martes, 26 de febrero de 2013

Capítulo 50 - Retorno


                                                               POV KAY

                Los nervios y la cuenta atrás del tiempo comenzaban a asfixiarme por dentro del vestido. Le lancé vehemente el billete al refunfuñón y minucioso conductor y salí corriendo del taxi mientras los tacones volvían a utilizar de mártir a mis pies.
                Entré con paso ligero al bar. La puerta dio un fuerte golpe al cerrarse, llamando la atención de los pocos clientes que había. Mi corazón latía con suficiente fuerza, mi respiración me ahogaba y mis sentidos parecían haberse revolucionado.
                Unas miradas detrás de la barra me miraron con despecho, pero en cuanto reconocí los conocidos ojos, una sonrisa afloró en el camarero y el jefe que atendían a un chico de cabello rubio, espaldas a mí.
                -¿¡Kay!? –La voz de Evan rompió su conversación -. ¿Qué haces aquí?
                Mi mirada recorrió toda la barra. Una camarera, Marie, con la que apenas había entablado conversación me miraba igual de azorada que Evan. Suspiré, exasperada mientras comenzaba a sudar por los nervios.
                -Una boda –Declaré únicamente -. ¿Dónde están Micaela, Lara y Mike?
                -¿Tú también les buscas? Se han ido hará diez minutos –Una sonrisa de lado se embozó en los labios de mi jefe -. Espero que vuelvas para pedir tu trabajo de rodillas, porque últimamente andamos mucho más estresados.
                -Ahora no, Evan –Dije mientras todo mi cuerpo comenzaba a calentarse, furibundo -. ¡Mierda! Si no me hubiese parado a tomar ese maldito zumo de máquina les habría pillado a tiempo.
                -¿Pero sabían que venías aquí?
                -No. He llamado a Tom esta misma mañana y me ha dicho que Dougie venía a recogerles aquí, pero entre que he tardado en prepararme en el hotel no he llegado a tiempo –Me crucé de brazos, caminando furiosa hasta la barra -. ¡Y ni siquiera sé donde está la iglesia! No tengo nada suelto para el taxi, además.
                -Oh no, no te puedo prestar nada –Se anticipó con prejuicio Evan, enseñándome las manos.
                -Me parece que estamos en las mismas. ¿Te llevo?
                Me giré al oír la desconocida voz. El rubio que se había mantenido de espaldas mías me observaba con una dulce mirada verde ópalo. Habría jurado haber reconocido aquella mirada aliciente en otro momento, pero únicamente me dediqué a observarle ambigua.
                -¿Sabes dónde es la boda?
                -Sí, claro –Una igualada y resplandeciente sonrisa se embozó suavemente en sus labios -. ¿La boda de Tom y Giovanna, no? Me habían invitado, y se supone que tenía que recoger a Lara aquí. Pero también he llegado tarde.
                -¿De qué les conoces?
                -Hará unos meses Lara me presentó en una exposición de arte a la pareja y bueno, hicimos amistad –Sus ojos parecieron intentar observar más allá de mi confusión -. ¿A qué viene esa mirada?
                -Oh, nada –Zarandeé la cabeza, aturdida -. En fin, ¿Nos vamos? –El desconocido asintió. Cogió su chaqueta del asiento, mientras comenzaba a acomodarse su camisa y corbata que se ajustaban perfectamente a su esbelto cuerpo -. Soy Kay, por cierto.
                -Sí, ya lo sé.
                Le miré confusa. ¿Cómo que ya lo sabía? Intenté adivinar por qué, pero a pesar de ello, lo único que parecía haber visto antes eran aquello ojos verdes.
                -¿De qué?
                -¿No me recuerdas? –Aquella cuestión me erizó la piel. No me fiaba de mí al no recordar a alguien que debería de haber recordado -. ¿En la exposición de arte? –Fruncí el ceño. No sabía de qué hablaba -. ¡Soy Dylan!
                Y la bombillita de mi cabeza se encendió.
                Aquellos ojos verde ópalo los había visto antaño en la exposición de arte de Lara. Aquel chico de cabello rubio oscuro era el mismo que me había hablado de un cuadro sobre su hermano , el mismo que había conseguido mi confianza tan rápido como me dedicó su primera sonrisa.
                En otras palabras, allí estaba el buenorro de la exposición de arte.
                -¡Dios, sí! –Dije sonriendo -. Vaya, no sabes el favor que me haces, ¡qué suerte! Me he gastado todo el dinero que llevaba a mano en el hotel, los taxis y un pequeño tentempié y ahora no me cunde para cogerme un taxi.
                -No te preocupes. Dylan está aquí –Dijo con tono divertido mientras me guiñaba un ojos.
                Aquel chico me iba a caer genial.

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