Cuando
por fin las distancias aparecieron entre nosotros, no me sentí incómoda. Y supe
que él tampoco. Nuestras miradas se encontraron, arqueando cejas y volviendo a
ser conscientes de la situación. Solo que aquella vez, parecíamos ya saber lo
que iba a pasar a partir de aquel momento: indiferencia.
Bajé
la mirada hasta sus manos. Éstas acariciaban las teclas del piano como si
pretendiera que el instrumento le salvara de la situación. A saber que estás pensando sobre lo ocurrido, pensé. Mis ojos
subieron hasta los suyos, pero su mirada se perdía entre las partituras ahora
rellenas de nuestra letra.
-La
letra ha quedado bien –Dijo. No dije nada, simplemente me dediqué a observarle
mientras le obligaba a sonreírse por la presión -. No sé cómo nos ha podido
salir, pero está bastante bien. Podrías ayudarnos en las otras.
-Me
parece que me quedo aquí en esto de componer letras de canciones.
-¿Ni
siquiera conmigo?
Una
sonrisa burlona pero al mismo tiempo encantadora pareció aprovechar el momento
para sonreírme. Negué suavemente la cabeza, con picardía mientras hacía incrementar
su sonrisa.
-Contigo
el que menos.
Alzó
una ceja, intentando descubrir la verdad o la mentira de aquella frase. Las palabras
parecieron desaparecer, y nuestros oídos se centraron al unísono en los pasos
acelerados que bajaban las escaleras. El sonido del piano había dejado entonces
de oírse en el piso superior.
Casi
como si no se hubieran esperado la aproximación de los pasos, Tom entró por la
puerta. Exclamó algunas palabras inaudibles por la alegría, y su figura se
interpuso apegado en el asiento del piano, compartiéndolo conmigo.
-Me
ha quedado mejor de lo que esperaba la canción. Creía que no tenía arreglos,
pero escuchad.
Las
primeras estrofas comenzaron a inundar la habitación de nuevo, y mis ojos se
encontraron inevitablemente con los de Danny. Éste los mantuvo, fijos y constantes mientras dejaba que la letra que
habíamos compuesto sonara en nuestras cabezas.
-¿Qué
tal va la letra?
-Creo
que en sí ya tenemos bastante –Anunció Danny por los dos.
-Entonces
cántala.
La
mirada de Danny, desacuerdo bajó, pero Tom no pareció darse cuenta. La sonrisa
de Danny apareció de nuevo, como si aquella canción hubiera preferido dejarla
un tiempo en el cajón antes de volver a leerla, pero sin contradecir, agarró
nuestras partituras pintarrajeadas y se centró en ella.
Entonces,
Tom comenzó a tocar con una dulzura de la cual no me había percatado antes.
-I
don’t ever wanna spend another day without you, without you. I don’t think that
I’d be stading here if I never found you, never found you –Sus ojos se
apartaron suavemente de las hojas y subieron hasta mí, dónde encontré su mirada
-. Right now, the sun is in your eyes, the moment has arrived you see. Right
now, there ain’t no better time, I feel like you’re alive in me.
-And
you take me, and you take me, and you take me there… -Cantó entonces Tom
bajando la mirada hasta las hojas de Danny.
Hubiese
preferido que Danny no hubiese cantando.
La
canción siguió tocando, pero Danny no la acompañó. Desvié, al igual que Tom
quién paró de tocar suavemente, mis ojos hacía él. Danny, callado y como si se
hubiese apartado del momento, observaba cabizbajo las partituras. Noté como un
revuelco ahogaba mi corazón cuando sus ojos subieron inconscientes hacía mí.
Noté
entonces los ojos de Tom posarse sobre mí. Un resoplido asomó a mí lado
mientras mi cara se calentaba. Aquello era incómodo y confuso.
-¿Qué
ha ocurrido aquí?
Levanté
la mirada para verle. No sabía que decirle, o qué hacer. Aquella vez, parecía
que el tema resultaba más indiferente para mí, y más importante para Danny. Al
contrario que la última vez.
-No
lo sé –Me encogí de hombros con voz tosca.
-¿Quién
a quién?
-He
sido yo quién la ha besado –Dijo de pronto Danny. Su espalda se erguió y su
compostura se recuperó en la silla.
-Oh,
Danny, ¿otra vez? –Dijo de pronto Tom. Su mirada me ignoró y de pronto, noté
como la presión de la conversación que acababa de formarse entre los dos caía
sobre mí.
-Sí,
otra vez. Te dije que acabaría pasado, Tom.
-Estás
a punto de casarte con Georgia, tío.
-¿Y
qué?
-¿Cómo
que y qué? –Saltó Tom. Una carcajada irónica se escapó de él -. La última vez
ya lo hiciste mal. Y ahora peor. No puedes saltarte las reglas… no lleva a un
buen camino.
Los
ojos de Tom me encontraron. Cálidos y aterciopelados parecieron compadecerse de
mí. Tal vez creía que aquel tema me dolía tanto como la última vez, pero más
confusión que dolor abarcaba aquello.
-Voy
a seguir saltándome las reglas, lo intente como no, Tom.
-¿Y
ella? ¿Crees que se las estará saltando? Vas a ser un hombre casado en nada,
Dan.
Entonces,
los ojos azul-grisáceos de Danny me encontraron con la duda sobre ellos. Podía
notar, aquella vez con mucha claridad, la ambigua mezcla de confusión, dolor,
incertidumbre y desorientación en ellos, casi como si todos aquellos
sentimientos se los hubiera dado yo a él.
-Creo
que mejor me voy a casa –Dije carraspeando. Cabizbaja, me levanté de mi sitio y
sin pararme a despedirme, salí de la pequeña sala de estar.