viernes, 29 de marzo de 2013

Capítulo 60 -- Seguir haciéndolo


                Cuando por fin las distancias aparecieron entre nosotros, no me sentí incómoda. Y supe que él tampoco. Nuestras miradas se encontraron, arqueando cejas y volviendo a ser conscientes de la situación. Solo que aquella vez, parecíamos ya saber lo que iba a pasar a partir de aquel momento: indiferencia.
                Bajé la mirada hasta sus manos. Éstas acariciaban las teclas del piano como si pretendiera que el instrumento le salvara de la situación. A saber que estás pensando sobre lo ocurrido, pensé. Mis ojos subieron hasta los suyos, pero su mirada se perdía entre las partituras ahora rellenas de nuestra letra.
                -La letra ha quedado bien –Dijo. No dije nada, simplemente me dediqué a observarle mientras le obligaba a sonreírse por la presión -. No sé cómo nos ha podido salir, pero está bastante bien. Podrías ayudarnos en las otras.
                -Me parece que me quedo aquí en esto de componer letras de canciones.
                -¿Ni siquiera conmigo?
                Una sonrisa burlona pero al mismo tiempo encantadora pareció aprovechar el momento para sonreírme. Negué suavemente la cabeza, con picardía mientras hacía incrementar su sonrisa.
                -Contigo el que menos.
                Alzó una ceja, intentando descubrir la verdad o la mentira de aquella frase. Las palabras parecieron desaparecer, y nuestros oídos se centraron al unísono en los pasos acelerados que bajaban las escaleras. El sonido del piano había dejado entonces de oírse en el piso superior.
                Casi como si no se hubieran esperado la aproximación de los pasos, Tom entró por la puerta. Exclamó algunas palabras inaudibles por la alegría, y su figura se interpuso apegado en el asiento del piano, compartiéndolo conmigo.
                -Me ha quedado mejor de lo que esperaba la canción. Creía que no tenía arreglos, pero escuchad.
                Las primeras estrofas comenzaron a inundar la habitación de nuevo, y mis ojos se encontraron inevitablemente con los de Danny. Éste los mantuvo, fijos  y constantes mientras dejaba que la letra que habíamos compuesto sonara en nuestras cabezas.
                -¿Qué tal va la letra?
                -Creo que en sí ya tenemos bastante –Anunció Danny por los dos.
                -Entonces cántala.
                La mirada de Danny, desacuerdo bajó, pero Tom no pareció darse cuenta. La sonrisa de Danny apareció de nuevo, como si aquella canción hubiera preferido dejarla un tiempo en el cajón antes de volver a leerla, pero sin contradecir, agarró nuestras partituras pintarrajeadas y se centró en ella.
                Entonces, Tom comenzó a tocar con una dulzura de la cual no me había percatado antes.
                -I don’t ever wanna spend another day without you, without you. I don’t think that I’d be stading here if I never found you, never found you –Sus ojos se apartaron suavemente de las hojas y subieron hasta mí, dónde encontré su mirada -. Right now, the sun is in your eyes, the moment has arrived you see. Right now, there ain’t no better time, I feel like you’re alive in me.
                -And you take me, and you take me, and you take me there… -Cantó entonces Tom bajando la mirada hasta las hojas de Danny.
                Hubiese preferido que Danny no hubiese cantando.
                La canción siguió tocando, pero Danny no la acompañó. Desvié, al igual que Tom quién paró de tocar suavemente, mis ojos hacía él. Danny, callado y como si se hubiese apartado del momento, observaba cabizbajo las partituras. Noté como un revuelco ahogaba mi corazón cuando sus ojos subieron inconscientes hacía mí.
                Noté entonces los ojos de Tom posarse sobre mí. Un resoplido asomó a mí lado mientras mi cara se calentaba. Aquello era incómodo y confuso.
                -¿Qué ha ocurrido aquí?
                Levanté la mirada para verle. No sabía que decirle, o qué hacer. Aquella vez, parecía que el tema resultaba más indiferente para mí, y más importante para Danny. Al contrario que la última vez.
                -No lo sé –Me encogí de hombros con voz tosca.
                -¿Quién a quién?
                -He sido yo quién la ha besado –Dijo de pronto Danny. Su espalda se erguió y su compostura se recuperó en la silla.
                -Oh, Danny, ¿otra vez? –Dijo de pronto Tom. Su mirada me ignoró y de pronto, noté como la presión de la conversación que acababa de formarse entre los dos caía sobre mí.
                -Sí, otra vez. Te dije que acabaría pasado, Tom.
                -Estás a punto de casarte con Georgia, tío.
                -¿Y qué?
                -¿Cómo que y qué? –Saltó Tom. Una carcajada irónica se escapó de él -. La última vez ya lo hiciste mal. Y ahora peor. No puedes saltarte las reglas… no lleva a un buen camino.
                Los ojos de Tom me encontraron. Cálidos y aterciopelados parecieron compadecerse de mí. Tal vez creía que aquel tema me dolía tanto como la última vez, pero más confusión que dolor abarcaba aquello.
                -Voy a seguir saltándome las reglas, lo intente como no, Tom.
                -¿Y ella? ¿Crees que se las estará saltando? Vas a ser un hombre casado en nada, Dan.
                Entonces, los ojos azul-grisáceos de Danny me encontraron con la duda sobre ellos. Podía notar, aquella vez con mucha claridad, la ambigua mezcla de confusión, dolor, incertidumbre y desorientación en ellos, casi como si todos aquellos sentimientos se los hubiera dado yo a él.
                -Creo que mejor me voy a casa –Dije carraspeando. Cabizbaja, me levanté de mi sitio y sin pararme a despedirme, salí de la pequeña sala de estar.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 59 - Take me there



                Danny fue quien hizo los honores en plasmar los primeros pentagramas en el piano. Podía oír la melodía a lo lejos, en el piso de arriba, pero únicamente servía de distracción en aquel momento. Mis ojos se fijaron en sus dedos, livianos, preparados para tocar pero aún así con una dureza que dejaba claro el desconcierto que aún era aquella canción.
                Es bonita. Fue lo que pensé cuando llegó a mis oídos. Observé con atención la concentración de Danny, apreciando lo segundos de silencio y pensamiento mientas le dejaba aclarar sus ideas, mordiéndose el labio. Visto desde aquel punto de vista, casi todo el despecho que quería seguir conservando por lo pasado se esfumaba en compañía de la melodía.
                -¿Qué te parece? –Me preguntó rudo cuando las teclas pararon de golpe. Sus ojos azules parecían orientarse en mi opinión.
                -La melodía no está mal. Creo que necesita algunos cambios, pero no entiendo de eso. Y tiene que hablar sobre algún tema tranquilo, nada fuerte.
                -De la melodía ya se encargará Tom. Nosotros nos encargamos de la letra. ¿Alguna idea?
                -Bueno… puedes hablar de tu situación sentimental desde el punto de vista relajante. No sé, ¿tú eres el enamorado, no?
                Una sonrisa picaresca se formó en sus labios mientras apartaba la vista de mí. Sus dedos tocaron lo que debía de ser la primera estrofa para le letra, y luego su frente se frunció.
                -Tal vez de esa seguridad que sientes cuando estás a su lado, cómo si lo grave fuese casi indiferente.
                -Y el miedo al verte alejado de esa persona. Las ganas de verla, y todas esas chorradas, ¿te refieres? –Dije con una carcajada, a quién me la devolvió ladeando la cabeza.
                De nuevo, sus dedos tocaron la canción pero con más parsimonia, mientras comenzaba a murmurar por lo bajo.
                -¿Qué dirías si esa persona se fuera por un tiempo y luego regresase? –Cuestionó en voz alta, tal vez para sí mismo, tal vez para mí, pero su mente parecía estar buscando el sentimiento que necesitaba la canción.
               ( http://www.youtube.com/watch?v=2WG2ddKY4uk )
                -Que no quisiera pasar otro día sin ella –Dije sin pensármelo.
                -I don’t ever wanna spend another day without you, without you –Cantó. Su voz, ronca y casi entrando en compañía del sentimiento de la canción, hizo que mi piel se erizara en un escalofrío -. ¿A sí, no?
                -Sigue. –Le pedí casi de súplica.
                -I don’t think that I’d be stading… here if I never found you, never found –Cantó titubeando. Su ceño se frunció y la melodía paró para observarme.
                -Está bien –Dije, mientras mi voz tembló. Ya empezaba aquel sentimiento turbador -. También… ese momento se vuelve como de película, ¿no? –Una sonrisa burlona se formó en sus labios -. ¡No, no te rías! Digo que… esa persona es como si volviese a ti, como si se hubiese ido pero para volver.
                -¿Entiendes el sentimiento? –Preguntó de golpe. Una nota se profundizó en el piano, al igual que su mirada sobre la mía.
                -Es… es una letra de una canción, Dan. Se trata de escribirlo, no de sentirlo.
                Una sonrisa mohína se embozó entonces en sus labios. De nuevo, aquella rehuía mía me hizo sentirme arrepentida. Pero debía de rehuir de temas profundos, me lo había prometido a mí misma.
                Sus ojos observaron lar partituras para luego volver a encontrar mis ojos aún fijos en él, y sin apartar el contacto visual, volvió a improvisar.
                -Right now, the sun is in your eyes, the momento has arrived, you see. Right now, there ain’t no better time, I feel like you’re alive in me.
                Y de nuevo, un escalofrío.
                Me permití apartar la mirada de él. Casi me convencí de que era yo quién tergiversaba el momento y la situación, pero odiaba que al menos, no apartara la vista de mí al improvisar. Sabía que debía de estar pensando en Georgia, pero a cambio, su mirada parecía profundizar en la mía como si yo le trajera la inspiración.
                Claro que sí, Kay, claro.
                -¿Y ahora? –Preguntó tras un silencio que ni siquiera pareció romper el sonido del piano de Tom.
                Le miré. Sí debía ayudarle, tenía que dejarme de ensimismarme en detalles que no llevaban a ningún sitio. Al fin y al cabo, el hacer una canción era hermoso y debía aprovechar el momento.
                -Le pides a esa persona que te paso a su corazón. Que te lleve contigo.
                Una sonrisa picaresca volvió a formarse en sus labios. A cada idea, parecía tomársela en broma. Lancé una carcajada exasperada, pero la melodía siguió y sus ojos me miraron sonrientes.
                -Improvisa tú.
                Le miré como si me hubiese pedido que matara a alguien. Su sonrisa se amplió, sus cejas se arquearon y un ojo me guiñó. Iba a reírse, pero a cambio, una parte de mí quería que las palabras fluyeran solas.
                -And you take me –La melodía, entonces, se repitió -. And you take me… and you take me there.
                Entonces, le dí más que motivos suficientes a Jones para que se mofara de mí y de mi repentina actuación. Y así lo hizo. Su risa rompió desgarradora, parando de tocar mientas se aferraba el estómago con ambas manos. Noté como mis mejillas ardían ruborizada, mientras bajaba la vista hasta las blancas teclas que me habían dado paso a aquella ridiculez.
                -Cantas fatal –Carcajeó mientras volvía a calmarse.
                -Muy inspirador, Danny –Su brazo recorrió mi hombro, pero me evadir de él rápidamente -. ¡No! Ahora no me vas a oír ni una nota cantada.
                -Venga ya, Kay. No puedes privarme de eso –Bromeó.
                Le guiñé un ojo, sonriente, mientas le hacía señales de que siguiera tocando. Sus ojos, aún achinados, se fijaron en la partitura y siguió tocando.
                -Cuando llega el momento de ver a esa persona, casi pareces pedirle al tiempo que venga el momento en que la ves.
                -I get anxious just knowing that you’re the one… -Su palabras se quedaron trabadas, y su ceño se frunció confundido.
                -…I come home. –Terminé por él.
                -¿Por la qué voy a casa? –Dijo adusto mientras parecía revolcarse en la incertidumbre.
                -Georgia –Dije con la garganta seca -. Cuando vas a casa y la ves.
                Una sonrisa melancólica se formó en sus labios, entonces. Ni una pizca de la concentración en mí de antes, ni una pizca de la alegría al verme cantar. Simplemente, estaba apagada.
                Y la música volvió a sonar como si nada, pero sin que Danny dejara de observarme.
                -Being without you makes me suffocate cause baby I breathe you, yeah… I breathe you.
                No me atreví a respirar. No sabía si aquello lo hacía queriendo o no, pero no podía ni escribir una canción de forma indiferente sin que lograra revolucionar mis sentidos. Me sentí insignificante, como si no tuviera nada que reprochar a sus palabras cuando en realidad tenía mil cosas que decirle.
                -Dame un beso –Dijo de pronto.
                Un revuelco casi ahogó a mi corazón. Creí oír mal, creí volver a confundir las cosas, pero su mirada me lo confirmaba todo. Lo había dicho, no lo había soñado.
                Y entonces, casi como si mi mente jamás se hubiese negado a él mil veces al pensar en ello, mi cuerpo se inclino en compañía del suyo y un golpe grave de nota, nuestros labios se juntaron.


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ESTE CAPÍTULO SI QUE ME GUSTA, DESDE HACÍA MUCHO O.O

jueves, 21 de marzo de 2013

Capítulo 58 - Olor de flores y café.


                El timbre abrasó todos los conectores de la casa. Entre quejidos y gritos, Micaela y yo debatimos entre quién debía de ser la “afortunada” en abrir la puerta. Finalmente, entre buena jugada y demás, ella me dejó sin contradicción, viéndome obligada a recorrerme medio pasillo para abrir a quién ya sabía quién era.
                Habían pasado dos días únicamente desde me habían obsequiado mi nuevo trabajo en la revista. El sábado había iniciado mi primer día, no muy laborioso pero si productivo para iniciarme, y el lunes empezaría ya seriamente.            
                Debía despedirme de vasos y bayetas para saludar a fotocopias y redacciones.
                Dos sonrisas bien amplias parecieron reprocharme su buena felicidad y amor cuando abrí la puerta. Mi cara, llena de despecho les saludó con un simple resoplido.
Dougie y Lara parecían preparados para uno de aquellos domingo tan productivos que solo ellos podían organizar, y tan románticos que despertaban mi vena destructiva. Intenté regresar al sofá, pero en aquel momento, Lara me paró el paso y agarró de las manos, erigiéndolas hacía arriba.
-¡Buenas tardes, mi buen humor! –Dijo abrazándome con firmeza. Me dediqué  a darle dos golpecitos suaves en la espalda como participación -. ¿Y esa buena cara de hoy? ¡Puede que esté lloviendo, pero es un precioso domingo!
-Habla por ti –Gritó Micaela asomando su cabeza por sofá -. Ahora Dougie te invitará a algo romántico, os besaréis bajo la lluvia y presos de la pasión haréis el amor hasta la madrugada, dónde ambos llegaréis tarde a trabajar –Lanzó un resoplido furibundo -. Lo he visto en las películas.
-No te lo niego, Mic, no lo hago –Sentenció Dougie sonriendo con dulzura. Lara le golpeó suavemente el brazo, mientras le depositaba un beso en los labios -. No solo hemos venido para restregaros nuestro amor –Sus ojos me miraron arqueándome las cejas en señal de burla -, sino que también para que lleves estos cuadros a tu empresa.
-A lo que por cierto, ¡felicidades! –Me vitoreó Lara dándome un gran beso en la mejilla -. Seguro que sé te da genial. Y ya sabes. No olvides exponerles mis cuadros a ver que les parece de decoración.
-Está bien, lo haré, pero el jefe de la plantilla es un poco estricto –Advertí, adueñándome de éstos -. Tal vez si le pintas una sabana, o un oasis hay más posibilidades.
Doug estalló a carcajadas ante mi comentario. El día pasado le había descrito a Jackson tal y como era y aparentaba, y las burlas no habían faltado en nosotros. Aquel jefe era odiable, y estaba en mi derecho de corresponder con odio a su carácter.
-Y por favor, que alguna me haga un favor –Pidió secándose las lágrimas Doug . -Necesito que le llevéis estas partituras de una nueva canción a Tom. Se me ha olvidado pasarme por allí.
-¿Y no puedes acercarte ahora?
-No me viene de paso, Mic –Imploró con sus ojos azules como cebo -. Me las había pedido ayer, y hoy ya ha estado a punto de matarme por no traérselas.
El silencio reinó en la sala. Una sonrisa obsequiadora estaba formada en el rostro de la morena, quién esperaba una voluntaria  a la que envolver a besos.
-Se encarga Kay –Adelantó Micaela señalándome con el dedo índice.
Suspiré mientras la mirada de la pareja me miraba implorante. No podía negarme a uno sólo, y menos a los dos, de modo que entre un suspiro fatigado, asentí.
-Está bien, yo se las llevaré –Sentencié entre un suspiro, que tras miradas agradecidas acabó con una carcajada.



Tal vez si no hubiera ido tan ensimismada en los cascos y el audio al máximo volumen, hubiera visto el coche. En incluso me atrevería a decir que, de haber sido así, hubiera parado y me hubiera ido, sin seguir más allá del jardín de los Fletcher. De haber sido así, casi podría haber jurado que mis posibilidades de olvidar al Don Juan de Jones hubieran sido casi posibles.
Pero no. Aquella mañana, ya un sol diurno parecía abrirme con más sosiego y parsimonia el camino hasta aquella casa. Mantuve mi mirada fija en mis zapatos que iban y venían, y en ningún momento me percaté del coche de siete plazas que descansaba detrás del mini azul de Tom.
No hizo falta ni un segundo toque en el timbre para que el rostro cansado y alterado de Tom apareciese. Su hoyuelo, encantador como de costumbre apareció mientras su rostro dejaba de crisparse, pero en el momento en que levanté los folios para que estuvieran a su vista, su rostro se contrajo de nuevo.
-¡Te debo la vida! –Gritó mientras me los arrebataba de un tirón, con una sonrisa embozada. Los ojeó rápidamente, mientras su sonrisa incrementaba -.Ya había empezado a planear el asesinato a Dougie. –Su mirada se levantó, para mirarme con más tranquilidad -. ¿Te ha pedido que los traigas sin más?
-No tenía nada que hacer, y como tenía una de esas citas románticas con Lara, he accedido –Me encogí de hombros -. Al menos me ha dado el aire.
-Te juro que te dedicaremos la canción cuando la toquemos al público la primera vez –Dijo mientras sus rodillas se inclinaba suavemente, agradecido -. Pasa, no te quedes fuera.
Estuve a punto de negarme, pero evoqué la tarde que me esperaría en casa de Micaela. Ver películas repetidas, con el cuenco de palomita en el hueco del brazo y los kilos aumentando mis cartucheras. De modo que asentí, y entré.
Me había alejado tanto de lo vivido en Londres que no recordaba la carisma y dulzura que poseía de por sí sola la casa de Tom y Giovanna. Nada había cambiado, ni siquiera el mismo olor a café al pasar por la cocina ni el de flores recién recogidas que exponía los ambientadores. Todo seguía igual, como si nada hubiese cambiado.
-¿Te apetece una taza de café, o un zumo o cualquier cosa? –Preguntó mientras se detenía junto al marco de la cocina -. Giovanna está fuera, pero no tardará en llegar. Mientras puedes esperar en el salón, mientras yo veo la canción, si no te importa.
-Oh, no, tranquilo, no te molesto –Dije modesta -. Puedo venir en otro momento.
-No te preocupes. Ya está Danny para molestarme.
No contesté. Justo en aquel momento, unos pasos a la derecha resonaron, y a tiempo de que ambos giráramos nuestras cabezas, la figura de Danny se asomó por la puerta del salón.  Sus ojos me miraron de arriba abajo, sorprendidos al igual que los míos, de nuestras presencias.
-Hola, Kay –Dijo mientras sonreía dulcemente -. Creía que era Gio con los churros.
-No te va a comprar los churros, Dan –Renegó Tom acercándose a él. Le depositó el media parte de las partituras -. Quédate con Kay hasta que venga Giovanna. Voy arriba a mejorar la canción, así que déjame mis minutos de concentración –La mirada severa pero pícara de Tom le analizó -. Nada de llamarme en los próximos treinta minutos.
-Sí, señor.
La mirada de Tom se achinó con una sonrisa, con un hasta luego dibujado en los ojos. Su figura se perdió entre las escaleras que subían piso de arriba, dejando un silencio hermético entre nosotros. Entonces, mi mirada se encontró en alguien momento con la de Danny.
-¿Quieres algo de comer o beber? –Preguntó. Una sonrisa burlona se formó medio segundo después, malpensando. 
-Danny –Dije mientras respondía a su carcajada -. No, tranquilo. Creo que me voy; prefiero no molestar.
-Venga ya –Dijo mientras se acercaba a mí -. Al menos ayúdame a hacer la letra.
-No soy buena compositora.
-¿No tienes sentimientos? –Enarqué una ceja -. Es fácil. Las palabras salen solas. Venga –Me incitó. Finalmente, entre un encogimiento de hombros mío, terminé aceptando.
Una sonrisa sincera se formó en el rostro de Danny. Se encargó de mi chaqueta, mientras sus pasos me dirigían a una sala del piso inferior. Allí, delante de un gran ventanal de cristales sin una pizca de suciedad, daban a aquel salón musical todo el arte que necesitaba para la concentración. Y delante de él, un piano descansaba esperando ser tocados.
-Tom me ha pedido que trate sobre el amor –Dijo mientras sacaba el asiento del piano y dejaba las partituras sobre las teclas. Me ofreció el sitio, mientras el acercaba un taburete junto a mí -. Es el tema favorito de las fans. ¿Sabrás como es el sentimiento un poco, no?
Una nueva sonrisa burlona y desafiante se formó en sus labios. Alcé las cejas, atrevida mientras me acomodaba enfrente del asiento sin mirarle.
-Estoy segura que mucho mejor que tú –Musité.
Una carcajada pícara salió de él. Sabía que me esperaba un día teniendo que soportar comentarios vacilantes de Jones.
Iba a ser divertido.

lunes, 11 de marzo de 2013

Capítulo 57 - Lluvia, paraguas y umbral.


                El brazo de Dylan se posó en mi hombro nada más el viento del exterior nos golpeó la cara. Sus carcajadas, acompañadas de aquel gesto me incitaron a esquivarle y separarme de él, pero por cortesía, permanecí allí, sonriendo orgullosa.
                -Te juro que no sé como lo has hecho –Dijo mientras volvía a ponerse sus gafas Ray Ban.
                -Si te soy sincera, no me ha caído bien. Ha sido echarme fuera y que todo los nervios de que podría hacerlo mal se fueran.
                -Has sido natural. Y eso es lo que le gusta a Jackson –Me sonrió, guiñándome un ojo -. ¿Ves? Te dije que era lo que buscaba. ¿No me merezco algo?
                Fruncí el ceño, casi obligándome a no llevar aquella petición demasiado lejos. Sonreí, y con un suave movimiento hice caer su brazo de mi hombro.
                -Gracias, enserio.
                -Está bien –Asintió reprimiendo una carcajada.
                De nuevo, me abrió la puerta de su coche, pero esta vez resaltó mucho menos la caballerosidad. Me permití sonreírle de modo de aceptación, a lo que él me arqueó las cejas con picardía.
                Arrancó el coche y entre la música de la radio. Justo nada más cruzar la segunda manzana, una gota de lluvia se estrelló contra el cristal, seguida de cada vez más número de gotas. Maldije en voz alta la maldita lluvia, cuando de repente, un techo de tela apareció por encima de mi cabeza.
                -No iba a ser tan ingenuo de comprar un descapotable sin techo incorporado.
                -Me hubiese esperado cualquier cosa de ti –Dije. Una sonrisa divertida se formó en sus labios, a lo qué únicamente le contesté con un ladeo de cabeza.
                -Entonces, ¿ya puedo bautizarme como tu conductor cotidiano para llevarte al trabajo?
                -No hace falta, pero gracias, Dylan. La gasolina no es nada barata.
                -No te preocupes por eso. Que vivas en casa de Micaela es una suerte. Tengo que pasar por su barrio sí o sí para llegar, así que simplemente te ahorrarías dinero a lo tonto.
                Quise decir que no, pero no tenía motivos. Mi adicción a rehuir de peticiones generosas de varones podría salirme muy cara a lo larga, de modo que convenciéndome en silencio, asentí casi obligándome.
                -Está bien, si no hay más remedio.
                Una sonrisa victoriana se embozó en sus curtidos labios. El trayecto de ida se hizo corto a diferencia de antaño, y antes de que pudiera darme cuenta, el coche se paró entre una densa capa de lluvia que dificultaba la vista delante de mi casa.
                -¿Quieres que te acompañe a la puerta? –Preguntó, sacando un paraguas del asiento trasero.
                Entonces, noté el miedo en el cuerpo, noté el alerta que me lanzaron mis impulsos. Miré horrorizada a Dylan, casi creyendo que él debía saber algo, pero no tenía lógica. Intenté tranquilizarme, mientras aprovechaba los segundos de espera para concentrarme en la situación.
                -No, no. Puedo ir sola.
                -Al menos déjame ofrecerte mi paraguas.
                Le miré implorándole que se callara. Su ceño se frunció al ver mi expresión, pero me limité a negar simplemente con la cabeza, temblando.
                -No, enserio, gracias. No me importa mojarme un poco, además, ahora voy a la ducha –Inventé con una sonrisa forzada. Sus labios se abrieron para contradecirme, pero antes de que oyera nada, abrí la puerta y el ruido de la lluvia caer contra el asfalto ensordeció sus palabras -. Gracias por el trabajo, por cierto. ¡Hasta la vista!
                Y sin atreverme a mirar atrás por si acaso salía del coche, corrí hasta la puerta mientras la lluvia comenzaba a pulirme todo el cuerpo.
                Entré, subí a la tercera planta y cerré la puerta de un golpe seco. Podía notar el corazón a mil, e incluso sus latidos yéndome a mil por hora. Me había alarmado por una tontería, pero también meses atrás aquello había sido una tontería y aún estaba afectada por ello.
                No quería arriesgarme a ningún tipo de lluvia, ni lucha por el paraguas, ni gente que me acompañase hasta la puerta. No, sabiendo lo que podría ocurrir después.
                -¿Y esa cara? –Preguntó Micaela en pijama desde las escaleras -. ¿Dylan ha intentado lanzarte bocado o qué?
                Una carcajada de Micaela recorrió toda la casa, mientras el eco de su risa retumbaba en mis oídos. No me comprendía, no sabía cómo había llegado a odiar aquella situación que había originado Danny.
                -Venga ya, Kay –Dijo bajando hasta mi posición. Sus manos acariciaron con ternura mis brazos -. No hubiese pasado nada, sabes cómo es Dylan y cómo es Danny. Además, en caso de cualquier desliz no os hubiera dejado hacer nada conmigo dentro. Dios, sería muy desmoralizador.
                Asentí, sonriendo mientras su sonrisa se incrustaba en mis labios. No había pasado nada, y aquello era lo importante en aquel momento.
                -Está bien.
                -Y, Kay… -Me llamó con sosiego. Sus ojos cafés, con el rímel esparcido me miraron con dulzura -. Tampoco culpes a Danny de lo ocurrido. Sabes su teoría, sabes su relación con Georgia. Tal vez el no quisiera hacerte daño. A veces las cosas ocurren sin pensarlas.
                Asentí, resignándome a escucharla. No culpaba a Danny por lo ocurrido, si no por la indiferencia que demostró después de lo ocurrido. Era un tema que no quería tocar, y no lo iba a hacer.
                Mi próximo objetivo era apartar cualquier atracción hacía Danny de mí.

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Buenassss! He de admitir que tengo ganas de dar un gran avance en el fic, y porque no decirlo, ponerle final ya. Creo que me he enrollado demasiado con datos y capítulos inservibles, pero claramente ahora no estoy haciendo lo mismo. :3

domingo, 10 de marzo de 2013

Capítulo 56 - Quién más pueda


                Cabe añadir que jamás me hubiera esperado un discurso tan lleno de sentimientos, elegancia y amor en la boda. Tom se ganó el corazón de todos los invitados con su discurso, apartando aquel doce de mayo del olvido.

                El segundo pitido del claxon hizo que mi vena del cuello temblara, exasperada. Casi noté la mirada cotilla de Micaela a través de la ventana del cuarto piso, con su cortina corrida pero sus ojos bien atentos. Miré el moderno descapotable que me esperaba subido a la acera, y al chico de cabello rubio y gafas Ray-ban que me sonreía con dulzura.
                Había tenido que verme obligada a desplazar mi equipaje temporalmente a casa de Micaela por hospedaje suyo, ya que mi antigua casa la había vuelto a desalojar y ya se había vuelto a ver ocupada.
                -Buenas tardes, preciosa –Dijo Dylan saliendo de su coche y caminando hacía la puerta del copiloto. Me paré, estupefacta y observándole con el ceño fruncido -. ¿Ocurre algo?
                -No me llames eso.
                -¿Por qué no?
                Suspiré, con una sonrisa forzada. Odiaba los requiebros que decían como si nada. No tomaba las palabras de los demás en serio, y no quería ni hacerlo. Era demasiado frívola en aquellos aspectos.
                -No lo sé, pero no hagas.
                Una carcajada pícara salió al exterior, y con un suave asentimiento y encogida de hombros, me abrió la puerta. Me resigné a mi queja hacía su caballerosidad, y con una sonrisa embozada por inercia, me dejé caer en los mullidos asientos.
                -¿Nerviosa? –Preguntó quitándose sus gafas. Sus ojos verdes brillaron cuando un rayo de sol se filtró entre el encapotado cielo.
                -Un poco, pero no demasiado –Declaré poniéndome el cinturón de seguridad -. Creía que lo estaría más.
                -Bien. Es un buen modo de empezar –Dijo sonriendo de lado, y sin decir nada más, arrancó el motor.
                Casi temí que aquel manto de nubes negras hiciera de la suyas y comenzara a llover. Dudaba que aquel esculpido coche reluciente y sin ningún rasguño ni mota de suciedad tuviera siquiera un techo, y lo que menos deseaba era dar una primera imagen completamente mojada.
                En menos de veinte minutos, el vehículo se detuvo enfrente de una gran empresa. Gente, con maletines y paso ligero entraba y salía de la puerta giratoria, casi sin detenerse a tomar un respiro.         
                Un guardacoches corrió hacía nuestra posición cuando salimos del coche. Saludó con unas rápidas palabras a Dylan, mientras me sonreía y éste le obsequiaba sus llaves.
                -Vamos, no te quedes atrás –Vociferó el rubio volviendo a sonreírme. Zarandeé la cabeza, ensimismada en las acciones del guardacoches y corrí hasta el lado de Dylan -. No te preocupes por él. Es Jerry; tengo plena confianza en él.
                -Mejor. Yo no me sentiría segura si tuviera que darle las llaves del coche a ningún guardacoches-Admití encogiéndome de hombros -. Te pueden quitar monedas, o el mechero, o cualquier objeto pequeño que tengas y ni siquiera lo sepas.
                -No te lo niego, pero por ahora lo tengo todo en el sitio –Me dio paso en las puertas giratorias, mientras me seguía detrás de mí -. No eres alguien muy confiada, ¿no?
                -No –Declaré firmemente, enorgulleciéndome -. La gente te puede fallar de mil maneras.
                -Parece ser que te han fallado muchas veces, ¿no?
                Fruncí el ceño, mirándole confusa. De nuevo me impresionó su impertinencia, pero algo había en su voz que lograba embriagarme de confianza y seguridad. Suspiré, pensativa en mis palabras.
                -Sé prevenir las cosas.
                Dylan sonrió de nuevo, pero esta vez sin mirarme. Siempre, a cada palabra que decía, parecía encontrar el lado dulce, incluso a la contestación más fría. Siempre tenía el lado colorido de las cosas a su favor.
                -Eso siempre está bien, pero a veces en bueno darle oportunidades a la gente.
                Suspiré, mohína. Estaba en lo cierto, pero siempre podía conllevar aquello al desengaño.
                -¿Y segundas oportunidades?
                Un suspiro difícil se escapó de sus labios. Le había pillado con esa pregunta, de modo que antes de contestarme, sus ojos parecieron analizarme varios segundos.
                -Sí, en todo caso de que puedas soportar la posibilidad de un segundo desengaño.
                No dije nada más; no quería decir nada más. Me gustaba aquellas conversaciones en suspense con él, sin llegar a sincerarse, sin llegar demasiado lejos. Simplemente filosóficas, donde puedas detenerte a pensar.
                La tercera planta, donde se detuvo en ascensor donde nos subidos parecía ser la más repleta de parsimonia. Solo un par de chicas bien vestidas de forma intelectual parecían ojear una revista de cotilleos. Supe que aquellas eran mis adversarias.
                -No te preocupes –Me susurró contra mi oído Dylan. Aquel roce de su aliento contra mi oreja me provocó un escalofrío -. No las cogerán. Una tiene toda la pinta de mosquita muerta con esas gafas, guantes largos y medías, y la otra se nota su superficialidad a distancia; tiene el cabello demasiado tintado.
                -¿Y qué tiene que ver eso? –Pregunté,  incrédula de lo que decía.
                -Jackson, el jefe, quiere a gente natural y sencilla. Nada de tintes, ni ropa demasiado hipster, ni nada. Sólo una personalidad natural. Y tú eso lo posees.
                Intenté creerme sus palabras. Tragué saliva, mientras la demora me impacientaba y el suave ruido de las manecillas comenzaba a erizarme cada vello de los brazos. Tic, tac, tic, tac, y todo parecía seguir igual. Yo la última, detrás de dos chicas que parecían demasiado seguras de lo que venían.
                Finalmente, la puerta de madera chirrió y una chica bajita, de coleta alta y ropa un poco andrajosa salió cabizbaja. Sobre el pico de la puerta se apoyó un hombre de color, con gruesos labios y cabello encrespado y su mirada pareció analizar a las otras dos chicas que habían alzado la mirada con una gran sonrisa embozada. Él, sereno y frío las miró con algo de despecho, hasta que su mirada se fijó en mí.
                Noté como su análisis me detectaba cada imperfección, y a pesar de la incomodidad, no separé mi mirada de él. Apreté los labios, muriéndome en la espera por dentro, hasta que finalmente sus ojos se fijaron en Dylan, impasible.
                -¿Esta es la chica de la que me has hablado?
                -Sí, Jackson –Dijo el rubio, posándome una mano entre los hombros. Quise rehuirle, pero mis músculos decidieron no dar señales de vida.
                -Está bien, entra .
                Noté la indignación y despecho en la mirada de las otras dos. Sus ojos me odiaron a distancia, pero intenté ignorarlas tanto como pude.
                -Vosotras podéis iros. Tú ponte ropa decente, y tú quítate ese potingue del cabello antes de volver a presentaros por aquí –Señaló Jackson a las chicas, y con una mirada adusta, desapareció por la puerta seguido de nosotros.
                Notaba como mis músculos me amenazaban con fallarme por los temblores. Había confiado en Dylan, pero en ningún momento me había imaginado a un hombre tan estricto como aquél. Mirada segura, analizadora y intacta de conmiseración parecían captar cualquier imperfección tuya.
                Se sentó en la gran silla, detrás del escritorio y de espaldas al gran ventanal. Esperé que sacara cualquier puro antes de hacer nada, pero sus manos se cruzaron, impacientes. Me senté en uno de los dos sitios, acompañada por Dylan.
                -Nombre –Me ordenó Jackson.
                -Kay Faus –Dije con voz firme, pero cargada de miedo en el interior.
                -Edad.
                -Veintiún años.
                -Fuera. No admito a gente tan joven –Sentenció firmemente, mientras hacía un ademán impetuoso con la mano.
                Noté como se me paró el corazón. No había dicho ni dos frases, y ya me había denegado. Noté como la cara se me cargaba de rabia, de indignación. Miré a Dylan, incrédula mientras me miraba con los ojos bien abiertos. No sabía que quería decirme, pero no me ayudaba.
                -¿A qué esperas? ¿Quieres una regaliz o algo? ¡Fuera!
                -No –Dije serena, adaptándome con más firmeza en el sitio. Los ojos negros de Jackson parecieron impactarse ante mi respuesta -. No por tener esta edad debo de tener menos condiciones para merecerme este puesto. Tal vez incluso pueda tener más que cualquier otro que ya trabaje, o que su secretaria, ¡o qué usted! No por levantarme la voz o tratarme de forma tan fría va conseguir librarse de mí. Eso sí, puede que si salga por esa puerta se le presente alguien con demasiada arrogancia, o una chica tan mimada que se pondrá a llorar a cualquier grito suyo. Entonces, yo que hubiera soportado lo que ellas no soportarían, estaré riéndome desde cualquier otro puesto de trabajo mejor merecido.
                Sus ojos, achinados y atentos a mis palabras, permanecieron impasibles, manteniéndome el contacto visual. Aún furibunda tuve la suficiente fuerza de voluntad como para seguir mirándole, colérica, hasta que una sonrisa se formó en sus labios.
                Lo había conseguido.
                -Es suyo el puesto.

jueves, 7 de marzo de 2013

Capítulo 55 - No será tan fácil


                Su paso se ralentizó a mi lado, y aún con mi sonrisa impasible y pícara me mantuve mirándole, mientras él parecía intentar comprender mi pensar sobre aquel tema. Respiró profundamente, desconcertado antes de decir:
                -¿Pero cómo te has enterado del asunto?
                -¿Qué más da? Iba a terminar sabiendo de él.
                -Pero al menos esperaba encontrar la forma de decírtelo yo –No había ni rastro de su reciente alegría en aquel momento -. ¿Cómo lo has sabido?
                -Dylan lo dijo inconscientemente durante la boda.
                Una mueca de sarcasmo y enojo se formó en su rostro. Apartó la mirada de mí, perdiéndola entre el jardín del restaurante mientras sonreía maliciosamente.
                -Cómo no.
                -¿A caso te cae mal?
                Una sonrisa irónica se formó en los labios de Danny. Zarandeó suavemente la cabeza, mientras su peculiar sonrisa y talante cotidiano volvían a reaparecer. Él y su facilidad de buen humor.
                -Digamos que me siento amenazado por él.
                -¿Amenazado? –Carcajeé sin entender -. ¿Por qué?
                -A este paso te va a tener en el bote en menos de dos semanas –Noté como si me diese una bofetada en la cara. Me sentí débil y auto insuficiente -. Vas a llegar a enamorarte tanto de él que finalmente dejarás de rehuir de mi mirada, o de analizarme como si fuera un examen con tu mirada.
                No supe que contestar. Lo que había dicho era cierto, pero no quería rebajarme al nivel de que supiera la ardua tarea que me era ignorarle. Fruncí el ceño, y despacio medité mis palabras.
                -¿Y no se supone que esto debería de ser así?
                -Sí, claro. Pero yo no quiero que todo esto desaparezca.
                Fruncí el ceño, ambigua. Pronunciaba sus palabras con tanta libertad que no sabía si jugaba conmigo o simplemente se sinceraba. Una sonrisa pícara estaba embozada en sus labios, y su mirada se perdía entre la muchedumbre.
                -Pues debería de desaparecer. Al fin y al cabo, no lleva a ningún sitio.
                Sus ojos me encontraron y su sonrisa se ensanchó. Parecía estar disfrutando de la conversación, mientras por mi parte a cada palabra era una prueba que debía superar sin rebajarme lo suficiente.
                -No va a ser tan fácil, olvidarme, Kay –Su paso se detuvo enfrente mía, obligándome a detenerme -. No quiero que Dylan tenga su plato servido con  tan poca resolución.
                Noté como mi cara se calentaba y mi pecho se cubría en una capa de cólera. Danny estaba poniéndome las cosas difíciles, y sabía ya lo complicado que me resultaba aquello.
                -¿Pero de qué vas? –Vociferé apretando la mandíbula -. ¿Me comparas como si fuera un plato del que te lo terminarás y encima te basas en la teoría de que me eres el centro de mi mundo?
                -Si ya me resulta difícil ignorarte y que pases desapercibida para mí, no creo que yo sea menos para ti –Su dedo índice se posó en sus labios, mientras sus gestos me indicaban que me relajase -. Y no eres un plato cualquiera. Digamos que… eres el plato más especial.
                No supe como tomarme esto último. Ignoré sus primeras palabras, sin creerle ni darle importancia. No sabía si tomarme aquellas última comparación como un cumplido o una ofensa, pero sin relajarme mi gesto y aún crispada, decidí contraatacar.
                -Pues que sepas que este plato no muere por ser tastado por alguien tan testarudo y recio como tú.
                Su risa tan peculiar salió de él volviendo a apartar ligeramente sus ojos de mí. Sonreí tentada por sus carcajadas, pero tan pronto como pude, me alejé de él ignorándole. Creí que le había perdido de vista, hasta que sus pasos pasaron ligeros y adelantándome por mi lado.
                -Esa es la Kay que me gusta. Dura y orgullosa, pero débil y sentimental por dentro.
                Me guiño un ojo, y rápidamente volvió a apartar su mirada y siguió avanzando, ignorándome. Su esbelta figura vestida de traje llamó mi atención inconscientemente, meditando sus palabras hasta que finalmente, entre un resoplido, le subestimé.
                -Gilipollas –Dije mientras apartaba la mirada de él. Aquel Danny Jones me había dejado claro lo idiota que era.

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Sólo repito que muchísimas gracias a los que me leen ^^

miércoles, 6 de marzo de 2013

Capítulo 54 - Despertar interés


                                                                              POV KAY

                Aquel coche. Aquel estúpido coche hizo que mis vellosidades el más inocente mártir. Rígida y silenciosa estuve durante todo el viaje al convite sin pronunciar palabra, mientras oía a Georgia delante de mí hablar animadamente sobre sus viajes como modelo. Micaela a mi lado y Mike más lejos no apaciguaban con su presencia.
                Con muy mala suerte, el coche de Danny había resultado ser el único libre para llevar, de modo que había tenido que subirme. Evoqué mohínamente cuando, a pesar de los esfuerzos de Danny por intentar evitar acompañarme a la puerta aquella noche, conseguí que lo hiciera y todo terminara en una cosa que, a pesar de mi orgullo, quería que ocurriese. Pero no que terminase de aquella forma.
                Tras un largo tiempo de espera, el coche se detuvo en el glamuroso restaurante ya abarrotado por los invitados. Bajé del coche, y teniendo la cortesía de esperar a Mic, comencé a calmarme. Debía de controlar mis ataques de nervios. Todo había terminado, y era algo que debía comprender.
                -¿Qué tal lo llevas? –Me susurró mi amiga al oído cuando llegó a mi posición. Fruncí el ceño, dudando de su pregunta -. Lo de el reencuentro. Al ver a Danny y todo eso después de lo ocurrido.
                -Oh, bien. Me lo imaginaba más dramático, sinceramente –Me sinceré entre cuchicheos -. Creo que incluso podría acostumbrarme a esta indiferencia hasta que toda la tontería se me pasase.
                -Pues mantente, Kay, mantente. Lo que menos te conviene ahora es comportarte como una chica sin cabeza… -Dijo midiendo sus palabras. Sonreí con sosiego, comprendiendo sus palabras -. Hablo enserio.
                -Ya lo sé. Te refieres porque ahora están comprometidos y tal, ¿no? –Sus ojos se congelaron al momento. A pesar de que mi estómago se estrujo al pronunciar aquellas palabras, intenté endurecerme -. No pasa nada. Todo se olvidará en un par de semanas al afrontar la situación a la cara sin huir, y ya está. Asunto zanjado.
                Su cara delató su descuerdo, pero calló. Casi se lo agradecí con la mirada, a pesar de que yo misma dudara de las palabras que acababa de decir, pero no objeté nada más. Podía estar todo el cuento del destino por el medio, pero no debía de ser la única persona que se había visto en una situación así.
                De modo que como todas, terminaría olvidando todo eso.
                -¿Vas a aceptar el trabajo que te ha propuesto Dylan? –Preguntó una ronca voz a nuestra espalda. Con un respingo, nos detuvimos y nos giramos a tiempo de ver a un sonriente Danny Jones.
                Ladeé la cabeza para observar a Georgia caminar junto a Mike. Mariposillas despertaron en mi interior, y miré fijamente a Danny, sin saber a qué venía aquella pregunta. Aquel interés y amabilidad era lo que menos me esperaba de él en ese momento de confusión.
                -Creo que voy a adelantarme para decirle una cosa a Mike. Ahora nos vemos, Kay –Dijo de pronto Micaela lanzando una mirada a Danny. Ella misma me avisaba de que no cometiera imprudencias, y me daba en bandeja las mejores escenas para largar más de lo debido.
                -Supongo que sí. Ya que tengo la oportunidad, aceptaré –Dije secamente mientras su paso se unía al mío.
                -Él trabaja para alguna editorial de esas, por eso te lo ha propuesto –Dijo con voz cuidadosa .
                -Más motivos para darme la oportunidad.
                -Pero vengo a decir que conoce a Giovanna mucho mejor, y sabe que también tiene aficiones literarias y a cambio no le ha dicho nada –Su ceño se frunció y sus ojos azules grisáceos me observaron con espero. Le miré desafiante, pero una sonrisa despreocupada se formó en sus labios.
                -¿Me estás diciendo que tengo que decirle que no?
                -No, claro que no. Acéptalo, obvio –Dijo carcajeando. Aquel tema parecía ser indiferente para él, pero un enfurecimiento se formaba a cada palabra que pronunciaba -. Pero que demonios. Quiero decir que pareces haber despertado interés en Dylan.
                Callé por su atrevimiento. Le miré impresionada, pero sus ojos se mantuvieron distantes a los míos tras aquella pregunta. Envidiaba su atrevimiento, mientras me enfurecía al mismo tiempo. No entendía de que iba Danny, y tampoco creo que fuera comprensible entenderlo, conociéndole.
                -¿Y?
                -¿Y? –Repitió él como si esperase otra pregunta más elaborada. Carcajeó mientras negaba la cabeza -. ¿A caso también tienes interés por él y por eso esa indiferencia al tema?
                Su tono pícaro y gracioso me alteraban como nada. Apreté los labios, enrabiada por su ignorancia mientras rezaba por no exasperarme. Estaba sensible con él, de modo que debía de andar con cuidado.
                -¿Qué más te da? Eso es asunto mío, Danny.
                Sus ojos subieron hasta los míos  y una sonrisa de lado se formó en sus labios. De nuevo, aquel humor tan extraño y despreocupado volvía a aparecer.
                -¿No debería de ser yo quien despertase interés en ti, y no él? –Una sonrisa aliciente y que tan rápido me derretía se formó en sus rostros. Odiaba aquel comportamiento de coqueteo de él, más que nada porque no era capaz de resistirme.
                Pero en aquel momento yo estaba demasiado enfurecida por su indiferencia al verme y mis nervios como una adolescente al ir a un concierto ante el asunto que no medité mis palabras. Pasé por alto su sonrisa, sus ojos penetrantes y su aproximamiento y contesté con lo primero que surcó por mi mente.
                -¿Y no se supone que a ti te debería de dar igual por quién tengo yo afición siendo que estás comprometido?
                Aquella vez, la sonrisa pícara se formó victoriosa en mis labios cuando el rostro azorado y de desconcierto inundó su cara. No sé esperaba aquel ataque.

martes, 5 de marzo de 2013

Capítulo 53 - Dichoso serafín.


                                                               POV DANNY

                Mis ojos se mantuvieron constantes a pesar de que su firme y penetrante mirada rehuyera de la mía. Había imaginado, ensoñado, una y otra vez aquel reecuentro después de la noche en el parque, pero a cada mes me había autoconvencido más y más de que no llegaría dicho momento.
                «Está preciosa» fue lo único coherente que me dije a mi mismo, oteando su figura desde mi posición. Un liviano vestido de volantes i tela suave y blanca caía hasta sus muslos, donde se perdía con un ligero pliegue que hacía resaltar sus piernas.
                «Cosas del destino», evoqué exasperado las palabras de Lara hacía Dylan. El chico de cabello rubio oscuro permanecía allí, ensimismado con una sonrisa serafina embozada en  sus labios curtidos, sin separar la mirada de ella.
                Kay, repetí con sumo cuidado en mi mente. Aquel nombre removió mi estómago, incomodándome y alterándome. La distancia pareció convertirse en un avismo entre ella y yo, y el miedo recorrió todo mi cuerpo, incapaz de pensar con sentido.
                -Sabía que vendrías. Yo tenía esperanzas en ti –Admitió Harry, apartándose de la pared de piedra mientras le depositaba un beso en la mejilla acompañado de una sonrisa -. Y me alegro de que no me hayas decepcionado.
                Fruncí el ceño. De nuevo, aquel sentimiento incómodo que no había revivido desde hacía bastantes meses atrás pareció intentar ser recordado por mi organismo. La noche en la que Harry y Kay, ebrios, fueron más allá de lo debido. Y lo habían olvidado mutuamente.
                A cambio, por mi parte no era igual. No podía ignorar el tema del desliz la noche de Nochebuena. Sobrio y consciente de la situación no podía hacer como si nada hubiese pasado.
                De modo que, cuando sus pasos se detuvieron enfrente mía por último, debía al menos intentar actuar como una persona madura.
                -Por fin se te ve el pelo –Dije sonriéndola. Una pequeña sonrisa se embozó ruborizada en sus labios, y actuando por mi solo, le deposité un beso en su fría mejilla. De nuevo, me sentí como si me hubiese ido de la ralla -. ¿Te quedarás o te volverás a ir?
                -Obviamente que se quedará –Contestó por ella Micaela antes de que Kay contestara. Sus ojos, los cuales parecían atentos a los míos, se vieron obligados a separarse de la conexión visual para mirarla a ella -. No puede ser tan testaruda de venir a la boda y volver a irse.
                -¿Quieres que me quede y te incordie de nuevo? –Dijo con una carcajada.
                -Las cosas están demasiado tranquilas sin ti.
                Una sonrisa tímida y sincera de formó en su rostro. De nuevo, la piel se me erizó e inconsciente mis ojos no se separaron de ella.
                -Entonces me quedaré un tiempo por tal de complacerte.
                Noté como el furor despertaba al mismo tiempo que el miedo. Mentiría si dijese que no la había echado de menos, que no había tenido ganas de verla o quizás, incluso, de saber como sería una lujuria a su lado, pero mi mente ya había ordenado a todos mis sentidos comportarse como un verdadero hombre y no volver a cometer aquella estupidez. Y con Kay cerca de mí a cada día, aquello se veía gravemente afectado.
                -¿Entonces puedo tomarme la libertad de ofrecerme como tu taxista personal? –Dijo Dylan, a lo lejos y volviendo a sonreír de forma aliciente.
                Noté como la rabia reitaraba en mí. No solía fijarme minuciosamente en los hombres, ni siquiera en los que conversaban a menudo con Georgia, pero aquel chico y su completa perfección no podía pasar indiferentes por mi atención.
                Ni un solo poro, ni un solo grano, ni un solo trasquilón de cuchilla. Una sonrisa perfecta, elegancia, caballerosidad e incluso musculatura parecían haberse moldeado en aquel dichoso niño mimado. Y ese niño mimado mostraba cierto interés por Kay.
                -No creo que sabiendo que estoy aquí ya vuelva a tener problemas de transporte –Contradijo Kay con una sonrisa pícara. Sonreí inevitablemente. Acababa de darle largas -. Podré ingeniármelas sola.
                -Bueno,  tal vez pueda ayudarte a conseguir algún trabajo mejor pagado ya que no puedo ofrecerme como tu taxista –Contrarrestó él -. He oído que se te dan bien los trabajos literarios y escritos.
                -¿Has oído?
                -Mic larga mucho por la boca –Acusó el rubio. Mis ojos, atentos a cada mueca alegre por parte de Dylan y curiosa y titubeante por parte de Kay no se tomaron la libertad de observar la indignación de Mic -. ¿Qué me dices?
                Su ceño se frunció, ambiguo y vacilante mientras claramente dudaba de sus palabras. De nuevo, aquella muestra de caballerosidad y atención me alteró completamente, pero apretando la mandíbula permanecí taciturno y atento.
                -¿A qué viene esto?
                -¿No puedo ayudarte? –Una sonrisa de oreja a oreja se formó en su rostro, sin una sola arruga -. ¿A caso no quieres la oportunidad?
                -Sí, claro que sí, pero…
                -Entonces será tuyo. Además, tendré que ofrecerme como taxista sí o sí para llevarte a la oficina –Se adelantó con picardía Dylan mientras sonreía victorioso.
                Una carcajada se escapó repentinamente de Kay, rompiendo el hielo y incitando a todos los demás a pronunciar alguna palabra. Ignorando el tema, le dio la espalda mientras se situaba al lado de Mic.
                A pesar de la dureza de Kay, aquel muchacho me había exasperado de tal forma que todos mis buenas pensamientos hacía él habían desaparecido. Me autoconvencí de mi teoría, colérico: Dylan sentía cierto interés hacía ella. No le habría ofrecido un buen puesto de trabajo como si nada a cualquiera otra, y no se hubiese mostrado tan persistente en el tema si le hubiesen rechazado.
                De modo que, sin evitarlo, mi vena competitiva se despertó. Aquel muchacho jodidamente perfecto me estaba complicado mi indiferencia, incitándome a salirme de lo permitido.
                Y por aquella iniciativas, lo iba a conseguir.
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Hola ^^ Espero que, a pesar de la escasez de comentarios, la gente que lea en secreto este fic le esté agradando la trama. A veces me complico al escribir de tal forma que no sé si entenderéis, y si no lo hacéis, por favor avisarme y así cambiaré y me relajaré en mi táctica. Además de que me servirá para mejorar.
En fin, quiero daros las gracias a la gente que lo lee, a la gente que votó, a la que sigue el blog y a la que me aumenta a cada subida de capítulos las visitas por leeros el fic :3 No siempre lo agradezco, pero de veras que hacéis que me apetezca seguir escribiendo y terminar el fic :3
Muchas gracias! Y sobretodo a Dapphy. Eres un sol<3

lunes, 4 de marzo de 2013

Capítulo 52 - Entre granos de arroz


                “No pienses en eso” “No pienses en eso, estúpida” Me grité en mi mente una y otra vez.
                Justo en aquel momento, el griterío aumentó consideradamente y las puertas de la iglesia se abrieron. Los pocos segundos que había tenido como despeje de pensamientos y atención en la situación se disiparon, y aferrando una de las bolsitas de arroz que me había obsequiado algún brazo desconocido, comencé a tirar los granos de arroz ostentosamente hacía la pareja que acababa de salir de la iglesia.
                Una mano se unió a la mía. Una vez más, el rostro de Dylan me sorprendió, pero me dediqué a embozarle una sonrisa gentil mientras la pareja comenzaba a caminar con los rostros protegidos por los brazos.
                -¡Eh, eh! ¡Dejadme un poco de arroz que echarles! –Oí una voz a mi espalda. Una nueva mano desconocida usurpó la bolsa de plástico, y por la presión, está se rompió haciendo caer los cientos de granos de arroz al suelo -. ¡Mierda!
                Me volteé exasperada, cuando de repente, todo mi enfado hacía la mano impertinente desapareció cuando me encontré a los achinados ojos azules que tanto conocía.
                -¡¡Dougie!! –Exclamé mientras la garganta me raspaba -. ¡Cuánto me alegro de verte!
                -¡Lo mismo digo! –Dijo mientras sus brazos atrapaban mi cuerpo en un abrazo imprevisto -. Vaya, que sorpresa. ¿Qué haces aquí?
                -¿Cómo que qué hago aquí? –Ladeé la cabeza para ver alejarse al coche de los novios hacía el recinto de la comida -. Una pregunta algo absurda, ¿no?
                Una carcajada alegre, de las que tanto había añorado logró transmitirse el peculiar y buen humor de Dougie. Sus ojos se mantuvieron firmes a los míos, alegres al igual que los míos por el reencuentro pero ambiguos a la misma vez.
                -Ya verás que alegría se lleva Lara al verte. Ha reiterado el tema de que quería que vinieras a la boda unas cuantas veces.
                -Y todos también –Dijo en aquel momento la aliciente voz de Dylan. Habíamos olvidado su presencia hasta aquel momento, pero sus ojos nos miraban con bastante picardía -. En fin, creo que ya nos vemos en la comida.
                -Ah, no, Dylan –Dijo Dougie negando con la cabeza -. Lo siento, me había azorado al ver a Kay que no me había parado a saludarte. Vente, seguro que Lara también se alegra de verte aquí.
                Estuve a punto de negarme, pero comprendí que debía de afrontar la realidad lo antes posibles y por qué no, de la forma más glamurosa posible.
                De modo que, asintiendo dudosa, comencé a seguir los pasos conductores de Dougie de entre la muchedumbre. Me junté lo más posible a Dylan, mientras mi barriga comenzaba a hacer de las suyas y amenazaba con hacerme pasar una mala jugada.
                -¿Te encuentras bien? –Preguntó con mirada preocupada Dylan, mientras bajaba su mirada hasta mí -. Estás temblando, Kay.
                -Tengo ganas de ver a Micaela, y a todos –Mentí en cierta parte. Tenía ganas, sí, pero mi principal motivo de nervios no era aquello -. Y me pregunto cómo será el momento.
                -Te digo yo que te puedes esperar cualquier cosa –Una carcajada afloró de sus labios -. Han cambiado un poco las cosas, de modo que seguro que te tendrán el día ocupada.
                Asentí, temblorosa mientras asimilaba aquellas palabras únicamente con lo que me había dicho Dylan. El compromiso de Jones iba a volver a ser escuchado por mis oídos, y una vez más iba a tener que soportar mi indiferencia por el tema, incluso mi alegría.
                Perfecto, me susurré gimoteando por dentro.
                La perfecta cresta de Harry fue lo primero que vislumbre entre la cantidad de codos que obstaculizaban mi vista. Algo se removió en mi interior, evocando mientras mis ganas de ir y abrazar a cada uno de mis amigos incrementaba. Allí, apoyado sobre la pared de piedra gótica de la iglesia y con un cigarro en la mano, sujetaba de la mano a Izzy, quien vestía un largo y llamativo vestido azul.            
                A su lado, Micaela parecía discutir con Mike sobre alguna objeción. Ambos parecían haber contrastado sus vestidos, negros pero elegantes, como si pretendieran ir conjuntados.
                Y más a la izquierda, observando y atendiendo a la conversación de Mike y Mic, Danny y Lara estaban juntos. Ella, con un elegante vestido de diferentes contrastes lucía de una forma extravagante y peculiar un corto vestido, precioso para la vista y ostentoso. Danny, al igual que Harry, llevaba aquel traje negro de corbata verde que había visto llevar a Tom.
                Mi mirada inspeccionó los rostros de cada una de las personas, ensimismada en cada detalle y en cada pensamiento, hasta que mis ojos, de pronto y de forma inesperada, se encontraron con la mirada castaña de Micaela.
                Un grito impresionado salió de su boca, cortando la controversia con Mike y abandonando cualquier otra acción que pudiese haber estado. Mis pasos se detuvieron, nerviosos y asustado cuando sus ojos me miraron casi saliéndose de sus órbitas.
                -¡¡Kay!!- Gritó como si jamás hubiese pronunciado el nombre en voz alta y sus pasos comenzaron a correr hasta mí.
                Sus brazos aferraron mi cuello vehementemente y asfixiándome, todo su peso cayó sobre mí. Casi como si sus miradas pesaran, noté el desconcierto i asombro de las demás sobre mí. Mis manos comenzaron a sudar, aferrando a Micaela aún mientras miles de mariposillas despertaban entre revoloteos por mi cuerpo.
                Finalmente la presión menguó, y con el tiempo corriendo a mi contra, los ojos de Micaela se encontraron enfrente mía, acurrucados y observándome más emocionada que nunca, mientras cristalizaban frente al sol de Mayo. Una gran sonrisa estaba embozada en sus delgados labios, y no supe si su cuerpo vibraba también o era debido a mis temblores.
                -Por Dios, ¿qué haces aquí? –Su voz, temblorosa, pareció hacer esfuerzos por salir a flote -. Creíamos que te habías echado atrás en venir o algo.
                -¿Enserio me ves capaz de perderme la boda? –Dije incrédula, observándola con la misma fascinación que ella a mí. Ver a Micaela delante de mí, con una de aquellas peculiares sonrisas y su talante tan característico lograba sacar lo mejor de mí.
                -Y menos mal que he llegado tarde –Habló de nuevo la voz de Dylan desde atrás. Mis ojos encontraron los suyos, y este me dedicó una suave sonrisa -, si nos no sé como hubiese llegado a la boda.
                -¡Oh, Dylan, lo siento! Al menos parece haber sido señal del destino–Gritó con una carcajada en aquel momento Lara, quien parecía estar conteniendo la emoción. Sus ojos negros encontraron los míos, y al igual que Micaela, estiró sus brazos dejando escapar un grito -. ¡Kay, no sabes cuánto me alegro verte! ¡Ya verás que sorpresa se llevan Gio y Tom al verte!
                Asentí, carcajeando a trompicones mientras me dejaba llevar por el abrazo de Lara. Noté como si un peso se liberase de mi pecho, mientras me dedicaba a observar las miradas alegres, sorprendidas y ansiosas de saludar de los demás.
                Hasta que por último, esta vez un poco más apartado de los otros tres, Danny se mantenía suavemente boquiabierto, rígido y con la mirada impasible sobre nosotras. Nuestra conexión visual se unió varios momento, indescifrables, y como si nada, me atreví a arrancar de la suya con toda la dureza posible.
                Tal vez más de la que en realidad quería mostrarle. Pero su aspecto frívolo e indiferente de decepcionó de tal forma que un sentimiento furibundo apareció hacía él.
                De nuevo comenzaba a comportarme como una estúpida chica.