconsciente de todo lo ocurrido en el último més, de facciones suaves y delicadas, cabello liso y voluminoso cayendo sobre sus hombros y figura esbelta y bien formado, había estado en mi vida en los último cinco años como una de mis mejores amigas. Dapphy, menguando su sonrisa y ampliando su ceño preocupado, me acarició el antebrazo con dulzura.
                -Oh, oh, hacía mucho que no veía esa mirada –Su brazos me cubrieron de nuevo por mi hombro, pero aquella vez simplemente me dediqué a dejarme abrazar -. ¿Quién es él?

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Hola! Este capítulo es algo sosete, no dice mucho pero requería ponerlo, por lo de la boda. He cambiado, como todo, lo ocurrido en la realidad, pero permitidme tocarme la libertad. Además, aquí he puesto un nuevo personaje secundaria, y he decidido el honor de bautizarle como una de mis lectoras más seguidas ^^ Muchas gracias a Dapphy, porque sus comentarios son lo más alentadores que he tenido en cualquier fic hasta ahora.

jueves, 14 de febrero de 2013

Capítulo 46 - Y por orgullo...


                Tal vez no tuviera la suficiente fuerza de voluntad como para negarme a sus palabras, o para acompañarle a un parque desolado, pero aquella vez mi cuerpo reaccionó sólo… algo que no estoy segura de haber querido que ocurriera así.
                Sin necesitar de su ayuda, mi cuerpo se volteó cuando sus brazos me pararon. Con un revuelco peligroso del corazón, encontré sus ojos enfrente mía, su nariz rozando la mía y su aliento sobre mi piel. Noté como todo mi cuerpo se crispaba, alerta, incapaz de pensar con claridad, pero la herida que había causado aquella indiferencia tras el desliz veinticuatro horas atrás, aún estaba muy madura. De modo que mis movimientos reaccionaron solos.
                Con un fuerte empujón, apoyé mis manos en su pecho y me separé de él. Su manos intentaron aferrarme firmemente de la cintura, cosa que tras mucho esfuerzo  conseguí evitar. Noté como si la distancia se transformase en abismo, como algo de mí deseaba no haber actuado así. Pero por otra parte, noté como menguaban las posibilidades de la herida de mi interior se abriera más dolorosamente.
                -¿Qué haces?
                -Espera, Kay, por Dios –Me pidió alzando las manos para hacer ademán de pedir tiempo -. Deja que te aclare este tema mejor, por favor.
                En aquel momento, noté como sus manos volvían a rozar mi cintura. No sabía si aquello lo hacía para persuadirme a que me quedara, sin ningún tipo de otro pensamiento, pero no me hacía sentir seguro. De nuevo, tras un zarandeo, me separé de ellas y le miré con impertinencia.
                -Para hablar no hace falta esta proximidad –Dije con un tono severo y frívolo.
                Casi noté el dolor que pareció producirle aquella frivolidad. Su ceño se frunció, marcando unas arrugas confusas. Sus ojos intentaron leer los míos, pero permanecí adusta en todo momento. No tenía que ablandarme.
                -Quédate.
                No, joder, casi grité en mi mente. Ahogué un sollozo en la garganta y aparté rápidamente los ojos de él, alejándome un paso. No solo quería irme por el hecho de que aquello se estaba haciendo más cargante de lo que esperaba, sino que no quería perder el avión. Pero a cambio, me lo había vuelto a pedir de aquella forma tan peculiar de su talante.
                -Dan, tengo que llegar al aeropuerto, preparar las maletas y todo eso. No tengo tiempo.
                -Al menos déjame acompañarte.
                Noté como unas bolsas comenzaban a aparecer debajo de mi ojo. El escozor en los ojos y el pecho estrujándome me impidieron negarme sin pensar. Si seguíamos mucho más así, iba a romper a llorar. Llorar de impotencia.
                -No quiero que me acompañes.
                -¿Por qué?
                -Porque Georgia está aquí.
                No pensé las palabras, pero si tenía alguna idea de hacerle entender mi dolor por haber sido un picoteo de un gran manjar que era su novia, aquella había sido la respuesta idónea. Él no replicó. Sabía que no podía hacerlo, sabía que no había contradicción a aquello. Él prefería a Geo, ese tema estaba más claro que él agua, pero a cambio, seguía siendo a ratos persistente. Tanto que no llegaba a tener sentido.
                -Kay…
                -En fin, -Le interrumpí rompiendo el contacto visual cuando me avispé de la primera amenaza; mis ojos comenzaban a humedecerse -, nos vemos después de Navidades, ¿no? –Me alisé con cuidado el abrigo, lentamente, sin saber que decir -. Ya nos vemos, Danny.
                A pesar de saber que mis ojos iban a brillar y mis retinas cubiertas de lágrimas iban a ser apreciadas, levanté mi mirada una vez más hacía la suya, aún no lo suficiente lejos pero lo demasiado cerca. Sus ojos, profundo, herméticos y tal vez confusos por mis palabras o actitud, quién sabe, me atravesaron como cuchillos, pero tan pronto como comenzaron a afectarme más de lo debido, los separé de los míos y di media vuelta.
                Sabía que él estaba mirándome. Su mirada no podía pasar desapercibida para mí, estaba segura, de modo que por orgullo más que nada, no miré hacía atrás al irme.
                En aquel momento, una gota cayó del cielo. La fría lluvia comenzó a caer con presión, dándome permiso para llorar de una vez. Tras tantas gotas, mis lágrimas iban a poder ser liberadas sin miedo a ser descubiertas.

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Gracias a los lectores, de verdad, y siento que sea tan cortito y soso, pero no quería detallar ni adelantar mucho más aún. 

martes, 12 de febrero de 2013

Capítulo 45 - Toda la historia, del pasado.


                -No te vas porque tu familia te haya pedido que regreses.
                Sus palabras confundieron mis sentidos. Tal vez si me hubiese parado a pensar un solo segundo, tal vez si su voz no lograra alterarme tanto y tal vez si hubiera tenido un poco de autocontrol, me hubiese girado como si nada para observarle impasible, o tal vez hubiese lanzado algún comentario y hubiera entrado al coche. Pero no. Era su voz, era él y era aquella maldita actitud peculiar que se me formaba por su culpa.
                De modo que, de nuevo sin pensar en lo que hacía, me giré tan sobresaltada que una mueca graciosa se formó en sus labios, de forma denigrante. El corazón comenzó a palpitarme con violencia, como si en cualquier momento, en medio del silencio de la húmeda calle y bullicio lejano y hermético de la casa, los latidos fuesen a oírse. Le miré con los ojos abiertos, casi deseando que no hubiese aparecido, pero a pesar de mi azoramiento, callé esperando respuesta.
                -¿Me equivoco?
                -¿Por qué tienes que tener la razón? –Con un esfuerzo sobrehumano, mi voz fue pronunciada de moda normal y regular. Todo el cuerpo y cada parte de él me vibrara, crispado -. La Navidad es tiempo de estar con la familia.
                -Porque ayer mismo no tenías ni pensado irte, Kay. –Sonrió con su talante tan peculiar -. Es mi culpa.
                «Oh, claro que es tu culpa. Y también lo es que mi corazón esté a punto de recibir un infarto, pero sin antes alegrarse y enfurecerse al estar hablándome ahora», pensé. Solté un resoplido gracioso mientras apartaba los ojos de él.
                -Ha sido una decisión de última hora. No tienes nada que ver –Fruncí el ceño, volviendo a mirarme con firmeza y serenidad. Me estaba mintiendo, y le estaba mintiendo.
                -Pensaba hablar sobre lo ocurrido en la próxima semana –Alzó su brazo para removerse el cabello -. Pensaba echarle un par de huevos por una vez.
                -No hay nada que decir, Danny –Negué suavemente con la cabeza mientras abría la puerta del coche. En aquel momento, volviendo a acelerar mi corazón a vertiginosa velocidad, avanzó varios pasos hasta mi lado y cerró la puerta antes de que entrara -. ¿Qué haces?
                -Quiero hablar, explicártelo –Sus ojos, apenas unos metros de distancia de los míos me observaron con conmiseración -. Que lo entiendas.
                Una vez más, si me hubiese detenido a pensar en mi respuesta, abría actuado con más responsabilidad y normalidad. Le miré, mientras de nuevo todo mi interior se estrujaba. No tenía fuerzas para apartarle de un suave empujón como si nada, ignorarme e irme. Simplemente no podía, a pesar de que mis oídos aborrecían aquella supuesta explicación tanto como su comportamiento desde lo pasado de anoche.
                -No tienes no todo el tiempo del mundo –Musité, bajando la mirada. A pesar de no observarle, supe una sonrisa se formó en sus labios.
                -¿Podemos ir a un sitio más… privado? –Le miré con impertinencia -. Es un poco larga la historia.
                -No, no podemos –Dije, casi más como un ruego que como una respuesta. Siendo consciente de mi falta de fuerzas para negarme, su mano apretó mi muñeca y comenzó a arrastrarme hasta un parque lóbrego cercano. Una sonrisa victoriana pero no firme se embozaba en sus labios.
                Sus pasos se detuvieron enfrente del par de columpios que se contoneaban por el viento y su fragor. Se sentó entre chirridos de las cadenas, y me observó acercarme, como si esperase que me sentase a su lado… tan cerca.
                Me negué en silencio. Mis pasos se detuvieron en el poyo de escasos metros de los columpios. La liviana sonrisa de Danny se borró y su ceño se frunció cuando me senté. Comenzaba a entender que no me iba a comportar con tanta debilidad.
                -Ven aquí, por favor.
                En aquel momento, le miré como si hubiese disparado a diez ángeles. Él tenía su mirada fija en mi asiento, sin mirarme, pero cuando alzó su clara mirada azul-grisácea hacía mí, logré quitar mi cara estupefacta a tiempo. Aquel tono, aquellas mismas palabras que parecían pasar mi muro de frivolidad deberían de estar prohibidas. Era casi imposible negarse a ellas.
                -A…aquí estoy bien.
                -Por favor.
                Persistente no, por favor. Recé. No iba a poder decir que no una vez más, al igual que sería incapaz de negarme a su pedido de nuevo. Me levanté, resignada conmigo mismo por mi debilidad, y caminé hasta el columpio de al lado.
                -No puedes sucumbir a los encantos Jones –Su tono de voz cambió completamente cuando me senté, al igual que sus ojos adoptaron de nuevo el tonó pícaro y gracioso de cada día. Carcajeé, más que nada resignada.             
                -Danny –Le callé con una pequeña sonrisa en la comisura de mis labios -. Qué tienes que decir.
                Él suspiró, y de nuevo el Danny adusto que poco conocía volvió. Miró al suelo varios segundos, meditando sus palabras mientras se frotaba sus manos y cuando levantó la mirada la mirarme, aún parecía perdido en sus propias palabras.
                -Ya te dije que no me había acostado con ninguna otra chica desde que estoy con Geo –No me moví. Iba a pertenecer lo más atenta, consciente y callada posible -. Y desde el principio en que te tiré sin querer al agua del río, he intentado que esto no pasase. Digamos que cada vez me incitabas más a entablar amistad y confianza contigo. Al principio pensé que por eso no pasaría nada, de modo que me dejé llevar, pero al final me di cuenta de que al mínimo descuido, iba a  caer.
                -¿Por qué dijiste que estabas evitando algo que debería ocurrir?
                -Me refería a acostarnos, a llegar a algo más –Fruncí el ceño, perdida, y él me imitó -. Va a sonar a disparate, pero es la verdad, incluso puedes preguntárselo a Tom –Resopló, pero nada más se tomó sus minutos de espera, prosiguió -. Hará unos días, hablamos del destino, ¿te acuerdas? Yo no creía hasta hace nada, hasta que te conocí, pero ahora empiezo a cambiar de idea.
                «Hará más de un año, el tema del destino y ese rollo salió con Harry, Tom y Dougie. Obviamente, yo dije que no creía en él, que era una bobada, y entonces Doug dijo que con él, una vidente acertó. Me mofé de él, y claro, el canijo se picó. Me dijo que fuese a verla, a lo que me negué, pero creo que nuestra resistencia es casi nula, de modo que accedí a ir una noche. Tom me acompañó.  Al principio me lo tomé en broma, cuando de repente empezó a… acertar unos cuantos temas. Y entonces salió el tema de todo esto. Dijo que mi relación con Geo se iba a torcer de mala manera en cuanto conociese a una chica, a la que, casualmente aquellas descripciones y características te identifican completamente. He tenido hasta ahora fuerza para negar a miles de chicas, y creí que si aparecías, podría contigo, pero Karen, aquella vidente, dijo que no podía. Digamos que por en medio estaba esto del destino.
                En aquel momento, Danny se rió de sus propias palabras mientras se frotaba los ojos y negaba suavemente. Había escuchado atenta,  y sorprendentemente, aquella teoría no me resultó tan incrédula como él o yo hubiese esperado. Pero a pesar de esto, no me dejé convencer del todo.
                -¿Dices que, entre tú y yo, hay una especie de destino que decía que íbamos a acabar así?
                -Sí –Frunció el ceño -. Te juro que no me estoy riendo ni inventando nada, Kay.
                -Está bien –Zarandeé los brazos, levantándome y sonriendo -. Comprendo. Entonces, ¿todo lo de la otra noche ocurrió por qué una vidente había predestinado que pasaría?
                -No exactamente –Se levantó conmigo, nervioso -. Quiero decir que esta… ¿atracción lo llamamos? Que hay entre nosotros es normal. Es… es algo que debería acabar de una forma.
                Noté de nuevo un pinchazo agudo. Acabar de una forma, la cual debería de estar evitando Danny. Genial.
                -Está bien, te creo –Bufé, exasperada por sus últimas palabras, no por aquella teoría -. Pero estás como una puta cabra, Dan.
                En aquel momento, mis pasos comenzaron a andar con tanta rapidez que pude hasta el coche. Quería de huir de allí, cuanto antes. Sabía que cualquier cosa que dijese a partir de ahora, iba a referirse al futuro, no al pasado y por lo tanto, me dolería.
                -Joder, ¡no Kay! Espera que termine.
                Intenté hacer oídos sordos, pero cuando mis pies llegaron a la acera, noté como dos fuertes brazos me aferraban por la cintura y detenían, tirándome hacía atrás impetuosamente. Hacía Danny.

domingo, 10 de febrero de 2013

Capítulo 44 - Impertinente


No volví a mirarle. Volteé la cabeza tan rápido como pude, intentando pasar desapercibida y evitar aquellos ojos azul-grisáceo que tan poco podía remediar. Sonreí cabizbaja, mientras preguntas y preguntas incoherentes para mis oídos bombardearon mis oídos.
 -Será solamente estas Navidades. -Dije colectivamente. Aquello podía contestar a todas las preguntas.
 -¿Pero por qué? -Harry se situó delante mía. Le miré, como si aquella pregunta hubiese sido amedrentadora, pero para mi sorpresa, sus musculosos brazos me rodearon -. No lo entiendo, pero no pasa nada. Sé que vendrás el año que viene.
 Sonreí contra su pecho, viendo por el rabillo del ojo como todos los demás se habían callado. Sonreían de manera mohína, pero mínimamente era tranquilizador. Antes de lo que hubiera querido, sus brazos me soltaron para encontrarme de nuevo sola en el pequeño redondel taciturno que se había formado a mí alrededor.
 -¿Te quedas al menos a cenar? -Oí la dulce voz de Tom a mi lado.
 Oprimí un suspiro melancólico y me giré para contestarle. La pequeña vena aún estaba formada en su frente, que delataba que hasta hacía nada había estado furibundo, seguramente debido a la contraversía que había tenido con Danny minutos antes. A pesar de ello, un aterciopelado hoyuelo que ya conocía, estabab dedicado con delicadeza a mí.
 -No puedo. COn las maletas y todo el camino hasta el aeropuerto, no puedo esperar mucho más.
 -¿Quieres que te acompañe? -Oí la ronca voz de Dann y a mi espalda.
 Cállate , le pedí en mi mente mientras me mordía la mejilla desde dentro. ¿Acompañarme? ¿Lo había dicho enserio? ¿Acompañarme como la pasada noche? Danny Jones era el ser más irracional que conocía.
-No -Dije frívola y con dureza, sin pararme a parar en mi contestación. Suspiré, intentando controlar mi exaspero -. Puedo... soy capaz de...
 -No le atrases, Dan -Corroboró Tom a mi favor. Mi cuerpo dejó de convulsionarse por mis nervios -. Además, no te escaqueas de hacer la ternera. Oh no, esta vez no.
 Miré a Tom, azorada para ver una severa pero divertida mirada en él dirigida al pecoso. No lo había dicho por la ternera. O no. Era fácil adivinar que al parecer, Danny le había contado lo sucedido, y Tom me entendía. De ahí su respuesta.
 Me sentí más tranquila. Confiaba en Tom, posiblemente era uno de los que más y sabía que era uno y el más maduro de todo para poder actuar en mi favor cuando lo necesitase. Como aquella vez.
 Sonreí tenuemente de modo de agradecimiento.
 -No había tenido en cuenta librarme de la ternera.
            Le miré. Su rostro era sereno y adusto, lo suficiente que me hizo sentirme mal de haberle dicho que no. Control, Kay, control, me djie. Te vas por él, de modo que tienes que rehuírle todo lo posible. Había sido culpa suya preguntarme aquella cosa tan pertinente. Sólo suya.
 Noté el suave brazo de Micaela acariciarme el codo. Volteé disimuladamente la cara un poco, para vislumbrarla desde el rabillo del ojo. Comprendía lo que pretendía decirme. EL ambiente se había hecho bastante incómodo.
-Creo que va siendo hora de que me vaya -Dije con la voz engarrotada -. SI no quiero perder el avión.
            Todos asintieron, mohínos, y uno por uno se despidieron de mí con un abrazo o un beso en la mejilla. sI por ejemplo, Matt o incluso Georgia no se hubiesen despedido de mí, ni me habría percatado, pero cuando la última despedida de James me dio libre libertad para marcharse sin haber recibido aún un suave adiós de parte de Danny, noté como me exasperaba mucho más con él. Evité mirarle, pero cuando creí que lo conseguiría, en el umbral de la puerta mis ojos huyeron la presión de mi prohibición de serle indiferente y me giré una vez más para buscarle. Pero no estaba allí, al menos no al alcance de mi vista.
 -No tenías que haberte volteado -Me susurró Mike situándose a mi lado. Se había pedido voluntario para acompañarme hasta el coche.
 -No estaba. No se ha despedido.
 -Lleva toda la tarde discutiendo con Tom. No han parado hasta que has llegado tú.
            -¿Punto positivo?
 -Oh, venga Kay. Puede que sea Danny Jones, el tipo más inmaduro que hayas conocido, el de menos mentalidad y el que tenga el cerebro más parado. Pero hoy estaba malhumorado, apuesto lo que sea que por tí, y viniendo de Danny... -Miré a Mike, quién arqueó las cejas mientras yo negaba con obviedad -. Kay, tu misma pareces haber cogido una emoción por Danny que en ningún otro rollo has tenido. Lo tuyo es tan increíble como puede ser lo suyo.
 -No. -DIje rotundamente, haciendo ademán con los brazos para que callara de una vez -. No tiene porque estar enfadado, a no ser de que Tom le haya soltado alguna bronca de persona madura y obviamente él se haya enfadado al no pensar igual, ¿no? ¿Eso no tiene también sentido?
 -¿Por qué te niegas a aceptar tanto mi teoría, KAy? -Preguntó con las cejas arqueadas, una mezcla entre melancolía y resignación.
 Suspiré, ya cansada. Negué suavemente, apesumbrada, mientras me apoyaba en la puerta trasera del coche.
 -Porque si fuera cierto lo que has dicho, mínimamente él se hubiera despedido de mí. No hubiese salido corriendo hoy por la mañana. Me hubiera dado al menos una explicación a todo esto -Me froté los ojos, fatigada -. Si le llegase a importar, se preocuparía un poco por mí.
 Mike me frunció los labios, tal vez sin saber que contestar, tal vez sin ganas de replicar. Me sonrió con delicadeza, pero fue verdadera la sonrisa, lo que hizo que me tranquilizara. Suamente, me abrazó con cariño, tanto como yo necesitaba en aquel momento mientras me depositaba en silencio un beso en la frente.
            DIo un par de pasos largos hacía atrás cuando se separó de mí.
 -Si no vuelves, iremos a buscarte a España. Te lo prometo -Me sonrió aún más ampliamente, e inevitablemente, asentí mientras me despedía con una mano y carcajeaba impetuosamente.
 Me dio la espalda, anduviendo hasta la puerta, y en un cerrar de ojos, su figura desapareció.
 lOs grillos chichirriaban en alguna parte los matorrales, las bombillas de las altas farolas proyectaban halos de luz tan claros que dejaban ver la calle al completo, pero aún así, todo tenía un aspecto lóbrego.
Me sentía tan perdida y confundida que mi mirada se perdió en alguna parte de la carretera. Podía oír el griterío proveniente de la casa de Harry, cuando una voz profunda rompió mi tan solicitado silencio.
            Mierda.
            -No te vas porque hayan pedido tu familia que regresases.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Capítulo 43 - Hasta la vista


                Las dudas comenzaron a acarrearme cuando el billete reposó entre mis dedos y el dinero se escurría de mí hacía la máquina registradora. Cuando se hubo cerrado y la registradora me pidió que dejara paso, supe que no podía echarme atrás.
                Me aparté de en medio hacía un lado, unos pasos más lejos. Miré a Micaela, quien me seguía adusta y sombría, en silencio. Sabía que aquello no le hacía la mínima gracia, y había estado insistiendo en que me lo replanteara una y otra vez, hasta aquel momento. Pero ya se había rendido.
                -Te ha costado un pastón por quererlo lo antes posible –Sus labios se fruncieron, resignada -. Casi no te va a dar tiempo; es esta noche.
                -No importa el dinero. Será mejor que no me replantee el tema.
                -¿Por qué? –Sus cejas se arquearon. Suspiré, exasperada. Iba a volver a empezar -. ¿Tal vez es por qué no te quieres ir? Kay, te has gastado la mitad del dinero que has ganado aquí por un puto billete de avión que sale esta noche. ¿De verdad querías eso?
                Y de nuevo, le evoqué, acompañando del dolor. No quería verle, no quería saber porque demonios aquel comportamiento mío ni descubrir la coherencia de sus palabras que me había dicho la pasada noche. Simplemente quería alejarme temporalmente, huir, y eso lo tenía claro.
                -Son simplemente las Navidades, Mic –Le alenté. Ella negó suavemente la cabeza acompañando con un resoplido -. Voy a volver.
                -¿Y crees que no pasará lo mismo? –Le miré boquiabierta. No debía haber dicho eso, era amedrentador -. No… quiero decir, le gustas a Danny, ¿no? –Me encogí de hombros, ruborizada -. Hay atracción, mutuamente, y eso no me lo niegues. Y la habrá siempre… a lo que me refiero… ¡No sirve de nada marcharse!
                -No voy a quedarme –Dije con consistencia -. Prefiero tener unas Navidades dulces con mi familia antes que… verles.
                -Les has visto hasta ahora, Kay.
                -Pero no había pasado nada, entiéndelo –Siseé, reemprendiendo el paso hacía la salida con Micaela pisándome los talones -. Quiero pensar, quiero… no sé, dejar este sentimiento ambiguo. Llevo unas semanas muy extrañas… ¡es cuestión de tiempo!
                -¿Tú crees? –Mic apartó su severa mirada de mí mientras negaba firmemente con la cabeza, exasperada -. En fin… confío en tu palabra de que regresarás, ¿eh? Y dime tú como piensas decirles a todos que te vas, tan… vertiginosamente.
                -Será rápido. No quiero que haya tiempo para preguntas ni miradas dementes. Lo diré antes de partir hacía el aeropuerto.
                -¿Querrás que te acompañe?
                -No, tranquila. Sabré ingeniármelas sola.
                Su mirada fruncida me hizo saber que no creía lo mismo, pero a pesar de ello, siguió caminando taciturna sin decir nada. La presión de la situación caía sobre mis hombros, de modo que en silencio por no querer empeorar el momento, salimos del aeropuerto.

                Llamé un par de veces al timbre a tiempo de que unos grititos agudas se oyeran acercarse. Era Dougie; esa voz aguda y chillona le caracterizaba. Suspiré. Lara, Mike y Micaela eran los únicos que sabían de mi marcha, y a cambio, no me había servido para liberar… ¿tensiones? Irme de Reino Unido parecía afligirme a cada minuto que se acercaba para marcharse.
                En medio de mi ensimismamiento, la puerta se abrió tan vertiginosamente que di un brinco al ver al divertido Dougie observándome. Estaba feliz, lo que no pudo hacerme evitar sonreír. La noche anterior que había pasado con Danny, Dougie la había pasado con Lara. Según me había contado ella, no estaban saliendo, aún, pero parecían entenderse perfectamente. Era de esperar que acabaran juntos.
                -¡Por fin, Kay! Eres la última. La cena ya está casi en la mesa –Dijo mientras me daba paso.
                Algo incómodo se removió en mi estómago. No había contado en la cena. Mierda.
                -No puedo quedarme –Susurré mientras entraba al vestíbulo. Allí, las figuras de Giovanna e Izzy se asomaron por el umbral del salón -. Lo siento.
                -¡Kay! ¿Por qué? –Preguntó Izzy haciéndome señas para que me acercara. Le obedecí.
                Antes de añadir nada más, acompañando de un suspiro oteé toda la sala. Harry estaba dentro de la cocina, a lo lejos y con Matt, mirando lo que parecía una sartén que echaba más humo de lo que debía. Charlie y Micaela preparaban la mesa entre risas y alguna conversación profunda, pero alzaron la cabeza al verme. James me sonrió, pero a cambio Mic me echó una mirada nerviosa. Charlie, más a lo lejos y cerca de los sofás de cuero, parecía enseñar algo gracioso a Geo y Lara en el móvil, mientras que a la otra punta y sólo, Mike me vislumbro y anduvo hacía mí, posiblemente para hacerme sentir más segura.
                Y a pesar de que intenté evitar, mis ojos otearon las cabelleras rubia y castaña, cerca de la mesa y apartados. Tom y Danny, formalmente vestidos con camisas parecían tener una controversia hermética. Aparté los ojos antes de que se percataran.
                -¿Qué ocurre? –Preguntó James dejando los últimos cubiertos en la mesa.
                Intenté hablar, pero las palabras se me atascaron, sin querer salir.
                -Se va estas Navidades a España –Vociferó rápidamente Mike, situándose a mí lado.
                -¿Cómo? –Exclamó Giovanna, buscando el contacto visual. Sus ojos castaños estaban abiertos como platos, sorprendidos -. ¿Por qué? ¿Cuándo?
                -En unos dos horas, ¿no? –Volvió a contestar por mí, esta vez Micaela e intentando sonreír para relajar la situación. Todo  a mi alrededor se había callado -. Sus… su familia le ha pedido que regrese.
                Fruncí el ceño. No había planeado esa escusa, pero sería mejor que decir que por un extraño y repentino cambio de planes iba a volver a España. Asentí lentamente, mirando a mi amiga, precavida.
                -¿Te vas? –Oí su voz a mi espalda.
                Perfecto, me susurré. Miré a Micaela severamente, sin girarme. Algo se me estrujó en el interior. Ahora iba a plantarle cara. Él iba a saber que me marchaba por él.
                Me giré lentamente, pero no demasiado. Iba a tener que disimular y no parecer luctuosa. Tenía delante a su novia, sus mejores amigas y amigas. Tenía que hacer como si no pasase nada, solamente durante pocos minutos.
                Podía conseguirlo, al igual que él lo hacía.
                -Sí. –Dije con la garganta seca. Sus ojos azules grisáceos me encontraron pero rápidamente y por instinto, bajé la mirada. La suya era como mil puñaladas.